La palabra idiota, con el tiempo y el uso manido, ha ido perdiendo significado. El original es griego. En las sociedades protodemocráticas helenas todos los ciudadanos estaban obligados a ocupar, en algún momento, un cargo público. Aquéllos que se negaban a aceptar estos cargos, que renunciaban a hacer política, eran calificados por los demás como idiotas.
En 2012, Nafarroa Garaia cumple 500 años de conquista militar por las tropas españolas. Hace cinco siglos que perdió su independencia y, con ella, su derecho a decidir su destino. Aun hoy hay navarros que no quieren tener la capacidad para dirigir su propio rumbo, que renuncian a ejercer esa tarea política y, por tanto, han cogido el camino de los idiotas. Eso sí, con mucho orgullo. Desde esta perspectiva, los 500 años de conquista se convierten en toda una celebración.
Pero el año que entra también es el año de la desmemoria. Más desapercibida, quizás, está pasando la segunda onomástica, la de 1212, cuando ocurrió una de las batallas más recordadas del antiguo reino, la de las Navas de Tolosa. En esa contienda destacó el rey Sancho VII el Fuerte. No era de extrañar, pues su problema de tiroides le convirtió en un gigante entre enanos. De su estatura nació después la leyenda de las cadenas. Supuestamente, Sancho VII arreó un brutal mazazo a la cadena con la que ataba el «moro Miramamolín» a su guardia personal para que no huyera. El rey navarro se llevó la cadena como trofeo y decidió hacer de ella su escudo.
Hoy se sabe, sin embargo, que Miramamolín no era el nombre de ningún sarraceno, sino el título honorífico de Al Nasir, el Emir al Muyahidín. Las cadenas del escudo navarro no son un botín de ninguna batalla, sino que se trata de un emblema anterior. Hay quien dice también que el escudo de El Fuerte pudo ser el arrano beltza, hoy casi proscrito, pues su abuela tenía vínculos familiares con Normandía, donde las águilas, bicéfalas o no, eran un símbolo recurrente en los escudos.
Silencio sobre los Banu Qasi
El mito del rey heróico que tuvo el Reino de Navarra con Sancho el Fuerte se cae pronto. Al parecer, murió encorvado tras entrar en una depresión profunda. Tenía problemas en una pierna y pasó los últimos años en el castillo de Tutera, donde se ganó el sobrenombre de «El Encerrado». En realidad, bajo su reinado Nafarroa perdió la mitad de sus tierras. Ocurrió una década antes de la batalla de Las Navas y los territorios perdidos coinciden bastante bien con lo que hoy se conoce como Araba, Gipuzkoa y Bizkaia.
El gesto de desmemoria que supone la conmemoración de la batalla de Las Navas de Tolosa está más relacionado con el papel que jugaron los musulmanes no sólo en la historia de la Península Ibérica, sino también en la historia particular de Nafarroa. Pero para eso hace falta alejarse otra vez en el tiempo. El Gobierno español ha pasado muy de puntillas por el aniversario del 711. Fue en ese año cuando el joven imperio musulmán arribó con sus barcos hasta la Hispania romana. Sólo ha- bían pasado 70 años de la Hégira, el viaje iniciático del profeta desde Medina hasta la Meca, que la comunidad islámica utilizó para iniciar su calendario.
Los reinos visigodos, que habían llegado a la península dos siglos y medio antes, cayeron como un castillo de naipes. La gran batalla se produjo el mismo 711, cuando Rodrigo, rey de Toledo, pierde en Guadalete. Ciudades fuertes como Zaragoza aguantan apenas un par de años más. Y hasta aquí llega la línea oficial.
Los cronistas españoles suelen obviar que los visigodos tuvieron serios problemas para controlar Vasconia. Precisamente, Rodrigo perdía el tiempo guerreando con los vascones mientras las tropas de Táriq Ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador de Tánger, desembarcaban en Gibraltar con cerca de 9.000 hombres.
Sin embargo, la fecha relevante para entender cómo apareció el reino de Nafarroa tiene más que ver con el sitio de Zaragoza y la llegada de un ejército potente a la frontera sur de lo que hoy se conoce como Euskal Herria. En el 713 el conde hispanorromano o godo llamado Casio decidió que ante el empuje de los musulmanes, lo mejor era cambiar de fe y así mantener su poder en la zona. Así es como nacerá la estirpe de los Banu Qasi, unos poderosos conversos que encumbrarán al considerado como primer rey de Pamplona, germen de lo que luego fue Reino de Navarra, Eneko Aritza. El nacimiento del reino ocurrió aproximadamente un siglo después de la conversión de Casio, pero fue el poder de los Banu Qasi, señores del Ebro, el que consolidó el reino del joven Aritza. Musa ibn Musa, hermanastro de Aritza y líder de los Banu Qasi, era considerado el tercer rey de la Península.
