martes, 9 de diciembre de 2008

LO QUE NO SE NOMBRA NO EXISTE


Un idioma es una cosmovisión de una comunidad de hablantes. Cada idioma nos enseña una cierta concepción del mundo y con ella se transmite parte del pensamiento, de la manera de actuar y sentir que tiene una sociedad. Al mismo tiempo la lengua actúa en el interior de la persona, sirviendo de vehículo de articulación del pensamiento conformando lo que llamamos función de identidad.

A medida que aprendemos una lengua nos vamos informando del mundo que nos rodea y la concepción de la realidad que nos transmite va a condicionar nuestras formas de pensar, ser y estar.

Una realidad social conformada por el patriarcado manifiesta una discriminación de género que se refleja en una concepción del mundo androcéntrica; el ser humano masculino se considera como centro del universo y hace equivaler lo masculino a lo humano en general.

Esta ordenación de la sociedad patriarcal se transmite por un lenguaje también androcéntrico, donde lo masculino ( y estamos hablando cuando el género gramatical se refiere a los hombres y las mujeres) tiene dos valores: se considera genérico, integrador, universalizador y, al mismo tiempo, específico, solo para los seres humanos de sexo masculino; por lo tanto la utilización cuantitativa y cualitativa es enorme, configurándose en la “norma”. El femenino solo se va a utilizar como término específico para referirse a las mujeres, significa la excepción, lo residual, lo otro, lo que no tiene categoría suficiente para alcanzar a toda la humanidad.

Esta posición asimétrica da muchísimo rendimiento al patriarcado asentando sus bases: jerarquización de lo masculino sobre lo femenino, confusión muy propicia entre lo masculino y lo humano y el ocultamiento y el mutismo de lo femenino.

En el estudio de la adquisición del lenguaje en los seres humanos se nota en falta saber como actúa en la formación de la personalidad de las niñas esta categorización de la lengua. Hay un aprendizaje que tienen que hacer enseguida del que los niños no se tienen que preocupar: ¿Cuando el masculino es genérico y las engloba también a ellas y cuando es específico las excluye? ¿Que confusión mental, que especie de esquizofrenia se da en las niñas teniendo que aprender a diferenciar esto? ¿Que ventajas tienen los niños, tan pronto, siendo el paradigma de todo, vehiculizado también por el lenguaje?

Una sociedad jerarquizada por géneros, el masculino, utilizado como universalizador remite inconscientemente en el pensamiento a un referente masculino específico, ser humano del sexo masculino, ocultando lo femenino e impregnando al pensamiento de las personas de la inferioridad que supone este género (los hombres, los trabajadores, los vecinos, los dirigentes, los estudiosos…)

La utilización de lo masculino como universalizador viene siendo, de esta manera, una agresión mas del patriarcado, pero ante las protestas feministas se nos recuerda que debemos sentirnos incluidas en ese masculino integrador tan correcto gramaticalmente y que el mundo no va a cambiar por emplear el femenino y el masculino tan contrario a la economía del lenguaje.

¿Que diríamos si nos presentasen ante otros pueblos como personas españolas? Nosotros, rápidamente puntualizaríamos que somos galegas, ante lo cual podrían respondernos que A Galiza ya esta incluida en España. Consideraríamos esto como un silenciamiento, como una agresión ante lo que somos. Explicaríamos que es una imposición histórica y que, aun que legalmente sea así, no coincidimos con eso y estamos luchando para que se cambie.


Las mujeres nos vemos abocadas a utilizar el masculino aun cuando solo hay un integrante masculino dentro de un grupo de hablantes y si no es así, enseguida se escuchan protestas o rectificaciones. “Estamos todos?””Quien es el director del centro”… las mujeres tenemos la obligación de considerar normales estos enunciados, pero probar a utilizarlos en femenino. La utilización del femenino como genérico causa risa, pero lo que hay que analizar es que en estos casos no es la supuesta “incorrecta utilización gramatical”, lo irrisorio es la inclusión de alguien de género masculino dentro de lo que se considera socialmente un grupo inferior: ser mujer es rebajar la categoría. Así es cierto que el cambio de la lengua no va a variar el mundo. Somos bien conscientes de que no es tan fácil, pero sí es obligarnos a cambiar los esquemas mentales, descubrir donde está la discriminación oculta y buscar alternativas.

Los caminos no están cerrados, se dan numerosas alternativas en el habla y en la escritura: arrobas @; estrellas *; reduplicaciones, “abiertas y abiertos”; términos mas génericos, “los seres humanos”, “ la vecindad”; la utilización de “persona” mas su cualificación a continuación, “ las personas trabajadoras”; la utilización del femenino como genérico ante grupos mixtos para llamar la atención sobre el problema, la utilización del femenino primero en las numeraciones “compañeras y compañeros” (en las enumeraciones se comienza por los términos mas importantes, sería, entonces, una medida de acción positiva); la propuesta de que esto se haga por orden alfabético, “amiga y amigo” y “asesesor y asesora”… Podríamos seguir hablando de soluciones lingüísticas por que todo esto, todavía, está hirviendo en la olla y nada es definitivo. ¿Complicado? En la medida que necesitamos pensar, sin duda. Pero lo que cumple es tener voluntad. La lengua es algo vivo y maravilloso que tiene dentro de su propia estructura infinitas posibilidades y la imaginación no nos falta para crear otro mundo no patriarcal.

O que non se nomea non existe.

Traducido del galego de la web de Mulleres Nacionalistas Galegas

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