La falta de estímulo entre el electorado progresista, siquiera por el momento y a expensas de lo que refleje el inminente Navarrómetro, no se compadece con las expectativas que se alumbran en la dirección del PSN. Donde se conjugan tres parámetros para imaginar a Roberto Jiménez como sucesor de Miguel Sanz al frente de la Diputación, siempre desde la premisa de mantener los más de 74.000 sufragios de 2007 gracias a su apuesta por la estabilidad presupuestaria. La primera de esas variables no es sino la constatación de que la ruptura de la derecha va a rebajar sensiblemente la distancia respecto a la candidatura líder, una diferencia de diez escaños ahora (de los 22 de UPN a los 12 de NaBai y PSN) que perfectamente podría quedarse en la mitad. Con esa mayor legitimación para intentar el abordaje de Palacio, en las cocinas del paseo de Sarasate se considera factible enjugar los escasos 4.000 votos que les saca NaBai merced a la alianza en ciernes entre IU y Batzarre. De erigirse como la marca preponderante de la oposición, la cúpula del PSN visualiza un pacto con esa coalición IU-Batzarre para, desde un acumulado de 15 parlamentarios, acometer la investidura poniendo a NaBai en la disyuntiva de apoyar a Jiménez o de consolidar a UPN en el poder a través de Yolanda Barcina.
Esta formulación colisiona sin embargo con otras hipótesis tan verosímiles o más. Para empezar, la opción nada desdeñable de que la suma de IU más Batzarre (con un potencial teórico de partida de más de 22.000 sufragios, los más de 14.300 de la primera sigla en 2007 y los casi 7.900 de la segunda en 2003) acabe atrayendo a, como mínimo, parecido número de votantes de PSN y NaBai. Con el agravante de que hace tres años los socialistas recabaron 9.154 votos más que en 2003 en buena parte por aquel efecto Zapatero hoy licuado, sufragios en gran medida coincidentes con los 12.625 que extravió IU (que hace siete años concitó 26.962 apoyos, para cuatro escaños). A esa involución del PSOE, ejemplificada en la reforma laboral, se añade el recuerdo del frustrado Gobierno de progreso de 2007, referencias que en el espectro de la izquierda federalista más ortodoxa podrían reportar al PSN un sensible quebranto.
Además, está por ver el perjuicio real que causa en NaBai la salida de su vector vasquista. Porque, validando los 7.873 votos de Batzarre de hace siete años, se mantendría por encima de los 70.000 siempre que el electorado no penalice las discrepancias internas y a expensas de conocer si Uxue Barkos repite como candidata en Pamplona. Claro que en la coalición, sobremanera en Aralar y EA, también se valora la posibilidad de que su oferta seduzca al sector más pragmático de la izquierda abertzale oficial si persiste su ilegalización o porque mismamente acabe incorporándose al proyecto. Otra incógnita que sólo el tiempo resolverá y que podría cambiarlo todo. O casi.
Finalmente, los cálculos apriorísticos del PSN se topan con la amenaza superlativa de la mayoría absoluta del centro-derecha. La adición de UPN -con el PP en su seno- más CDN ha superado en las dos últimas citas electorales la barrera de los 150.000 votos (150.976 en 2003 y 153.540 en 2007), anótese que en la primera de ellas rebasando la mayoría absoluta (27 escaños) con un índice de participación del 70,7% (del 73,8% en los pasados comicios, para 24 parlamentarios en total). La entrada en liza del PP todavía va a movilizar más al electorado conservador, así que más le vale al resto de la gama política activar a sus bases sociales para que, una vez más, se sobrepongan a tanta frustración y voten. Aun con la pinza en las narices.
Bien entendido que, si la derecha no alcanza la mayoría absoluta y el PSN sigue tercero en escaños, Barcina será presidenta con permiso socialista. Y, apartado el PP de la operación, tal vez con reparto de consejerías incluido. Aunque hoy se niegue.
Víctor Goñi, en Diario de Noticias
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