miércoles, 13 de noviembre de 2013

NEGLIGENCIA DE LAS CLASES POSEEDORAS, URGENCIA DE LA SOLIDARIDAD

El tifón Haiyan acaba de devastar las Visayas, en el centro del archipiélago filipino, al mismo tiempo que se abre en Varsovia la 19ª Conferencia Internacional sobre el Clima. El año pasado, otro ciclón mortífero había enlutado las Filipinas cuando la mencionada conferencia se celebraba en Doha. Los delegados gubernamentales habían saludado la memoria de las víctimas, antes de concluir que era urgente no hacer nada. Es seguro que este año ocurrirá lo mismo. Ahora de lo que se trata es de la avalancha por los gases de esquisto. Los lobbies de la energía dictan su ley. Así, para la Mesa Redonda de los Industriales Europeos, “la competitividad” debe ser considerada “tan importante” como “los objetivos de reducción de CO2. Nada debe poner en cuestión sus beneficios y su poder 
Sería imposible “probar” que tal o cual ciclón no habría tenido lugar sin el calentamiento de la atmósfera. Quizá, pero esa no es la cuestión. Haiyan es el más poderoso tifón de los registrados en el mundo que haya tocado jamás la tierra. Para su desgracia, el archipiélago filipino sufre de lleno la violencia de los fenómenos meteorológicos excepcionales que se forman en el océano Pacífico. La lista de tifones mortíferos no deja de crecer: Frank (Fenghen, 2008), Ondoy (Ketsana, 2009), Sendong (Washi, 2011), Pablo (Bopha, 2012) y ahora Yolanda (Haiyan, 2013). Lo peor puede quizás estar aún por llegar: los ciclones se multiplican, sus trayectorias se modifican.
El “mensaje” de Haiyan es claro: esto es lo que significa para las poblaciones el caos climático; en particular para los sectores más pobres que viven a menudo en zonas de riesgo: amenazadas de inundaciones, desprendimientos, de una subida del nivel de las aguas marítimas....Ahora bien, en estos tiempos de urgencia, la corrupción así como la destrucción de los servicios públicos en nombre de los dogmas neoliberales y de los intereses privados han contribuido a hacer al estado impotente.
Negligencia de la “comunidad internacional” de los poseedores, negligencia criminal también de la presidencia filipina. El desastre estaba anunciado, pero no se había hecho nada para evacuar a los habitantes de las zonas más expuestas. No se crearon almacenes fuertemente protegidos con alimentos y material médico. No se preestablecieron centros de socorro cuando las autoridades conocían los riesgos y cuando las comunicaciones eran aún fáciles. Las élites filipinas parece que ignoran todo de la política de prevención de catástrofes y que eso no les preocupa nada en absoluto. Ciertamente, los ricos, los de verdad, pueden retirarse de las zonas amenazadas. Los demás, las autoridades locales, los pobres en particular, que se las apañen allí mismo con muy pocos medios.
Las televisiones del mundo entero y los reportajes de los periodistas o de los “cazadores de ciclones” que habían acudido nos han permitido tomar la medida de la catástrofe. La ciudad portuaria de Tacloban (220.000 habitantes) ha sido literalmente arrasada y se teme que solo allí el número de muertos ascienda a unos diez mil. Los hospitales están devastados, el personal no tiene ya medicamentos. Abandonados, los supervivientes vagan por las ruinas para encontrar agua, alimentos, con qué vestirse, con qué reconstruir un abrigo... y el presidente Benigno Aquino denuncia los “robos”, dándose por objetivo “restablecer el orden”: ¡los tanques del ejército llegan más rápidamente que la ayuda alimenticia! En vez de señalar con el dedo, de criminalizar a las víctimas, Aquino haría mejor sacando las consecuencias de su incapacidad para proteger a las poblaciones, para prevenir el desastre.
Tacloban no es la única localidad siniestrada, ni mucho menos. Haiyan ha pasado por numerosas islas de las Visayas, además de Samar y Leyte de las que hablan los medios: 41 provincias han sido más o menos gravemente afectadas por el tifón. Las comunicaciones son muy difíciles. Es hoy imposible estimar el número de víctimas y de destrucciones. Las Naciones Unidas han prevenido que, en lo que se refiere al balance final, había que “esperar lo peor”.
Imposible no indignarse frente a un desastre así, Sin embargo, es el momento de la solidaridad. La ayuda internacional comienza a afluir; tanto mejor. Por indispensable que sea, la experiencia muestra también sus límites, incluso sus efectos perversos como no deja de recordarnos la situación dramática en Haití.
Las ayudas deben ser concebidas para dar un verdadero poder de decisión a las poblaciones siniestradas. ¡Las víctimas no deben ser tratadas como asistidas que esperan caridad! La autoorganización de los medios populares debe ser facilitada a fin de que sean capaces de defender sus intereses en un momento de gran debilidad y de gran dependencia, de gran desorientación también. En caso contrario, los más débiles corren el riesgo de ser varias veces víctimas: de la catástrofe natural, de la distribución desigual de la ayuda, y luego de una reconstrucción desigual en beneficio de los posesores.
Ayuda de emergencia (agua, alimentos, atención médica...), rehabilitación y reconstrucción deben también estar ligadas: la ayuda no debe resumirse a una intervención puntual, sino que debe ser duradera.
Con este espíritu, con esta perspectiva, la asociación Europa Solidaria sin Fronteras ha lanzado un llamamiento a la solidaridad financiera, para ayudar a nuestras contrapartes filipinas a socorrer a las víctimas en particular allí donde el grueso de la ayuda internacional no irá.
Pierre Rousset, en Viento Sur

No hay comentarios: