Barcina, Sanz, Sánchez de Muniain y otros consejeros de la antigua Caja Navarra se metían en el bolsillo el equivalente a otro medio sueldo más por dejarse comer la oreja en, como máximo, un par de conferencias mensuales. Asistir a una charla en nombre de la CAN era lo más parecido a darle a la manivela de la caja registradora. Entro, saludo, me siento, pongo cara de máxima atención, y para cuando salgo de estampía por la puerta ya se nota otra alegría en el saldo de mi cuenta corriente. Normal que no fallasen a ninguna. Normal que mostrasen en las fotos ese semblante de nirvánica felicidad, sea cual fuese la chapa que tocaba. No había en el mundo mundial un consejo de entidad bancaria más ansioso de cultivarse. Eso es formación y no la del INEM. Si se sigue buceando en ese pozo séptico que fue Caja Navarra llegaremos a descubrir propinas por cada canapé que se metían en la boca, emolumentos por cada ración de cogote y gratificaciones por cada vez que, en calidad de consejeros de la cosa, hacían uso del excusado. Que no haya meada sin soldada. En comparación, resulta una auténtica ruina asistir a la conferencia que el madrileño Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de Lingüística General en la Universidad Autónoma, pronunciará el próximo jueves en los institutos de la Plaza de la Cruz, con un adelanto en forma de mesa redonda en Katakrak. Ni un miserable euro porque nos cuenten qué es el españolismo lingüístico y qué consecuencias acarrea en la Comunidad Foral. Cero dineros por enterarnos, por ejemplo, de por qué para cualquier navarro -al igual que para cualquier ciudadano del resto del Estado- le resulta más interesante desde el punto de vista económico y profesional aprender euskara -o catalán, o gallego- que inglés. No se espera en el acto ni a Barcina ni a ningún otro exconsejero de la CAN. Que no son formas de organizar charlas, coño.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias
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