De Evo Morales piensan sus críticos españoles más indulgentes que es bobo, pero menos solemne de lo que era Zapatero a ojos de Rajoy. Quizás fuera porque iba a las recepciones con el jersey a rayas o porque habló de República al referirse a España cuando fue a saludar al Rey, en un error que otros simplemente entendieron como un deseo. En el PP le hacen vudú porque acusó al partido de instigar un golpe de Estado contra él a través de una fundación, se supone que la de Aznar, y ya se sabe que el estadista del bigote detesta los golpes, y si son en Venezuela más todavía.
Con Morales no se desaprovecha oportunidad para hacerle pasar por un indio zafio e inculto, que relaciona los transgénicos con la calvicie y el consumo de pollos de granja hormonados con la homosexualidad masculina. Que el desafortunado ejemplo lo pusiera ante miles de delegados indígenas a los que aconsejaba el consumo de productos locales para mejorar sus economías ni se tuvo en cuenta ni nadie le dio importancia.
La última oportunidad para reírse del presidente de Bolivia se ha producido esta semana, cuando en una entrevista admitía que no le gustaba leer y que a veces lo máximo que hacía con un libro en las manos era echar un vistazo al título, a algún capítulo o algún párrafo. ¿No es éste motivo suficiente para hacer chanza de quien se pasa la seguridad jurídica por el forro y expropia, pagando el justiprecio correspondiente, todo sea dicho, a nuestras multinacionales más altruistas?
Pues bien, la sincera declaración de Morales coincidía con la promulgación de la ley del Libro y la Lectura, una norma que, según dijo, debería permitir que los niños bolivianos adquiriesen de pequeños el hábito de la lectura. ¿Que cómo se consigue eso? Pues aplicando un IVA cero a la venta de libros y publicaciones impresas de producción nacional e internacional, algo que los editores que aquí se burlan del indio llevan reclamando a nuestro ilustradísimo Gobierno. El plan prevé la organización de ferias, creación de bibliotecas, promoción de la escritura y la lectura en todas las lenguas oficiales, y otras menudencias de ignorante.
Está visto que con este hombre el país se encamina a un precipicio. Lo certifica el propio Banco Mundial: “En materia económica, como consecuencia de los elevados precios de los productos básicos que exporta el país, por ejemplo la soya, y una prudente política macroeconómica, la tasa de crecimiento promedió un 4,8% en los últimos siete años, se han alcanzado importantes superávits en cuenta corriente desde 2003 y el balance fiscal pasó a ser positivo desde 2006. Gracias a este desempeño y al pago de compromisos, la deuda pública bruta disminuyó del 94% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2003 a menos del 40% en 2012. Las reservas internacionales aumentaron desde menos de US$1.000 millones a más de US$14.000 millones en los últimos años. Los depósitos y los créditos bancarios se han más que triplicado en los últimos siete años y los bancos han reforzado su solvencia y liquidez. La incidencia de pobreza se redujo del 63% en 2002 al 45% en 2011”. En definitiva, un desastre.
Afortunadamente, en España se ha cerrado a tiempo la puerta de la política a sujetos tan poco preparados como Morales y tan populistas. Aquí disfrutamos de eminencias, sobre todo en materia económica. ¿Lo del indio? Para partirse, oiga.
Juan Carlos Escudier, en Público
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