El resultado de la última asamblea de “independientes” (a mí me gusta más el término no adscritos) ha tenido la virtud de despertar la conciencia casi adormecida de muchos simpatizantes de NaBai que estaban a punto de tirar la toalla. Una brizna de esperanza brilla en el aire a pesar de que los nubarrones, más con la salida de Batzarre, pueblan el firmamento oscuro.
La resolución de plantar cara, de decir llanamente lo que todo el mundo intuye, que Uxue Barkos es la candidata idónea para lidiar con Barcina, mantiene un debate radicalmente limpio que inyecta en vena una vivacidad a la que nadie que juegue con franqueza debe temer.
Los no adscritos han conseguido en meses que alrededor de 170 personas se inscriban libremente en su censo. No es un dato baladí con la que está cayendo y la imagen de división interna que NaBai ha proyectado en los últimos tiempos.
La pasividad de algunos socios, más entretenidos en otros entuertos, ha dejado prácticamente en manos de Aralar el papel de sargento de hierro. Aralar sigue erre que erre con que NaBai es, en exclusiva, una “coalición de partidos” y obvia interesadamente que en su concepción se reservaba un papel importante a unos “independientes” a los que se les ha dado largas cada vez que han mostrado interés por articular una participación que molesta, y más cuando está cercano el reparto de poder ante las elecciones.
La NaBai reducida, ya sin Batzarre y cuestionada por los “independientes”, malvive sobre un barril de pólvora. No ha materializado una organización propia y prácticamente los nos adscritos han sido los únicos que han empujado sus siglas sin acompañarlas con subapéndices. Las encuestas publicadas indican que los cargos no sujetos a los partidos (Uxue Barkos y algún otro) han funcionado como factor estabilizador y ahí radica su proyección pública positiva.
Además, reiteradamente, desde las asambleas en Baluarte, Artika o la última del pasado viernes 5, hay una minoría de personas no adscritas que interfieren en el mensaje de consolidación del grupo con la cantinela de que cada “independiente es independiente del resto”, como si los granos de arena no formaran una montaña y no estuviera demostrado que, en lo básico, los no adscritos mantiene un cuerpo ideológico común, con consensos que van del vasquísimo de izquierdas al abertzalismo más centrado, y las gamas intermedias que caben en un espacio siempre respetuoso con todos los derechos humanos.
Esta base filosófica de los “independientes”, cuestionada sobre todo por Aralar, es apreciable cada día y, en su forma más organizada, ha dado a luz una corriente de opinión, ya oficial, que ha rescatado las siglas históricas de UNAI, la Unión Navarra de Izquierdas, que toma claramente parámetros progresistas y laicos, y entronca con la defensa cultural vasca de Navarra y la reivindicación del Estado navarro propio, fórmula política que organizó históricamente a los vascos en el antiguo Reino de Nabarra y que hoy, no puede ser menos, hay que repescar bajo la fórmula republicana.
Por otra parte, ofrecer a los “independientes”, como se ha hecho, dos representantes en la Permanente de NaBai, pero con la condición de que uno sea designado por Aralar-EA-PNV es, al menos, una indignidad difícil de tragar. Asignar a este colectivo una cuota de representación del 10% significa reducir la convivencia entre socios a un reparto de porciones de quesitos, más cuando una parte se reserva el 40% y la posibilidad del veto. Con los pies atados no se puede andar.
En su libro “Soberanía o subordinación” (Pamiela, Iruña 2005), Tomás Urzainqui recuerda que una sociedad que carece de soberanía no puede disfrutar de democracia. Tanto en Euskal Herria, en Nabarra o en una formación política como NaBai, soberanía significa no depender de otro que decide por ti. “Una sociedad dominada no puede decidir por si misma, luego si no es soberana no puede vivir democráticamente”, recuerda el autor de la “Navarra marítima”. Sonroja tener que decir que la soberanía de NaBai tiene que estar en las manos de los nabaizales, de todos ellos y no sólo de un “quesito” o varios que se le añadan.
Resulta a todas luces justo que los no adscritos puedan elegir abiertamente a sus propios representantes, y no como ocurre ahora y se quiere perpetuar. Habrá que pergeñar, y es otra necesidad, una fórmula simple de filiación de quien se siente de NaBai y no milita en los partidos, una método de trabajo de igual a igual, con derechos y deberes, y reconocimiento mutuo.
Es evidente que los representantes de los “independientes”, su junta gestora, se han comportado con un respeto desmedido en los contactos que han mantenido con los partidos. La propuesta de lanzar a Uxue Barkos como candidata idónea para encabezar la lista del Parlamento nació de la última asamblea de los no adscritos como un punto de rebeldía al que estaban abocados tras continuos desplantes y la negación del colectivo. Si se arrincona al tigre a golpe de látigo pueden pasar dos cosas, que flaquee o que devore al domador.
