Hace más o menos un mes, escribía este simple apuente en mi blog: “Demagogia arte bat da, uste baino zailagoa:
oso demagogo gutxik menderatzen dutena” (La demagogia es un arte más difícil
de lo que se cree, arte que muy pocos demagogos dominan). Acababa de leer ese
gran desparpajo de Emilio Botín, el gran timonel bancario: “Vivimos en un momento fantástico, llega el dinero de todas partes”.
No era sino una gota más en el gran vaso aún no sobrado de las populacheras
declaraciones de tantos y tantos personajes. Ana Cospedal, Esperanza Aguirre,
Andrea Fabra, Ana Mato, José Ignacio Wert, Luis De Guindos, Cristóbal Montoro,
María Llanos de Luna, Rosa Díez, nuestra más cercana Yolanda Barcina, y un
interminable etcétera.
Se creen castas, jatorras,
clarihablantes y guiñocómplices
con el pueblo, capaces de llamarle pan al pan y vino al vino, creen practicar
una demagogia sana, lo que les exime a su juicio de culpa cuando tienen que
recurrir a subterfugios semánticos como el gran favor hecho a los pensionistas
con su reforma de las pensiones, como lo de emprendedores,
como lo de la aportación de la emigración juvenil a la Marca España….
¿Demagogia sana? No hay tal, por supuesto, y no solo por lo de sana, es que
ni saben además qué es demagogia. Cada una de sus frases directas es un directo
a la mandíbula de la gran mayoría, una negación de la inteligencia de la mayor
parte de la ciudadanía, un monumento a la incapacidad de los propios dicentes,
es jerga pura y dura de club elitista; son incapaces hasta en demagogia. Para
ser demagogos, necesitarían conocer o haber conocido a eso que se llama pueblo, a esa masa de gente del común
absolutamente desconocida para hijos e hijas de papá y mamá que jamás de los
jamases han salido, ni siquiera en su currículum profesional, de las
faldas/levitas de sus progenitores de alta cuna.
O lo que es peor, juegan a demagogos creyendo que pueblo son solo los de su
casta, solo hablan para éstos, solo llegan a castizos en en sentido más goyesco
del término, cuando el casticismo (el vestir, las maneras, el habla de toreros,
majas y majos, chulapos y chulapas, manolas y manolos….supuestos estereoptios
de un pueblo que solo podían ver como pintoresco) se hizo moda en la
aristocracia y la oligarquía más indolente y rancia del mundo occidental, en la
más antiilustrada, en la más ciega ante la realidad que pisoteaban de paseíllo
diario.
Creen que el común, el pueblo corriente y moliente, no es gente, es basura
sobrante que esconder bajo sus alfombras/cárceles (Gallardón y su reforma
judicial) o basura que aventar al ancho mundo de la emigración
Bixente Serrano Izko, en Diario de Noticias
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