La tragedia de Bangladesh no se puede despachar como una noticia efímera más, como un desastre natural ante el que nada se puede hacer y ante el que solo cabe el lamento y la resignación. No, esta tragedia humana tiene culpables. Y esos culpables están, por supuesto, en los gobiernos que consienten que se pisoteen los derechos laborales y humanos; pero, sobre todo, en las corporaciones occidentales que presumen en sus países democráticos de origen de maravillosos códigos éticos.
La avidez de beneficios de estas empresas está detrás o, mejor dicho, delante de la muerte de más de 600 trabajadores y un número indeterminado de desaparecidos en el derrumbe del edificio de Bangladesh, ocupado por empresas textiles que explotaban laboralmente a sus trabajadores, la mayoría mujeres. Solamente en los últimos cinco años han fallecido 700 trabajadores a causa de los incendios.
Este es, sin duda, un buen ejemplo de los efectos negativos de la globalización y la desregulación. Al parecer, hoy en día, todo vale. Los medios no importan, importa el fin; es decir, los beneficios. Y si para ello es necesario deslocalizar la producción a países sin derechos humanos y sin regulación laboral y medioambiental pues se deslocaliza y punto.
Ahora bien, se equivocan quienes piensen que en Occidente estamos a salvo de estas tácticas de explotación. De hecho, las políticas neoliberales, los recortes en derechos y la competencia a la baja entre los trabajadores de todo el mundo para conseguir determinadas producciones, avanzan a velocidad de crucero. Vean si no el abaratamiento de la mano de obra y la precariedad que estamos dispuestos a aceptar con tal de tener un trabajo.
Pedro Serrano (en Redes Cristianas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario