La derrota en el campo del colista ha encendido las pocas alarmas que quedaban sin luz en Osasuna, lo que no tengo tan claro es si con este resultado hemos tocado fondo, mucho me temo que no.
Osasuna está en caída libre y lo peor es que no hay signos de frenada por ninguna parte. Es tal la situación de interinidad y de emergencia en el club que nadie parece capaz de poner el tope y de dar el giro necesario en lo que en este escrito se trata: lo deportivo.
Las ruedas de prensa de Urban están dejando mensajes para leer entre líneas y me da la impresión de que se está confundiendo. Hay dardos que se pueden lanzar cuando tienes las espaldas cubiertas, pero la situación del polaco ya no es la de agosto con la afición y detrás no tiene un presidente que le dé fuerza para soltar lo que suelta. Tengo la sensación de que el ambiente en el vestuario no es el óptimo.
Y aquí culpables somos todos, sí todos, y los jugadores no son una excepción. Vale que el concepto de juego es horroroso, pero no vale esconderse en eso para no intentar nada nuevo y seguir planos, lentos y sin chispa de decisión propia. Seguimos con el juego que nos ha enseñado que no va a ningún sitio: un ataque con Neko, Raoul, Roberto, De las Cuevas, Nino y Kodro tiene de todo menos velocidad o sorpresa. Nuestros rivales están comodísimos. ¿Para cuándo extremos pegados a la línea lateral? Es que si tu interior no encara por lo menos que te doble el lateral, pero si éste es Sisinio como que ya no sorprendes a nadie.
Osasuna lo está confiando todo a la lotería de los arreones y no siempre nos toca. Hoy nos ha tocado la pedrea. El resultado nos pone frente al espejo en el que muchos ya nos mirábamos y creo que será un punto de inflexión. Más tiempo no podemos seguir así, porque ya hemos pinchado el globo de agosto (¡qué mala leche me hace pasar!) y el cuadro de la desaparición del club lo tenemos delante.
Arturo Rojillo
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