¿Por qué los Obispos hablan continuamente de sexo? Tal vez porque es menos comprometido que hablar de justicia social, de rebelión, de exigencia de pobreza testimonial, de amor al prójimo sin el cual es fariseísmo anestesiante el amor a Dios.
La legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero reconoció a la sociedad española, pese a quien le pese, una serie de derechos que implica la aceptación gozosa del amor entre personas del mismo sexo, una sexualidad liberada del concepto episcopal de pecado, la unión homosexual elevada a la categoría de matrimonio, la ley del aborto, el divorcio express, la consolidación del matrimonio civil, la píldora del día después, el incremento del uso del preservativo, la ley de igualdad, el maltrato femenino originado frecuentemente en aspectos ligados al sexo, la dignidad de la sexualidad femenina, antes consentida y comprometida con sujeción al varón como sujeto de derechos. Y así un largo etcétera que nos lleva a mentalidades maniqueístas, cuando no a primitivas concepciones de mentalidades subterráneas.
En un distorsionado afán de construir sobre el sufrimiento la sublimación de la perfección humana, la historia de la Iglesia se erige sobre el desprecio del placer. El placer sexual sólo es lícito en la medida en que se orienta conscientemente hacia la procreación. Su disfrute como placer merece la condena de un Dios instalado sobre la sangre humana, nunca sobre la belleza de la carne.
Ahora que el Partido Popular ha ganado las elecciones, piensan los Obispos que ha llegado el momento de proclamar nuevamente como pecado muchas de las decisiones que en el campo de lo vinculado a la sexualidad instauró como derechos el anterior legislador. El episcopado no concibe al ser humano como sexuado, sino como poseedor de sexo. Son visiones muy distintas y hasta antagónicas. El sexo es un apéndice, independiente de la grandeza del ser humano, no integrado en esa plenitud, sino adherido como artificialmente y destinado de forma exclusiva a la procreación. Es condenable el placer sexual como cualquier otro placer.
“Si se disocian sexo y procreación deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal” Palabra de la publicación ALFA Y OMEGA, editada por el arzobispado de Madrid y distribuida por el periódico ABC. Y aunque el autor de semejante aberración descarte la posibilidad de sacar a la violación del Código Penal, uno se pregunta si tanto su autor como el periódico que la inserta no son dignos de ser llevados ante la justicia por la difusión de ideas absolutamente condenadas en nuestro código penal. El redactor de la revista episcopal se desvincula de semejante disparate, pero agrega para seguir ilustrando su teoría pseudo sexual: " "El sexo está sufriendo una banalización por culpa de la legislación del gobierno de Zapatero que al admitir la legalidad de la píldora poscoital convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute” “¿No debería equipararse a otras formas de agresión como si obligáramos a alguien a divertirse durante unos minutos?
Y todo lo que antecede bendecido por Rouco Varela, escrito por Benjumea e insertado en el ABC dirigido por Bieito Rubido. ¿Libertad de expresión? ¿Libertad para aquello que va directamente contra varias leyes vigentes? ¿Doctrina del cristianismo o pura arbitrariedad episcopal?
La imposibilidad de despenalizar la violación “es un motivo de esperanza, porque demuestra que la deshumanización de la sexualidad, que promueve el Gobierno, todavía no ha llegado a un punto de no retorno".
Esta es la educación que preconiza la Iglesia, cierta prensa auspiciada por una derecha no civilizada y por algunos políticos que desprecian al ser humano como unidad indivisible en el dolor y en la alegría.
Rafael Fernando Navarro, en su blog
La legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero reconoció a la sociedad española, pese a quien le pese, una serie de derechos que implica la aceptación gozosa del amor entre personas del mismo sexo, una sexualidad liberada del concepto episcopal de pecado, la unión homosexual elevada a la categoría de matrimonio, la ley del aborto, el divorcio express, la consolidación del matrimonio civil, la píldora del día después, el incremento del uso del preservativo, la ley de igualdad, el maltrato femenino originado frecuentemente en aspectos ligados al sexo, la dignidad de la sexualidad femenina, antes consentida y comprometida con sujeción al varón como sujeto de derechos. Y así un largo etcétera que nos lleva a mentalidades maniqueístas, cuando no a primitivas concepciones de mentalidades subterráneas.
En un distorsionado afán de construir sobre el sufrimiento la sublimación de la perfección humana, la historia de la Iglesia se erige sobre el desprecio del placer. El placer sexual sólo es lícito en la medida en que se orienta conscientemente hacia la procreación. Su disfrute como placer merece la condena de un Dios instalado sobre la sangre humana, nunca sobre la belleza de la carne.
Ahora que el Partido Popular ha ganado las elecciones, piensan los Obispos que ha llegado el momento de proclamar nuevamente como pecado muchas de las decisiones que en el campo de lo vinculado a la sexualidad instauró como derechos el anterior legislador. El episcopado no concibe al ser humano como sexuado, sino como poseedor de sexo. Son visiones muy distintas y hasta antagónicas. El sexo es un apéndice, independiente de la grandeza del ser humano, no integrado en esa plenitud, sino adherido como artificialmente y destinado de forma exclusiva a la procreación. Es condenable el placer sexual como cualquier otro placer.
“Si se disocian sexo y procreación deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal” Palabra de la publicación ALFA Y OMEGA, editada por el arzobispado de Madrid y distribuida por el periódico ABC. Y aunque el autor de semejante aberración descarte la posibilidad de sacar a la violación del Código Penal, uno se pregunta si tanto su autor como el periódico que la inserta no son dignos de ser llevados ante la justicia por la difusión de ideas absolutamente condenadas en nuestro código penal. El redactor de la revista episcopal se desvincula de semejante disparate, pero agrega para seguir ilustrando su teoría pseudo sexual: " "El sexo está sufriendo una banalización por culpa de la legislación del gobierno de Zapatero que al admitir la legalidad de la píldora poscoital convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute” “¿No debería equipararse a otras formas de agresión como si obligáramos a alguien a divertirse durante unos minutos?
Y todo lo que antecede bendecido por Rouco Varela, escrito por Benjumea e insertado en el ABC dirigido por Bieito Rubido. ¿Libertad de expresión? ¿Libertad para aquello que va directamente contra varias leyes vigentes? ¿Doctrina del cristianismo o pura arbitrariedad episcopal?
La imposibilidad de despenalizar la violación “es un motivo de esperanza, porque demuestra que la deshumanización de la sexualidad, que promueve el Gobierno, todavía no ha llegado a un punto de no retorno".
Esta es la educación que preconiza la Iglesia, cierta prensa auspiciada por una derecha no civilizada y por algunos políticos que desprecian al ser humano como unidad indivisible en el dolor y en la alegría.
Rafael Fernando Navarro, en su blog
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