La consideración de una serie de respuestas correspondientes a Navarra delTercer Barómetro Autonómico del Centro de Investigaciones Sociológicas, obtenidas en septiembre pasado y dadas a conocer hace un mes, y su comparación con las relativas a las demás comunidades autónomas permite vislumbrar que los navarros están comparativamente más irritados con sus gobernantes (es decir, con el gobierno de UPN liderado por la presidenta Barcina) que los ciudadanos de otras zonas del Estado. No obstante, también se detecta una mayor desafección con todos los políticos en general.
Navarra, con un 65,6 por ciento de encuestados que calificaban mala o muy mala la situación política de la comunidad autónoma respectiva (Pregunta 3), registraba una proporción de dicha opinión similar a la de Cataluña, a la de Madrid y a la de Murcia, pero inferior a las de los castellanosmanchegos, valencianos y andaluces, estas últimas en torno o por encima del 70 por ciento. Ahora bien, con un porcentaje del 70,4 por ciento, nuestra comunidad es la segunda en la que mayor número de encuestados opinaba que la situación política de Navarra era mucho peor o mucho peor que la de un año antes (Pregunta 5 de la Encuesta).
Por lo que respecta la situación económica de la comunidad respectiva, Navarra, con un 86,6 por ciento de respuestas que juzgaban que aquélla era mala o muy mala (Pregunta 4), se situaba en el entorno de las comunidades más pesimistas, sólo por debajo del 88,6 por ciento de los asturianos, del 88,1 de los canarios y del 87,5 de los valencianos. Por contra, los navarros serían los que más habían acusado el empeoramiento en la esfera de la economía en el curso del último año: el 91,7 de los navarros encuestados opinaba que la situación económica era peor o mucho peor que la registrada hace uno año (Pregunta 6), una proporción muy superior a las de las demás comunidades ya que en únicamente en Canarias se superaba la barrera del 80 por ciento para esa opinión, situándose entre el 70 y el 80 por ciento solamente en seis comunidades (Asturias, Cataluña, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Andalucía y Murcia).
La valoración de que el Gobierno de la comunidad autónoma respectiva ha llevado a cabo una política mala o muy mala en relación con la economía encuentra uno de sus valores más altos también en Navarra, siendo apoyada por el 80,8 de los interrogados, una proporción solamente inferior a la consignada en Canarias. De cualquier forma, la opinión de que la oposición lo hubiera hecho igual de mal o peor es también muy generalizada: del 81,2 por ciento de los encuestados navarros (Preguntas 11a y 11b).
Esa ambigüedad también se aprecia en las Preguntas 26 y 27 en las que se puede estimar el porcentaje de quienes consideran mala o muy mala la gestión del Gobierno de la Comunidad Autónoma respectiva, así como de la oposición, desde la últimas elecciones. El porcentaje de los navarros disconformes con la gestión del ejecutivo de Barcina, del 56,1 por ciento, es el más elevado con diferencia: a continuación vienen el 46,9 de los canarios, el 46,4 de los valencianos, el 45,7 de los madrileños, el 44,8 de los castellanos-manchegos y el 42,0 de los aragoneses, siempre en relación con respectivo gobierno autonómico. Con todo, también hay que tener en cuenta de que un porcentaje similar juzga mala o muy mala la actuación de la oposición, un porcentaje solamente superado por los valores de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad Valenciana, del 62,3 y del 54,9 respectivamente.
En línea con lo últimamente expresado, la desafección hacia los políticos, culpándolos de la mayoría de los males en todos los ámbitos de esta crisis multiforme que desde la economía está salpicando a la política y a la sociedad, se evidencia de forma cristalina en las respuestas a la Pregunta 10 en donde se interroga por los principales problemas que se advierten en la comunidad autónoma respectiva, pudiéndose citar varios de ellos. Mencionándose en la inmensa mayoría de las comunidades autónomas en primer lugar el paro, en segundo lugar los problemas económicos y en tercer lugar el de “los políticos”, Navarra destaca por ser la comunidad autónoma en el que la percepción de la clase política como uno de los principales problemas está respaldada por mayor porcentaje de encuestados, el 28 por ciento nada menos. Además de en la Comunidad Foral, solamente en Madrid (26,2 por ciento), Cataluña (25,1), País Vasco (24,8), Comunidad Valenciana (24,5) y Rioja (22,6) se sobrepasa el umbral del 20 por ciento. En las demás comunidades dicho valor está situado por lo general en torno al 15-17 por ciento.
Si las encuestas electorales de las que se rumorea hablarían de un complicado escenario político, estados de opinión como el que se apunta en los párrafos antecedentes vendrían a indicar la existencia de una disconformidad y de una divergencia de fondo no sólo entre gobierno y electorado de la oposición, sino incluso entre aquél y quienes lo apoyan electoralmente y también entre quienes son votantes de las formaciones de izquierda y nacionalistas de la cámara navarra y sus representantes en la misma. Con toda seguridad, dado que los datos del CIS, recabados al final del verano de 2012, son anteriores a las noticias de los últimos meses acerca de diferentes cuestiones, subsumibles en presuntas corruptelas que afectarían a diferentes ámbitos del gobierno, de la administración y de la representación política en Navarra, en el interín se habrá incrementado el deterioro de la valoración de la política y de la imagen de los políticos en nuestra comunidad. Aunque desde una perspectiva ingenua podríamos preguntarnos por las consecuencias de dicho deterioro y por si el desarrollo de la filosofía de la sospecha por parte de la ciudadanía hacia los comportamientos y actitudes de nuestros representantes en las instituciones no termina por afectar a todas las opciones y a todo el sistema de partidos en general, alimentando el escepticismo hacia la democracia, no debemos olvidar que el nihilismo político suele ser más perjudicial para los partidos que abogan por la transformación económica, social y política a causa de ser sus votantes más exigentes en comparación con quienes apoyan opciones más continuístas. De forma tal que la labor de recuperación de la confianza en trance de perderse debería ser acometida por todas las formaciones, y sus mismos afiliados y simpatizantes deberían mostrarse exigentes con la puesta en marcha de mecanismos de habilitación democrática, similares a los que se han propugnado en estos últimos días, tanto desde alguna plataforma que ha recabado apoyos diversos como por parte de algún experto en comunicación política. Pero, no obstante, la reivindicación de la puesta en marcha de nuevas formas de hacer política debería, sobre todo, ser protagonizada por los sectores menos conformistas y más rupturistas con el status quo actual.
Fernando Mikelarena, en su blog
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