AL político italiano Giulio Andreotti, fallecido ayer, hoy le lloverán elogios. La realidad es que el angelito llevaba el sobrenombre de Belcebú, y no era por casualidad. Tenía 94 años y fama de haber suscrito un pacto con el Maligno, de quien, a cambio de su alma, habría recibido inmortalidad e inmunidad perpetua. Alguna cláusula del mismo habría incumplido -una más; las incumplió todas- cuando su patrón decidió llevárselo. El demócrata-cristiano Giulio Andreotti, hombre de comunión diaria y amigo del papa Wojtyla, lo fue todo en la política italiana de la segunda mitad del siglo XX. 21 veces ministro y 7 veces jefe de Gobierno. Todo lo peor y tal vez algo de lo mejor de lo que sucedió en el país transalpino desde los años 60 a los 90 lo hizo bajo su mandato o bajo su larga sombra. De él es la famosa frase de que "el poder sólo desgasta a quien no lo tiene". Tal vez por eso procuró no dejarlo nunca. Hasta su despacho tenían ramificaciones las más hediondas de las cloacas italianas: servicios secretos, logias masónicas, Vaticano, mafia. El político que en la tercera parte de El Padrino colabora en el asesinato del Papa se parece a Andreotti. De hecho era jefe de Gobierno cuando se produce la siempre sospechosa muerte de Juan Pablo I. También lo era cuando el secuestro y asesinato de Aldo Moro y cuando estalla el escándalo de la Banca Vaticana. Ya no cuando la mafia asesina al general y prefecto de Palermo, Alberto Dalla Chiesa, aunque su familia siempre hizo a Andreotti responsable del suceso. De hecho, en uno de los juicios que el político tuvo que afrontar a finales de los 90 hubo testigos que afirmaron haberle visto besar al jefe mafioso Toto Riina. Para otros, en cambio, el cappo di cappi no era otro que el propio Andreotti. Le juzgaron en varias ocasiones. Siempre salió absuelto. Le harán un funeral de Estado mientras pasea con la Tatcher por el malecón del infierno. Berlusconi, a su lado, un hortera principiante. Andreotti, otro de los prohombres que han hecho Europa.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias
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