Sólo desde la perspectiva acrítica propia de la visión españolista de la historia se puede obviar la aportación musulmana al nacimiento de Nafarroa. Sin embargo, únicamente se celebran las derrotas de los reinos musulmanes. La ex ministra de Cultura española, Ángeles González-Sinde, acudió a Iruñea a impulsar el recuerdo de las Navas de Tolosa de 1212, vendiendo la celebración de su 800 aniversario como una fiesta de «hermanamiento» entre culturas. El concepto de que las Navas de Tolosa sí hermanaron pero la batalla de Guadalete no -y que, por tanto, se haya dejado sin recuerdo ni homenaje alguno- sigue sin explicarse del todo bien.
No es la primera vez que el Gobierno navarro hace fastos con el aniversario de las Navas de Tolosa. Hace un siglo se convocó un concurso de ensayos. El jesuita de Uharte Alfonso Huici presentó un trabajo que no pudo ser más iconoclasta. Fue de los primeros en negar que las cadenas de Nafarroa tuvieran ese origen mítico. Además, destacaba que Sancho VII acudió de mala gana a la batalla a sacar la cara a quien le había arrebatado Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. El navarro llegó con lo justo. Sólo se llevó 200 hombres, que se integraron en un Ejército de cerca de 70.000. Huici concluyó que la gesta navarra contra los malvados musulmanes no fue tal. Al final, el jurado optó por aplaudir la erudición del arabista de Uharte, pero prefirió no entregarle el premio y considerar el concurso como desierto.
Hay voces críticas, entre las que destaca la plataforma popular 1512-2012 Nafarroa Bizirik, que alegan que el único motivo que ha tenido el Gobierno navarro para celebrar también el aniversario de las Navas de Tolosa ha sido que camuflar que hacer una fiesta de una conquista era demasiado descarado. En realidad, en 1512 apenas se producen hechos de armas relevantes, puesto que la diferencia de fuerzas era apabullante. Ahora bien, sí que perviven aún errores de bulto en la versión oficial.
Una conquista fulminante
En primer lugar, no fue una invasión castellana, sino española. Este error viene dado porque, tras la conquista, el Reino de Navarra se incorporaría a la Corona Castellana. Sin embargo, basta echar una ojeada a las arengas que lanzó el Duque de Alba al tomar Iruñea para que caiga el mito. El duque reclamó la ciudad para «el rey de las Hispanias», al igual que se hacía en América. Es decir, «España» ya estaba conformada antes de incorporar a Nafarroa Garaia.
La desigualdad entre los Ejércitos español y navarro no impidió que corriera la sangre y resonaran los arcabuces. Sin embargo, el único intento serio de parar el avance fue acometido por Petri Sanz, quien se enfrentó en el paso de Oskia a la internada española que llegaba desde Ziordia. Sanz lo hizo a lo Leónidas y se enfrentó con 300 roncaleses a 10.000 hombres. Obviamente, perdió.
Quizás para entender qué le ocurrió a Nafarroa habría que releer «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo. Al parecer, Maquiavelo se inspiró en Fernando el Católico para escribir partes de su libro que, no por casualidad, salió de la imprenta en 1513. Probablemente, los navarros se enfrentaban al príncipe de Maquiavelo con «Visa Oro», puesto que Fernando se hacía cada vez más fuerte y rico con el expolio de los nuevos territorios de ultramar. Aun así, el Católico se gastaba poco en pagar sus mesnadas, que normalmente solo cobraban del botín de guerra. Diversas plazas navarras, como Iruñea, capitularon para no ser expoliadas. En la capital vivían 7.000 personas -incluidas mujeres y niños- y el Ejército que tenía acampado a las afueras era de 10.000 hombres de armas. A pesar de todo, Tutera y Lizarra aguantaron más tiempo del que cabría esperar.
