Julià de Jódar, uno de nuestros mejores novelistas y buen conocedor del mundo independentista, fue el primero que me alertó, durante las fiebres antiaznaristas del 2003: "Es muy significativo que un partido que propone a la sociedad algo tan difícil como es la construcción de un nuevo estado europeo elija como símbolo de su campaña la figura del cabezudo, que en la tradición popular catalana representa la inocente parodia, la burla desde una asumida posición de inferioridad. Paseando unos cabezudos con el rostro de Carod por las calles, le están diciendo a la gente que no teman, que no van del todo en serio; que sólo se proponen llamar la atención, como hacen los capgrossos en las fiestas mayores".
Esquerra Republicana de Catalunya era en aquel momento la fuerza ascendente: captaba el desgaste de 23 años de Jordi Pujol e interceptaba los deseos de cambio que Pasqual Maragall ya no era capaz de recoger - demasiado sénior, demasiado metropolitano, demasiado barcelonés, demasiado embarullado-.Representaba Esquerra a una joven mesocracia comarcal deseosa de ocupar mayores espacios en la administración pública catalana yde conquistar espacios de poder social. Y, por encima de todo, actuaba de condensador de la profunda irritación que Aznar provocaba en Catalunya (plenamente a conciencia). En aquel tiempo, ERC era la más genuina expresión política del català emprenyat.
Juguete compartido por Aznar, Zapatero y los socialistas catalanes, ERC ha tenido la llave de la Generalitat durante dos legislaturas. Y ha contribuido a difundir la idealización independentista, con el auxilio de las circunstancias históricas de fondo - el fuerte impacto de la globalización en una sociedad articulada por la pequeña y mediana empresa y por el trabajo autónomo-y también gracias al milagroso ungüento de las subvenciones. Siete años después, el 25% de la sociedad catalana se siente identificado, en mayor o menor grado, con la independencia. Grito de protesta e idealizada panacea. Por motivos que son bien conocidos - falta de maestría, histrionismo, torpeza, rivalidades internas, algún que otro signo de apoltronamiento, una intensa labor de zapa de CiU...-,Esquerra ha perdido el monopolio del independentismo. En estas elecciones hay más pretendientes. Un hombre que estuvo de moda y un médico de Puigcerdá con las sienes plateadas.
Enric Juliana (en La Vanguardia)
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