sábado, 13 de noviembre de 2010

LA SANGRE DEL SÁHARA

De entre las muchas excusas con las que este Gobierno equilibrista intenta eludir su responsabilidad histórica para no ofender al aliado marroquí, hay una especialmente sangrante: que lo que está pasando en El Aaiún “no es un asunto bilateral”, sino que corresponde a toda la comunidad internacional solucionarlo. Acabáramos.

Así que el destino de la que fue la provincia número 53 de España –una colonia que la ONU considera que aún está bajo nuestra soberanía, pues fue ilegalmente abandonada– ya no es un problema nuestro que debamos discutir en esos cordiales encuentros donde mejor no mezclar la pesca con los derechos humanos.

El Sáhara Occidental y sus muertos se han convertido en una más de esas miserias africanas sin solución; una tragedia de segunda división, y sin padrinos. Porque si los saharauis no pueden contar con su antigua metrópoli –que siempre ha antepuesto sus intereses bilaterales–, ¿a quién pedir ayuda? Desde luego no a Francia, tradicional aliado de Marruecos, que incluso bombardeó al Polisario con sus aviones. Tampoco a EEUU, que no quiere otro estado débil en una zona caliente donde Al Qaeda se expande. ¿La UE? Más de lo mismo, que esta dictadura es un socio preferente.

Nos hemos hecho con el Sáhara, pero no con el corazón de los saharauis”, dejó dicho Hassan II en una de sus últimas entrevistas. Su hijo Mohamed VI esta semana se ha ganado a plomo y fuego el odio eterno de los saharauis. Marruecos construyó un muro para desterrar al Polisario, y lo que no esperaba es una resistencia pacífica en su retaguardia. Puede que los saharauis sigan solos, y sin esperanza. Pero Marruecos deberá asumir que su victoria por la represión sólo puede llevar a la espiral de sangre de una nueva Gaza.

Ignacio Escolar (escolar.net)

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