Es mentira, por tanto, que la conservación de los Fueros de Nafarroa se deba a una resistencia heróica o a un pacto. Más bien sucedió al contrario, el miedo al botín y la diferencia militar produjo una rápida capitulación. Por lo demás, el mantenimiento de los fueros era una práctica usual y, en líneas generales, el derecho propio navarro se respetó bastante poco después de la conquista. El Duque de Alba dijo en Iruñea que los vencidos no pueden poner condiciones a los vencedores. De «feliz unión», el conquistador no habló nada. El mantenimiento de leyes propias de Nafarroa Garaia dentro del Estado español se justifica muy posteriormente, cuando Nafarroa se alineó con el bando vencedor (el Borbón) de la guerra de sucesión de inicios del XVIII.
Nacionalismo e independencia
El Gobierno Barcina emplea dos argumentos para justificar la celebración. Ha formado un comité para afirmar que la pérdida de la independiencia de Nafarroa Garaia fue en realidad un proceso natural que ocurrió a nivel europeo, por el cual los estados pasaron a ser imperios. A esto cabe responder que también el Imperio español dominó Holanda y eso no significa que los Países Bajos deban formar parte de la Corona española.
La segunda idea que defiende UPN es que en aquella época no existía el sentimiento nacionalista y que, si acaso, los navarros se levantaron contra la ocupación por otros motivos. Pero lo cierto es que los navarros se levantan varias veces contra la ocupación y que, pese a su superioridad militar, los españoles no pudieron extender su dominio más allá del Pirineo. Los alzamientos más importantes fueron el de 1515 y el de 1521, cuando se recuperó todo el territorio y se puso sitio a Logroño, pero que fracasó con la sangrienta batalla de Noain.
Parece que al Gobierno navarro le espanta que alguien intente recuperar ese anhelo de independencia de 1515 y 1521 en el momento actual o que alguien pueda decir que hoy el Conde de Lerín votaría a UPN. Pero entonces y ahora se aprecia que había navarros que no quieren ser tratados como idiotas, que no celebran la conquista, sino que se la replantean.
Aritz Intxusta, en GARA
En 2012, Nafarroa Garaia cumple 500 años de conquista militar por las tropas españolas. Hace cinco siglos que perdió su independencia y, con ella, su derecho a decidir su destino. Aun hoy hay navarros que no quieren tener la capacidad para dirigir su propio rumbo, que renuncian a ejercer esa tarea política y, por tanto, han cogido el camino de los idiotas. Eso sí, con mucho orgullo. Desde esta perspectiva, los 500 años de conquista se convierten en toda una celebración.
Pero el año que entra también es el año de la desmemoria. Más desapercibida, quizás, está pasando la segunda onomástica, la de 1212, cuando ocurrió una de las batallas más recordadas del antiguo reino, la de las Navas de Tolosa. En esa contienda destacó el rey Sancho VII el Fuerte. No era de extrañar, pues su problema de tiroides le convirtió en un gigante entre enanos. De su estatura nació después la leyenda de las cadenas. Supuestamente, Sancho VII arreó un brutal mazazo a la cadena con la que ataba el «moro Miramamolín» a su guardia personal para que no huyera. El rey navarro se llevó la cadena como trofeo y decidió hacer de ella su escudo.
Hoy se sabe, sin embargo, que Miramamolín no era el nombre de ningún sarraceno, sino el título honorífico de Al Nasir, el Emir al Muyahidín. Las cadenas del escudo navarro no son un botín de ninguna batalla, sino que se trata de un emblema anterior. Hay quien dice también que el escudo de El Fuerte pudo ser el arrano beltza, hoy casi proscrito, pues su abuela tenía vínculos familiares con Normandía, donde las águilas, bicéfalas o no, eran un símbolo recurrente en los escudos.
Silencio sobre los Banu Qasi
El mito del rey heróico que tuvo el Reino de Navarra con Sancho el Fuerte se cae pronto. Al parecer, murió encorvado tras entrar en una depresión profunda. Tenía problemas en una pierna y pasó los últimos años en el castillo de Tutera, donde se ganó el sobrenombre de «El Encerrado». En realidad, bajo su reinado Nafarroa perdió la mitad de sus tierras. Ocurrió una década antes de la batalla de Las Navas y los territorios perdidos coinciden bastante bien con lo que hoy se conoce como Araba, Gipuzkoa y Bizkaia.
