viernes, 30 de diciembre de 2011

UN TRANQUILO SEÑOR DE PROVINCIAS

El 25 de abril del año 2000 José María Aznar fue elegido con 202 votos presidente del Gobierno, tras una borrascosa sesión de investidura. Además del PP, le apoyaron CiU y Coalición Canaria. El PNV votó en contra. La sesión fue muy bronca. Joaquín Almunia había dimitido la noche electoral en la sede de Ferraz y aquel trámite le había correspondido al portavoz socialista, el asturiano y exministro Luís Martínez Noval, a quien Aznar ninguneó, porque toda su batería de hostilidad la reservó para nosotros buscando acuñar el binomio "nacionalismo igual a ETA". Fue una sesión durísima hasta el punto que Erkoreka y Azpiazu, que acababan de llegar a la Cámara, se preguntaron: "¿A dónde hemos llegado?".

Once años después, el PP vuelve a tener mayoría absoluta pero hay dos cambios fundamentales. ETA ha anunciado su cese y Aznar dio paso a Mariano Rajoy, que el martes 20 fue elegido presidente. A esto se le une el protagonismo otorgado a Amaiur al impedirle formar grupo parlamentario propio, un tremendo error, pero recordé cómo, como antecedente, la extrema derecha asesinó a Josu Muguruza el 20 de noviembre de 1989 cuando éste quiso hacer lo hecho por Iñaki Antigüedad. Estamos, pues, inmersos en una crisis, pero también ante un nuevo tiempo y con un nuevo presidente en La Moncloa. Por eso puede ser interesante saber algo más sobre quien es Don Mariano.

Acabo de leer un librito titulado Los Mandarines, de Rafael Nadal, un periodista de Girona que fue director de El Periódico de Barcelona. Es un libro que se lee en un pis pas. Son 19 semblanzas en las que Nadal saca el jugo de su entrevistado y en una de ellas lo hace con Mariano Rajoy. Son ráfagas de una conversación con el nuevo presidente hecha en una comida a dos en Manduca de Azagra en 2009. Y entresaco algunos de los hechos que le han marcado en estos ocho años de oposición.

Le decía a Nadal Don Mariano:

- "Yo fui puesto a dedo. Aznar se inventó aquello de los tres candidatos, pero en realidad lo tenía decidido: porque yo no quería, pero me dijo que Jaime (Mayor Oreja) no podía ser porque era un radical y Rato tenía sus asuntos. Te sonará todo lo raro que quieras, pero fue exactamente así".

- "O sea que acepté y a los dos días ya me estaba diciendo que hacía mala campaña. Y luego, la que me montó el 11-M pasará a la historia mundial. Y claro, pasé los siguientes cuatro años más derrotado de lo que nadie pueda imaginar; lo pasé muy mal".

- "Luego me montaron el auto sacramental de Valencia, pero se pasaron. Y los delegados votaron contra Aznar, hartos de tanta agresividad. Y ahora no dependo de nadie. Yo con Valencia, con Losantos y con Pedro J. acabé diciendo: hago mi camino y ya está. ¡A tomar viento!"

Todo esto casa con lo que dijo en el debate de investidura: "No me veo prepotente ni perdiendo las formas." Algo es algo, o mucho es mucho, porque en democracia las formas son el fondo, y Aznar las perdía a cada instante. Sobre todo con nosotros.

De él, Mariano Rajoy, me dijo en una ocasión: "Iñaki, no te olvides que Aznar es una víctima del terrorismo". "Sí, y lo respeto, pero con eso me dices que no es el hombre para abordar con serenidad un final dialogado de la violencia", le contesté. Sonrió.

Rajoy se presentó ante la Cámara como si fuera una especie de novato en política, sin pasado y con la sola intención de encauzar la salida a la crisis económica. Y sin embargo es todo un veterano, y un superviviente de muchas guerras, sin olvidar que ha sido ministro de Administraciones Públicas, de Educación y Cultura, de Interior, vicepresidente y portavoz del Gobierno de Aznar, y jefe del PP los últimos ocho años. Y seguidor del Real Madrid.

Siendo ministro de Administraciones Públicas fui con el entonces vicelehendakari Juan José Ibarretxe a visitarle a su despacho de Castellana 3 y, entre otros asuntos, le pedimos que abordara la solución del caso del condado de Treviño. Sin inmutarse nos contestó: "Tenéis razón, pero cualquiera organiza una consulta. Si Treviño en lugar de estar en Álava estuviera en Castilla, el asunto estaba hecho". Por lo menos fue claro.

