Durante el proceso de la Asamblea Ciudadana de Podemos parece que ha ido calando la idea de que en cierta medida hay que renunciar a la democracia interna para ganar. Cómo en los viejos partidos, quien se mueve no sale en la foto, hay que dar una imagen de unidad y dar confianza ciega a los líderes para que nos lleven a la victoria. Pero la paradoja es que en un partido que se basa en la participación ciudadana, completamente abierto al escrutinio de la ciudadanía, la imagen de unidad acaba minando el debate, haciendo que el sano contraste de ideas y proyectos aparezca como una guerra interna que hay que atajar. Quizás tienen razón, quizás sólo con un proyecto firme, con unos líderes con las ideas claras y capaces de convencer al pueblo llegaremos al gobierno. Pero lo siento, a mi esto me suena a vieja política, a la política que nos ha llevado hasta aquí. Y además, este mantra del “ahora es lo que toca” recuerda demasiado a renuncias pasadas en favor de la victoria. Y precisamente creo que si una cosa nos han enseñado los procesos revolucionarios que nos preceden es que cuando los cambios se dejan para “cuando ganemos”, se pierde.
¿Tan difícil sería utilizar la gran capacidad mediática que ha despertado el proyecto y sus líderes para demostrar que se pueden hacer las cosas de otra forma? Parece que sólo ganaremos si decimos lo que la gente quiere oír, si nos limitamos al sentido común de la gente, pero es que resulta que el sentido común difícilmente se saldrá de los marcos establecidos, porque ha sido definido por estos. Es verdad que la sociedad española siempre ha castigado más las división interna de un partido que los casos de corrupción, pero ya va siendo hora de romper con esto, tenemos que demostrar que el debate no es malo, que es una señal de fortaleza democrática y que demuestra, además, que la política no se puede basar en alternativas técnicas, sino que hay múltiples alternativas, según las prioridades que cada uno tenga. Además, si ganamos sólo por sentido común no se cómo conseguiremos cumplir el programa, si no es que se diluye en los próximos meses. Entiendo que si decimos que no pagaremos la deuda, la gente nos ve como unos radicales y perdemos votos, pero es que yo no veo cómo dejaremos de obedecer a los mandatos de la troika si no conseguimos convencer a la gente de que no se puede pagar una deuda, por muy legal que sea, que nos impide garantizar derechos básicos de la ciudadanía.
En este sentido quería apuntar dos tareas clave para reforzar la democracia, que no se pueden dejar para más adelante, por un lado proteger y defender el debate interno y por otro seguir transformando poco a poco el sentido común de la gente, para que se puedan asumir las medidas rupturistas necesarias para atajar de forma verdadera el desempleo y la crisis fiscal del Estado. El debate interno será clave para garantizar que el proyecto no se diluya, para fortalecer las decisiones con el consenso de la gente, para profundizar las transformaciones y que nuestro proyecto de cambio no se quede a mitad de camino. Y para evitar que se personalice demasiado, quitándole la fuerza que tiene el hecho de que sea un proyecto colectivo. Las decisiones tomadas desde arriba pueden ser muy eficientes, pero tienen poco recorrido, y si una cosa nos ha enseñado la política de este país es que dejar todo el poder en manos de unos pocos es muy peligroso, por muy buenos y de confianza que sean. Además, una persona sola puede echarse atrás por la presión, pero si esta persona es el reflejo de una organización que debate y toma las mejores decisiones, seguro que avanza mucho más y no hay nadie que les pare.
Además, el fortalecimiento de los espacios de debate dentro de Podemos, desde los círculos hasta el consejo ciudadano, también es una forma de politización de la ciudadanía en si misma. Porque como decía, es importante hacer llegar el mensaje de que el problema no es sólo la corrupción y la casta sino que habrá que transformar muchas más cosas para solucionar realmente los problemas de la gente. Pero está claro, este mensaje no puede llegar sólo a través de los medios de comunicación de masas, que sólo quieren escuchar lo que no les perjudica. La única forma de transformar el sentido común de la gente es con iniciativas mucho más amplias, como fue el 15M y como pueden ser los círculos. El “poder de la sexta” es extremadamente peligroso, por un lado nos acerca a una masa de gente a la que no podríamos llegar de otra forma, pero al mismo tiempo limita nuestro mensaje y distorsiona la democracia interna. Por esto es importante que sigamos poniendo en marcha otras formas de llegar a la gente, de politizarnos, de debatir sobre diferentes medidas y atrevernos a ir un poco más allá de lo que siempre nos han permitido imaginar. Es cierto que no todo el mundo quiere o puede tener una participación activa en la política, pero también es cierto que no podemos pretender llegar a la gente sólo a través de la tele e internet. El reto queda en cómo conjugar ambas estrategias.
Júlia Martí (En Construcció(n))
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