Grandes multinacionales son ahora las dueñas de las más importantes empresas de alimentación españolas. La deslocalización de la producción, con el consecuente cierre de explotaciones agrícolas, la pérdida de cientos de miles de empleos y una peor calidad de los alimentos son los estragos que conlleva el dominio del sector en manos de grandes inversores extranjeros.
Mientras el Gobierno se enorgullece de su “Marca España”, el sector agroalimentario, que supone un 17% del PIB industrial y un 8% del total, traslada sus beneficios fuera de nuestras fronteras. Es el caso de empresas emblemáticas como Campofrío, La Casera, Puleva o Bimbo, vendidas respectivamente a una multinacional china, japonesa, francesa y mexicana.
La lista sigue y nos encontramos con que, desde la semilla al supermercado, diez multinacionales controlan la producción mundial de alimentos. La crisis y el “libre comercio” también han arrastrado a la industria española, que perdió 140 empresas de la alimentación en 2012. Los mercados vuelven a imponerse frente a los pequeños negocios, aunque éstos representen un 96% en nuestro país.
No hay que olvidar que las multinacionales deslocalizan su producción a países donde consiguen mano de obra barata. Allí se adjudican el derecho a “acaparar” tierras de cultivo e ignoran cualquier política sostenible y de protección a las comunidades locales. Es lo que el periodista Ignacio Ramonet llama “neocolonialismo agrario”, que “le arrebata el trabajo al campesinado y crea un riesgo de pauperización, tensiones sociales extremas y violencias civiles”. Las grandes compañías que manejan la producción y determinan la igualdad de acceso a ella son, por tanto, aliadas del hambre. “No dudan en anteponer sus intereses comerciales a cualquier circunstancia, aunque con ello degraden ecosistemas o consientan el trabajo infantil”, denuncia Intermón Oxfam.
Esta monopolización del mercado también afecta a la economía española. Unilever, entre las diez primeras multinacionales del mundo, ya ha cerrado más de seis fábricas y despedido cerca de 1.400 trabajadores. O Kraft, responsable de la destrucción de otros 400 empleos en España.
Sin embargo, el control de enormes porcentajes de la industria alimentaria en pocas compañías, las permite influir sobre políticas nacionales e internacionales o mover mercados financieros. También utilizan trabas legales para evadir impuestos, pagando incluso menos de 1,5% de tipo impositivo. Las mismas multinacionales que se hacen cada vez más poderosas son las más denunciadas por no cumplir con su responsabilidad de empresa. Es el caso de Nestlé o McDonald’s.
El aumento del precio de los productos es otro resultado directo del “libre comercio”. El precio de alimentos básicos como el arroz, los cereales, el maíz, el azúcar o la leche crecieron hasta en un 50% en 2008 y ya ha llegado al 100% en algunos países. Pero los pequeños productores no obtienen más beneficios. “Se están desmantelando empresas estratégicas de alimentación, nuestra principal industria y de la que depende el sector agrícola”, dice Pedro Barato, presidente de la organización agraria Asaja, quien recuerda que estas empresas han recibido muchas ayudas del Estado. La política no puede gobernar a favor de la economía y en contra de las personas.
Es insostenible un sistema en el que diez multinacionales controlan el 90% le los alimentos del mundo, mientras los agricultores y productores se empobrecen y los consumidores pagan cada día más por su comida. Es preciso exigir responsabilidades al mercado financiero y a los gobiernos que toleran las malas prácticas de las empresas. Unos consumidores más exigentes y comprometidos contribuyen a que las multinacionales se replanteen su forma de hacer negocios.
Argenpress
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