Lo de que dos cargos públicos del PP, uno de ellos presidente de comunidad autónoma y exsenador y el otro congresista, estén ahora -por lo menos llevan dos días, que es una barbaridad, tal y como corre todo- en mitad de este gigantesco ojo del huracán permanente que es la política española y se dé la casualidad de que el motivo sean viajes a Tenerife para estar con la misma persona -una mujer, expareja del exsenador y actual pareja del congresista- lo cierto es que nuevo sí que es. Vamos, que hasta ahora esta variante del apaño español no habíamos catao, aunque de aquí al 31 de diciembre hay tiempo más que de sobra para que sucedan o se den a conocer asuntos aún mucho más rocambolescos. Lo mismo a esta buena mujer, que ninguna culpa tiene, también iba a verla alguno más pagando los viajes a cuenta de la Casa Real o la Conferencia Episcopal o yo qué sé. El caso es que el congresista ha dimitido, aunque asegurando que su pareja es su familia y que por tanto al ir a casa de su pareja iba a su propia casa, por lo que cree que pagar los viajes con cargo al Congreso es legal, mientras que el exsenador, Monago, ahora dice que devolverá todo el dinero que el Senado diga que gastó en esos viajes, con lo cual he de suponer que no consideraba a su expareja su familia ni a la casa de su expareja su casa. Pero que no dimite. Un pollo de mil cojones, en resumen. Hay escenas de cama de orgías con 20 o 30 y la cámara enfocando a la altura del colchón que te aclaras mejor de quién es cada cosa. Y digo yo, ¿y no sería mejor que congresistas y senadores y todos en general fuesen de y viviesen en Madrid? En la misma nave industrial, mismamente, ahí 700 somieres en hilera por el suelo en plan convivencias de Semana Santa y ya está, joder. Y que follen lo que les dé la gana y Rajoy de maquinista, por poner a alguno. O al primero de los españoles.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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