De lo que no hay duda es que Don Mariano es un buen hidalgo español y no precisamente un fanático de lo autonómico, aunque nada hará para poner en crisis el invento de las nacionalidades históricas. Xabier Arzalluz solía contar cómo le impresionó que en un debate en las elecciones en Galicia, se negó a hablar en gallego. Todo un dato. Posteriormente Arzalluz ha dicho que "de esa panda es el mejor". Pues sí. De los Aznar, Mayor Oreja, Astarloa, Acebes, Cascos y Rato, sí es el de mejor cuajo.

De todas maneras, este señor de provincias no desentonó bajo el Gobierno Aznar. Presentado en el Parlamento Vasco lo que llamaron Plan Ibarretxe, el Gobierno español hizo pública una declaración institucional de guerra a muerte. Al día siguiente, el 25 de octubre de 2003, Rajoy, rodeado de todo el PP vasco, reivindicaba el Estatuto de Gernika, que en 1979 habían rechazado, y bajo el árbol lanzó una gravísima acusación que fue toda una ignominia: "El plan hace suyos los objetivos de ETA". Asimismo, cuando culminamos en Santiago el viaje trilateral de la Declaración de Barcelona, que encendió todas las luces rojas en Madrid, Rajoy públicamente nos dijo que Santiago no era el lugar más adecuado para que se reunieran formaciones que "tienen una visión reduccionista de la vida". En esa reunión estaba Artur Mas en representación de una CiU que estaba aún lejos del hoy demandado pacto fiscal. Públicamente le recordamos que otro gallego, Castelao, había dicho al llegar corno diputado al Congreso que lo primero que había que hacer era quitar del frontispicio del hemiciclo las estatuas de los Reyes Católicos que con su yugo y las flechas y la unidad de España en base a la Inquisición y a la caballería, habían estropeado una convivencia de siglos.

Pero también hay otro Rajoy. Cuando en 1996 Aznar quiso negociar con el PNV su investidura, tuvimos que ir a Madrid varias veces a discutir hasta dónde estaban dispuestos a pactar. Uno de esos días fuimos al hotel Majadahonda, donde aparecieron Rato, Montoro, Rajoy, Mayor Oreja y Salmones. En plena discusión sobre el transporte mecánico por carretera, Rajoy se levantó y salió de la sala. Todos creímos que había ido a consultar con Aznar. Al poco salí yo. Estaba en la habitación de al lado, con los pies encima de la mesa, fumándose un puro y viendo un partido de fútbol. Y quien hace esto, hay que colegir que también tiene su parte cachonda y menos patética que Aznar. Para triunfar en Madrid tienes que saber pasar entre faquires, tiradores de cuchillos, vendedores de crecepelo y lanzadores de llama. Y de momento, Don Mariano lo ha logrado.

También hay que decir que como todos, tuvo dos abuelos y uno de ellos, Enrique Rajoy Leloup, fue promotor del primer estatuto de autonomía de Galicia en la República. De todas formas nada hará, como nada han hecho Zapatero ni Jáuregui, para sacar a Franco del Valle de los Caídos.

El caso es que en Moncloa hay un señor de provincias que manda mucho. En las Cortes, en el Gobierno, en las autonomías y en los medios. Mucho. Y ante eso podíamos haber hecho tres cosas. Votar sí, como si fuéramos UPN, que no lo somos. Votar no como si fuéramos IU, que no lo somos, o abstenernos. Y como a él le agradaba la abstención, aunque no nos necesitara, nos dijimos: "Vamos a tratar de mantener un hilo caliente porque ante nosotros tenemos dos retos de envergadura. Consolidar la normalización del país y salir de la crisis económica". Y el no, de alguna forma, nos marginaba en estos dos trabajos. Y además con cinco diputados, podemos hacer una labor más provechosa que CiU con sus 16 diputados que han votado no.

Sí, ya sé que todo esto es una apuesta que puede salir bien o puede salir mal. Pero esas son las cartas y si, además, Amaiur, en una jugada táctica, inteligente, hacía lo mismo, todo el superpurismo abertzale, por lo menos se lo piensa.

Y eso que el mismo día salía en Gara una esquela con una frase del dictador comunista coreano fallecido Kim Jon II que decía: "Aunque se releven las generaciones, la revolución no puede detenerse. La lucha tiene que continuar". A eso le añadimos lo que aprendió Rajoy cuando perdieron en Galicia la moción de censura de 1987: "Me di cuenta de que en el Parlamento no gana quien tiene razón, sino quien suma más votos. La vida son resultados". Pues eso.


Iñaki Anasagasti, senador del PNV

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