jueves, 30 de mayo de 2013

PARTIDOS ABIERTOS: DATOS, REDES, DEBATES, ESPACIOS

La cuestión está abierta de par en par. ¿Pueden los actuales modelos de partido ser organizaciones capaces de atraer la energía transformadora que aflora en nuestra sociedad? La respuesta honesta… ruboriza. Incluso entre las personas más militantes, inscritas en partidos políticos, el día a día en su seno es cada vez menos atractivo, estimulante y creativo. Esta es la dramática realidad en muchos casos. La praxis política es el reflejo de la política.
La articulación de la participación y del compromiso cívico mediante la militancia y los partidos muestra señales más que evidentes de fatiga, de ineficiencia, de obsolescencia. No en todos los casos, evidentemente, pero hay una sintomatología bastante transversal. Parte de estos problemas radican en una devaluada y caduca Ley de Partidos que debe ser reformada y adecuada a una exigente y profunda revisión democrática. Diversas plataformas cívicas se han sumado al debate y la articulación de propuestas en los últimos días. La presión ciudadana para acelerar los cambios es creciente y consistente.
Son los propios militantes los que se muestran a menudo poco escuchados, o no tienen el tiempo de asistir a largas reuniones en las que en realidad no se les tiene en cuenta al tomar ninguna decisión. La sensación de formar parte de un decorado de apariencia democrática de culos de hierro y brazos de maderaexpulsa, de manera irremediable, a las personas más activas que se ofrecen y quieren participar. No será posible representar a una mayoría electoral para el cambio social si las sedes partidarias no representan ni tan solo a todos los que se sienten, en el pasado y en el presente, identificados con el partido.

La idea aterradora −y tan común− de que hay más «militantes fuera que dentro» es un reflejo de la incapacidad de la mayoría de los partidos de corte tradicional para acoger la diversidad y la pluralidad, aceptando −incluso− como un signo de fortaleza y no de debilidad la disidencia democrática. Esta fuerza centrífuga (que ha «quemado» a tanta gente para la causa de lo público), así como una evidente incapacidad para ser un ecosistema rico y dinámico para el activismo político, el debate y la elaboración de alternativas, está cuestionando muy seriamente el formato actual de los partidos. Solo el nombre de «militante» ya produce alergia (razonable) a quien entiende que la libertad es mejor nutriente que la obediencia para la política democrática.
Los partidos abiertos, confrontados a una idea cerrada, centralizada y jerarquizada, así como las nuevas expresiones de lo político que no desean transitar por el modelo de partido convencional, deben explorar −al menos− cuatro cambios organizativos: los datos, las redes, los debates y los espacios.
1. Datos abiertos. Transparencia radical. Una apuesta sin concesiones ni reservas por los datos abiertos (declaraciones de bienes y actividades de los cargos electos, responsabilidades y cargos, donaciones, agendas, presupuestodel partido, gastos e ingresos, etc.), que incluya también el conjunto de la actividad política y representativa de la organización. Esta accesibilidad total, acompañada de la apertura en los procesos en la toma de decisiones, y una consistente orientación a la comunicación permanente (streamimg por defecto), será clave para recuperar el nervio democrático en las organizaciones políticas. Elpartit obert (una experiencia innovadora de los socialistas de Barcelona) es un intento serio y sincero de cambio desde dentro, que va en esta dirección y que merece seguimiento y apoyo. Pero, como en todo, las formas serán también el fondo.  
2. Redes abiertas y accesibles. Adecuar el diseño del entorno digital de una organización política a la petición de la plataforma (es decir, adaptar los contenidos a la pantalla del usuario en cada momento) es algo más que una útil y práctica concepción de la funcionalidad en la comunicación digital. El responsive design es una respuesta técnica a una filosofía política: no se trata de pretender que los ciudadanos entiendan (comprendan y acepten) nuestra lógica organizativa, ni nuestros requerimientos técnicos, sino, justo al contrario. Los partidos abiertos se organizan en redes y pantallas que facilitan la socialización, no que la debilitan. La política móvil (la que se vive y se practica desde dispositivos móviles, redes sociales y pantallas múltiples) es el vestíbulo de entrada contemporáneo para la socialización y la politización. Ignorar esto es torpe y antiguo. Además de equivocado. Los ciberactivistas son ciudadanos empoderados de su conciencia y responsabilidad política a través de la tecnología, y no necesariamente cómodos sofactivistas, como a veces se  les pretende presentar.
3. Debates abiertos. Deliberación cualificada. La política crowd puede emerger con fuerza, especialmente, en partidos digitales. La calidad y eficiencia de las herramientas y tecnologías para la participación democrática en entornos abiertos y procesos compartidos es extraordinaria. Nada de caos. Todo lo contrario. Soluciones fáciles y cómodas para la cocreación, coparticipación y codecisión. Más democracia y más debate, no menos. No hay excusas, aunque haya retos y límites por superar. No seamos ingenuos. Plataformas de voto líquido (que permiten el voto clásico y el voto único transferible para clasificar opciones) que se completan con otras de debate y votación orientadas a la búsqueda de consensos. Pads de edición y control de versiones (como Pirate padGit Hub,DocuWiki), así como los wikis colaborativos, ofrecen alternativas seguras, confiables y cómodas a otras prácticas políticas basadas en la autoridad distribuida y no en la jerarquía centralizada. Los verdaderos cambios políticos empiezan en la mentalidad y la visión, y se hacen creíbles en la acción.
4. Espacios abiertos. Laboratorios para el coworking de la política. La transformación de los espacios orgánicos en infraestructuras de servicio público para la acción política es, seguramente, el reto cultural más importante que tienen hoy los partidos políticos. Pero transformar nuestras sedes políticas en productoras de actividad política y cultural es imprescindible si se quiere acoger, sin dirigismos, tutelas o paternalismos, el talento y la energía que transcurre en muchas dinámicas sociales que sienten alergia a lo orgánico y partidario. Y, también, si se quiere recuperar el talento expulsado, agotado, exhausto y aburrido de tanta liturgia política obsesionada con administrar el poder interno en lugar de socializar y politizar las ilusiones y compromisos de tantas y tantas personas que se alejaron decepcionadas de una praxis endógena y autista.
Antoni Gutiérrez-Rubí, en El País

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