lunes, 6 de mayo de 2013

UNA ENCUESTA PARA EL FUTURO

Sospecho que a las encuestas no hay que tenerlas demasiado en cuenta. Al menos durante ese periodo que transcurre desde la confesión de la intención de voto hasta la jornada electoral. Pero algo tienen algunas que, tras su publicación, se convierten en protagonistas de la jornada. Es lo que ha ocurrido con la publicada por El País sobre la Comunidad de Madrid y su pulso electoral, cuando todavía resta media legislatura.
Los ciudadanos consultados han decidido castigar al PP y poner fin a 20 años de mayoría absoluta. Un fuerte varapalo que se extiende a un desnortado Partido Socialista Obrero Español que siente en su nuca el empuje de Izquierda Unida. La coalición que lidera Cayo Lara se situaría a algo más de 1 punto si hoy fuera jornada electoral. UpyD doblaría sus escaños en el parlamento provincial. De los 65 escaños que tiene la Asamblea lograrían 16.
Este es el mensaje de una muestra que también cuestiona el liderazgo de los políticos. Y es en este apartado donde con mayor nitidez se puede certificar la caída libre de Pérez Rubalcava. Resulta abrumadora la mayoría socialista disconforme con su gestión; otro tanto ocurre con Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños. Este rotundo suspenso pone en evidencia un liderazgo carente de ideas, de proyecto. Carente de la más mínima capacidad para ilusionar.
Aunque el estudio demoscópico se ha centrado en Madrid no es un desacierto proyectarla a nivel nacional y concluir que el bipartidismo ha muerto para ser sustituido por cuatro partidos. De ellos el más confuso ideológicamente es UpyD, aunque Rosa Díez mantiene que siempre apoyará a la lista más votada.
Un repaso a los últimos tiempos del PSOE en la Moncloa es suficiente para explicar el naufragio de un partido que vivió con Tierno Galván y la “movida” madrileña sus mejores momentos de leche y miel. En aquel entonces la comunión entre la calle y el partido fue tan evidente como los cambios que se produjeron de forma explosiva, espontánea. La sintonía sonaba perfecta ayudada por unos medios de comunicación que, excepción de algunos, cayeron cautivados por la magia y la chistera del slogan del cambio como un remedio que curaba toda enfermedad. La palabra cambio, que no su concepto filosófico, fue el singular catecismo al que se acogió una sociedad ilusionada primero, indiferente después; ahora, adversa.
Desde aquel entonces los socialistas han venido perdiendo frescura por una acción política centrada en el campo institucional olvidando por completo la procedencia de sus votos. Dejó de oler la calle. De estar en la calle. El socialismo de salón comenzó a perder votos.
Sin discurso, sin ideas. Sin proyecto alguno para el futuro el PSOE sigue la senda que en su día recorrió el socialismo italiano hasta desaparecer como sigla política. No extrañará demasiado que la presencia de Izquierda Unida, tanto en la calle, como en los despachos, precipite el viejo deseo de Julio Anguita de superar a su rival de la ¿izquierda?, aunque sólo ocurra en Madrid.
El drama de los socialistas es que en sus bases ha calado el hacer de colectivos ciudadanos que, con más ilusión que objetivos logrados, tratan de impedir que el rodillo capitalista pase por encima de las personas. La lejanía con las aceras, la economía y la falta de propuestas han hecho el resto.
Si quieren recuperar el voto tienen que hacer lo contrario que han hecho hasta ahora. Aunque para eso tendrán que responder antes  aquello de ¿qué somos?, ¿qué queremos? ¿cómo hacerlo?.
Preguntas que requieren ideas, no sólo el slogan.   

Félix Hereña, en El Sillón Informativo
 

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