El gesto de desmemoria que supone la conmemoración de la batalla de Las Navas de Tolosa está más relacionado con el papel que jugaron los musulmanes no sólo en la historia de la Península Ibérica, sino también en la historia particular de Nafarroa. Pero para eso hace falta alejarse otra vez en el tiempo. El Gobierno español ha pasado muy de puntillas por el aniversario del 711. Fue en ese año cuando el joven imperio musulmán arribó con sus barcos hasta la Hispania romana. Sólo ha- bían pasado 70 años de la Hégira, el viaje iniciático del profeta desde Medina hasta la Meca, que la comunidad islámica utilizó para iniciar su calendario.
Los reinos visigodos, que habían llegado a la península dos siglos y medio antes, cayeron como un castillo de naipes. La gran batalla se produjo el mismo 711, cuando Rodrigo, rey de Toledo, pierde en Guadalete. Ciudades fuertes como Zaragoza aguantan apenas un par de años más. Y hasta aquí llega la línea oficial.
Los cronistas españoles suelen obviar que los visigodos tuvieron serios problemas para controlar Vasconia. Precisamente, Rodrigo perdía el tiempo guerreando con los vascones mientras las tropas de Táriq Ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador de Tánger, desembarcaban en Gibraltar con cerca de 9.000 hombres.
Sin embargo, la fecha relevante para entender cómo apareció el reino de Nafarroa tiene más que ver con el sitio de Zaragoza y la llegada de un ejército potente a la frontera sur de lo que hoy se conoce como Euskal Herria. En el 713 el conde hispanorromano o godo llamado Casio decidió que ante el empuje de los musulmanes, lo mejor era cambiar de fe y así mantener su poder en la zona. Así es como nacerá la estirpe de los Banu Qasi, unos poderosos conversos que encumbrarán al considerado como primer rey de Pamplona, germen de lo que luego fue Reino de Navarra, Eneko Aritza. El nacimiento del reino ocurrió aproximadamente un siglo después de la conversión de Casio, pero fue el poder de los Banu Qasi, señores del Ebro, el que consolidó el reino del joven Aritza. Musa ibn Musa, hermanastro de Aritza y líder de los Banu Qasi, era considerado el tercer rey de la Península.
Sólo desde la perspectiva acrítica propia de la visión españolista de la historia se puede obviar la aportación musulmana al nacimiento de Nafarroa. Sin embargo, únicamente se celebran las derrotas de los reinos musulmanes. La ex ministra de Cultura española, Ángeles González-Sinde, acudió a Iruñea a impulsar el recuerdo de las Navas de Tolosa de 1212, vendiendo la celebración de su 800 aniversario como una fiesta de «hermanamiento» entre culturas. El concepto de que las Navas de Tolosa sí hermanaron pero la batalla de Guadalete no -y que, por tanto, se haya dejado sin recuerdo ni homenaje alguno- sigue sin explicarse del todo bien.
No es la primera vez que el Gobierno navarro hace fastos con el aniversario de las Navas de Tolosa. Hace un siglo se convocó un concurso de ensayos. El jesuita de Uharte Alfonso Huici presentó un trabajo que no pudo ser más iconoclasta. Fue de los primeros en negar que las cadenas de Nafarroa tuvieran ese origen mítico. Además, destacaba que Sancho VII acudió de mala gana a la batalla a sacar la cara a quien le había arrebatado Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. El navarro llegó con lo justo. Sólo se llevó 200 hombres, que se integraron en un Ejército de cerca de 70.000. Huici concluyó que la gesta navarra contra los malvados musulmanes no fue tal. Al final, el jurado optó por aplaudir la erudición del arabista de Uharte, pero prefirió no entregarle el premio y considerar el concurso como desierto.
Hay voces críticas, entre las que destaca la plataforma popular 1512-2012 Nafarroa Bizirik, que alegan que el único motivo que ha tenido el Gobierno navarro para celebrar también el aniversario de las Navas de Tolosa ha sido que camuflar que hacer una fiesta de una conquista era demasiado descarado. En realidad, en 1512 apenas se producen hechos de armas relevantes, puesto que la diferencia de fuerzas era apabullante. Ahora bien, sí que perviven aún errores de bulto en la versión oficial.
Una conquista fulminante
En primer lugar, no fue una invasión castellana, sino española. Este error viene dado porque, tras la conquista, el Reino de Navarra se incorporaría a la Corona Castellana. Sin embargo, basta echar una ojeada a las arengas que lanzó el Duque de Alba al tomar Iruñea para que caiga el mito. El duque reclamó la ciudad para «el rey de las Hispanias», al igual que se hacía en América. Es decir, «España» ya estaba conformada antes de incorporar a Nafarroa Garaia.
