Hoy, 3 de diciembre, se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, un colectivo mucho más presente en la sociedad que lo que los medio reflejan. En la Unión Europea hay 38 millones de personas discapacitadas, es decir el 14’5% de la población. En el Estado Español, según la encuesta del Instituto Nacional de Estadística, son 3.528.221 las personas que sufren algún tipo de minusvalía, física o psíquica.
Pero si hablamos de afectados por la discapacidad, a esas cifras les tenemos que añadir las de los familiares y personas de su entorno, profesionales socio-sanitarios, trabajadores sociales y otros profesionales relacionados con las asociaciones específicas, lo que hace que el colectivo interesado sea mucho más amplio.
No obstante, los medios de comunicación les dan muy poca relevancia, o les conceden un tratamiento parcial y estereotipado. Se podría decir incluso que es un colectivo invisible. Las razones se pueden buscar en los prejuicios de la sociedad, porque existe una larga y triste tradición de ignorar y esconder a estas personas, considerándolas un lastre en vez de una variedad enriquecedora de la diversidad humana.
Según un estudio realizado en la India, en aquel país más de la mitad de los niños afectados por trastornos neurológicos no salen jamás de su casa, no están escolarizados ni siguen ningún tratamiento encaminado a mejorar su calidad de vida. Ni siquiera están censados en muchos casos. Sus familias los ocultan ante la poca aceptación que existe hacia los discapacitados. Esto se debe a que entre la población india está muy arraigada la creencia de que un hijo con problemas de este tipo responde a una especie de castigo divino. Los progenitores, que normalmente ignoran las posibilidades de mejora de sus hijos, se avergüenzan de sus circunstancias y consideran que es inútil escolarizarlos.
En los años 80 una serie de iniciativas privadas e institucionales aprobaron unas pautas para mejorar el tratamiento informativo de las personas con discapacidad. La organización Rehabilitación Internacional hizo posible que la ONU prestase atención al tema y así la Asamblea General aprobó en 1982 un Programa de Acción Mundial en el que se instaba a los medios de comunicación mundiales a ofrecer una imagen objetiva, con informes ecuánimes sobre las discapacidades, haciendo posible que las personas afectadas y sus asociaciones específicas estuviesen en situación de presentar sus problemas y sugerir estrategias para resolverlos.
Hay un trabajo pendiente en el terreno institucional para garantizar los derechos, la dignidad y el bienestar de las personas discapacitadas, para conseguir su inserción en el mercado de trabajo, para impulsar el cumplimiento de las normas internacionales en su beneficio, para impulsar su participación en la sociedad y su integración en base a la igualdad.
Pero no menos importante es el trabajo pendiente en el terreno de los medios de comunicación, en el que tienen que implicarse muchos actores. Porque todos los seres humanos tenemos el derecho a que no se nos discrimine ni se nos olvide. Es cuestión de todos trabajar para que ninguna persona ni colectivo, por minoritario que fuese, se sienta tratado de manera diferente o injusta por el llamado cuarto poder.
Pero si hablamos de afectados por la discapacidad, a esas cifras les tenemos que añadir las de los familiares y personas de su entorno, profesionales socio-sanitarios, trabajadores sociales y otros profesionales relacionados con las asociaciones específicas, lo que hace que el colectivo interesado sea mucho más amplio.
No obstante, los medios de comunicación les dan muy poca relevancia, o les conceden un tratamiento parcial y estereotipado. Se podría decir incluso que es un colectivo invisible. Las razones se pueden buscar en los prejuicios de la sociedad, porque existe una larga y triste tradición de ignorar y esconder a estas personas, considerándolas un lastre en vez de una variedad enriquecedora de la diversidad humana.
Según un estudio realizado en la India, en aquel país más de la mitad de los niños afectados por trastornos neurológicos no salen jamás de su casa, no están escolarizados ni siguen ningún tratamiento encaminado a mejorar su calidad de vida. Ni siquiera están censados en muchos casos. Sus familias los ocultan ante la poca aceptación que existe hacia los discapacitados. Esto se debe a que entre la población india está muy arraigada la creencia de que un hijo con problemas de este tipo responde a una especie de castigo divino. Los progenitores, que normalmente ignoran las posibilidades de mejora de sus hijos, se avergüenzan de sus circunstancias y consideran que es inútil escolarizarlos.
En los años 80 una serie de iniciativas privadas e institucionales aprobaron unas pautas para mejorar el tratamiento informativo de las personas con discapacidad. La organización Rehabilitación Internacional hizo posible que la ONU prestase atención al tema y así la Asamblea General aprobó en 1982 un Programa de Acción Mundial en el que se instaba a los medios de comunicación mundiales a ofrecer una imagen objetiva, con informes ecuánimes sobre las discapacidades, haciendo posible que las personas afectadas y sus asociaciones específicas estuviesen en situación de presentar sus problemas y sugerir estrategias para resolverlos.
Hay un trabajo pendiente en el terreno institucional para garantizar los derechos, la dignidad y el bienestar de las personas discapacitadas, para conseguir su inserción en el mercado de trabajo, para impulsar el cumplimiento de las normas internacionales en su beneficio, para impulsar su participación en la sociedad y su integración en base a la igualdad.
Pero no menos importante es el trabajo pendiente en el terreno de los medios de comunicación, en el que tienen que implicarse muchos actores. Porque todos los seres humanos tenemos el derecho a que no se nos discrimine ni se nos olvide. Es cuestión de todos trabajar para que ninguna persona ni colectivo, por minoritario que fuese, se sienta tratado de manera diferente o injusta por el llamado cuarto poder.
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