Beltrán Gárriz
La resolución de plantar cara, de decir llanamente lo que todo el mundo intuye, que Uxue Barkos es la candidata idónea para lidiar con Barcina, mantiene un debate radicalmente limpio que inyecta en vena una vivacidad a la que nadie que juegue con franqueza debe temer.
Los no adscritos han conseguido en meses que alrededor de 170 personas se inscriban libremente en su censo. No es un dato baladí con la que está cayendo y la imagen de división interna que NaBai ha proyectado en los últimos tiempos.
La pasividad de algunos socios, más entretenidos en otros entuertos, ha dejado prácticamente en manos de Aralar el papel de sargento de hierro. Aralar sigue erre que erre con que NaBai es, en exclusiva, una “coalición de partidos” y obvia interesadamente que en su concepción se reservaba un papel importante a unos “independientes” a los que se les ha dado largas cada vez que han mostrado interés por articular una participación que molesta, y más cuando está cercano el reparto de poder ante las elecciones.
La NaBai reducida, ya sin Batzarre y cuestionada por los “independientes”, malvive sobre un barril de pólvora. No ha materializado una organización propia y prácticamente los nos adscritos han sido los únicos que han empujado sus siglas sin acompañarlas con subapéndices. Las encuestas publicadas indican que los cargos no sujetos a los partidos (Uxue Barkos y algún otro) han funcionado como factor estabilizador y ahí radica su proyección pública positiva.
Además, reiteradamente, desde las asambleas en Baluarte, Artika o la última del pasado viernes 5, hay una minoría de personas no adscritas que interfieren en el mensaje de consolidación del grupo con la cantinela de que cada “independiente es independiente del resto”, como si los granos de arena no formaran una montaña y no estuviera demostrado que, en lo básico, los no adscritos mantiene un cuerpo ideológico común, con consensos que van del vasquísimo de izquierdas al abertzalismo más centrado, y las gamas intermedias que caben en un espacio siempre respetuoso con todos los derechos humanos.
Esta base filosófica de los “independientes”, cuestionada sobre todo por Aralar, es apreciable cada día y, en su forma más organizada, ha dado a luz una corriente de opinión, ya oficial, que ha rescatado las siglas históricas de UNAI, la Unión Navarra de Izquierdas, que toma claramente parámetros progresistas y laicos, y entronca con la defensa cultural vasca de Navarra y la reivindicación del Estado navarro propio, fórmula política que organizó históricamente a los vascos en el antiguo Reino de Nabarra y que hoy, no puede ser menos, hay que repescar bajo la fórmula republicana.
Por otra parte, ofrecer a los “independientes”, como se ha hecho, dos representantes en la Permanente de NaBai, pero con la condición de que uno sea designado por Aralar-EA-PNV es, al menos, una indignidad difícil de tragar. Asignar a este colectivo una cuota de representación del 10% significa reducir la convivencia entre socios a un reparto de porciones de quesitos, más cuando una parte se reserva el 40% y la posibilidad del veto. Con los pies atados no se puede andar.
En su libro “Soberanía o subordinación” (Pamiela, Iruña 2005), Tomás Urzainqui recuerda que una sociedad que carece de soberanía no puede disfrutar de democracia. Tanto en Euskal Herria, en Nabarra o en una formación política como NaBai, soberanía significa no depender de otro que decide por ti. “Una sociedad dominada no puede decidir por si misma, luego si no es soberana no puede vivir democráticamente”, recuerda el autor de la “Navarra marítima”. Sonroja tener que decir que la soberanía de NaBai tiene que estar en las manos de los nabaizales, de todos ellos y no sólo de un “quesito” o varios que se le añadan.
Resulta a todas luces justo que los no adscritos puedan elegir abiertamente a sus propios representantes, y no como ocurre ahora y se quiere perpetuar. Habrá que pergeñar, y es otra necesidad, una fórmula simple de filiación de quien se siente de NaBai y no milita en los partidos, una método de trabajo de igual a igual, con derechos y deberes, y reconocimiento mutuo.
Es evidente que los representantes de los “independientes”, su junta gestora, se han comportado con un respeto desmedido en los contactos que han mantenido con los partidos. La propuesta de lanzar a Uxue Barkos como candidata idónea para encabezar la lista del Parlamento nació de la última asamblea de los no adscritos como un punto de rebeldía al que estaban abocados tras continuos desplantes y la negación del colectivo. Si se arrincona al tigre a golpe de látigo pueden pasar dos cosas, que flaquee o que devore al domador.
Beltrán Gárriz
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