La desigualdad entre los Ejércitos español y navarro no impidió que corriera la sangre y resonaran los arcabuces. Sin embargo, el único intento serio de parar el avance fue acometido por Petri Sanz, quien se enfrentó en el paso de Oskia a la internada española que llegaba desde Ziordia. Sanz lo hizo a lo Leónidas y se enfrentó con 300 roncaleses a 10.000 hombres. Obviamente, perdió.
Quizás para entender qué le ocurrió a Nafarroa habría que releer «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo. Al parecer, Maquiavelo se inspiró en Fernando el Católico para escribir partes de su libro que, no por casualidad, salió de la imprenta en 1513. Probablemente, los navarros se enfrentaban al príncipe de Maquiavelo con «Visa Oro», puesto que Fernando se hacía cada vez más fuerte y rico con el expolio de los nuevos territorios de ultramar. Aun así, el Católico se gastaba poco en pagar sus mesnadas, que normalmente solo cobraban del botín de guerra. Diversas plazas navarras, como Iruñea, capitularon para no ser expoliadas. En la capital vivían 7.000 personas -incluidas mujeres y niños- y el Ejército que tenía acampado a las afueras era de 10.000 hombres de armas. A pesar de todo, Tutera y Lizarra aguantaron más tiempo del que cabría esperar.
Es mentira, por tanto, que la conservación de los Fueros de Nafarroa se deba a una resistencia heróica o a un pacto. Más bien sucedió al contrario, el miedo al botín y la diferencia militar produjo una rápida capitulación. Por lo demás, el mantenimiento de los fueros era una práctica usual y, en líneas generales, el derecho propio navarro se respetó bastante poco después de la conquista. El Duque de Alba dijo en Iruñea que los vencidos no pueden poner condiciones a los vencedores. De «feliz unión», el conquistador no habló nada. El mantenimiento de leyes propias de Nafarroa Garaia dentro del Estado español se justifica muy posteriormente, cuando Nafarroa se alineó con el bando vencedor (el Borbón) de la guerra de sucesión de inicios del XVIII.
Nacionalismo e independencia
El Gobierno Barcina emplea dos argumentos para justificar la celebración. Ha formado un comité para afirmar que la pérdida de la independiencia de Nafarroa Garaia fue en realidad un proceso natural que ocurrió a nivel europeo, por el cual los estados pasaron a ser imperios. A esto cabe responder que también el Imperio español dominó Holanda y eso no significa que los Países Bajos deban formar parte de la Corona española.
La segunda idea que defiende UPN es que en aquella época no existía el sentimiento nacionalista y que, si acaso, los navarros se levantaron contra la ocupación por otros motivos. Pero lo cierto es que los navarros se levantan varias veces contra la ocupación y que, pese a su superioridad militar, los españoles no pudieron extender su dominio más allá del Pirineo. Los alzamientos más importantes fueron el de 1515 y el de 1521, cuando se recuperó todo el territorio y se puso sitio a Logroño, pero que fracasó con la sangrienta batalla de Noain.
Parece que al Gobierno navarro le espanta que alguien intente recuperar ese anhelo de independencia de 1515 y 1521 en el momento actual o que alguien pueda decir que hoy el Conde de Lerín votaría a UPN. Pero entonces y ahora se aprecia que había navarros que no quieren ser tratados como idiotas, que no celebran la conquista, sino que se la replantean.
Aritz Intxusta, en GARA
1 comentario:
Un artículo al estilo de la casa, por un chico listo.
Ambrosio Huici no llegó a ordenarse como jesuita y cuando realizó el trabajo de las Navas llevaba tres años fuera de cualquier relación con la orden.
Ni los árabes llegaron «a lo que hoy se conce como muga de Euskal Herria», ni los españoles conquistaron Nafarroa Garaia. Esa es la visión española del nacionalismo vasco. Sí, española, porque los límites y divisiones de «Zazpiak Bat» son el resultado de las sucesivas conquistas impuestas desde 1054. La Rioja, por ejemplo, también era «Tierra del euskera», pero los más listos tienen que recurrir a un término cultural para cubrir su ceguera política. En política, esa a la que se niegan los «idiotas», hay que hablar de política, de nuestras instituciones, de las leyes que nos hacían ser un país independiente en Europa. Y eso, solamente tiene un nombre: Navarra.
Se ve que por aquí siguen muchos empeñados en confundir la política con la «identidad». Cuestión de listos.
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