"El momento fue de indescriptible emoción. Las bandas interpretaron el Himno Nacional en tanto se disparaban centenares de cohetes que atronaban el recinto y el público no cesaba de dar vivas a España, al caudillo y a Santander, y las fuerzas presentaban armas y la inmensa muchedumbre cantaba el Cara al Sol".
Pero eso fue hace 44 años. Ayer, no hubo ni autoridades, ni misa, ni desfiles militares, ni fuegos artificiales, ni banda de música, ni cánticos, ni mucho menos miles de personas fundidas en una "apoteosis patriótica". Ayer, sólo había cerca de un millar de pacientes ciudadanos y una cuadrilla de operarios trabajando. No faltaron emociones, eso sí, pero era todo tan normal en Santander que hasta llovía.
La retirada en la capital de Cantabria de la estatua ecuestre de Franco, tras 33 años de democracia y cinco horas de desmontaje, significa que el dictador ya no cabalga en ningún lugar público de España. La figura permanecerá en un almacén municipal hasta que se construya un museo de Historia de Cantabria, al que presuntamente está destinada.
La retirada en la capital de Cantabria de la estatua ecuestre de Franco, tras 33 años de democracia y cinco horas de desmontaje, significa que el dictador ya no cabalga en ningún lugar público de España. La figura permanecerá en un almacén municipal hasta que se construya un museo de Historia de Cantabria, al que presuntamente está destinada.
El alcalde de la ciudad, el conservador Íñigo de la Serna, recordó que la retirada se producía en el marco de las obras de remodelación de la plaza del Ayuntamiento y en cumplimiento de un acuerdo adoptado por unanimidad en la corporación municipal en 2004. Admitió que la retirada cumple con la Ley de la Memoria Histórica, pero al tiempo subrayó la ausencia de intencionalidad política en el acto.
En cualquier caso, esta mañana, por primera vez en casi medio siglo, Santander ha amanecido sin rendir a Franco ni el homenaje, ni el agradecimiento, ni el fervor patriótico que arrancó con la erección de su figura ecuestre en la plaza principal de la ciudad, tal y como contaban las crónicas de su inauguración, citadas al inicio de la información y publicadas el 25 de julio de 1964 en las portadas de Alerta y El Diario Montañés los dos históricos diarios de la provincia, que le dedicaron escaso espacio a la previsión del acto en sus ediciones del miércoles.
Los santanderinos son poco dados a hablar de política, la mayoría suele manifestar que no es asunto que le preocupe. No es un tema de discusión frecuente, quizá porque muchos de ellos creen que el resto piensa igual. No en vano, el último alcalde no conservador del municipio, Macario Rivero, se remonta a la II República.
Los santanderinos son poco dados a hablar de política, la mayoría suele manifestar que no es asunto que le preocupe. No es un tema de discusión frecuente, quizá porque muchos de ellos creen que el resto piensa igual. No en vano, el último alcalde no conservador del municipio, Macario Rivero, se remonta a la II República.
Cualquiera que haya preguntado en la ciudad durante los últimos 33 años en democracia antes no podía uno quejarse de eso por qué no se retiraba la estatua de Franco, se habrá encontrado casi seguro con las mismas opiniones que ayer ofrecían de forma espontánea muchos testigos.
"¡Qué manía con Franco, dejadle en paz", comentaba una mujer que avanzaba entre el gentío sin detener el paso. "No estorba, no me molesta, eso es historia y lo demás son tonterías", sentenciaba a la puerta de su farmacia otro testigo, que reingresaba a su local sin dar lugar a réplica. Ángel, de 86 años, se detenía frente a la estatua para hacer el saludo fascista y gritar un apagado: "¡Viva España!". "Esto de hoy no es una democracia, es una desgracia. Me duele que le quiten, ahí no molesta a nadie, y al que le moleste, que mire para otro lado. ¿Sabe que necesita este país? ¡Estaca! Me duele", insistía el anciano.
Mientras los operarios picaban el pedestal de la estatua para descubrir y serrar las barras de anclaje, un nostálgico trepó a lo alto de la plataforma para ondear una bandera de la Falange y, poco antes, una mujer había arrojado un ramo de flores a los pies del pedestal.
El historiador Miguel Angel Soya, experto en la Guerra Civil en Cantabria, asegura que la mayoría de los santanderinos son en el fondo "indiferentes" a lo que pase con la estatua porque "el franquismo fue enterrado hace 30 años".
Para Soya, el conservadurismo de la ciudad se debe sobre todo a la falta de una historiografía completa. "Hasta hace unos meses, no hemos sabido, por ejemplo, que la represión franquista costó en Cantabria 2.500 vidas hasta 1948. Durante muchos años, aquí sólo se ha hablado de las atrocidades que cometió el bando republicano durante los 13 meses que mantuvo su dominio, la propaganda franquista ocultó el resto", explica.
Lo cierto es que ayer, al margen de algunas civilizadas discusiones, no se produjo ningún incidente. No hubo banderas, cánticos u otro tipo de exaltaciones preconstitucionales, ni siquiera hubo rastro de la veintena de personas que se congregó en torno a la misma estatua el último 20-N.
Sí hubo, en cambio, multitud de corrillos donde cada uno se expresaba en política de un modo distinto al resto y además tardaba un rato en darse cuenta de ello, de lo bien que se sentían todos compartiendo ese rato de historia con los prójimos, aunque a cada uno le moviese, o eso pareciera, motivos diferentes.
El momento del alzamiento se recibió con aplusos y el ambiente durante la mañana fue de total normalidad, animadas tertulias entre la parroquía y un incidente: un nostálgico subió a la estatua con una bandera de la Falange que la Policía nacional retiró.
El Ayuntamiento santanderino anunció que la obra será trasladada a un depósito municipal, hasta instalarla en un futuro Museo de Historia de Cantabria. La estatua de bronce, de siete metros de altura, fue instalada frente al consistorio de Santander en 1964. Ese mismo año murió su autor, el escultor José Capuz. El mismo molde que creó el artista fue utilizado para las copias de la estatua que se levantaron en Ferrol, en la Capitanía General de Valencia y en la sede de los Nuevos Ministerios de Madrid. La escultura de Franco sólo se ha ausentado de la plaza Mayor de Santander una vez en los últimos 44 años. Fue hace una década por una remodelación del aparcamiento subterráneo.
El traslado había sido acordado en un pleno municipal de noviembre de 2004. El alcalde que firmó el acuerdo, Gonzalo Piñeiro (PP), aseguró entonces que la retirada del monumento se haría "sin nocturnidad", para "evitar enfrentamientos", como sucedió cuando se retiró la escultura de Nuevos Ministerios.
La decisión del actual regidor de Santander, Íñigo de la Serna (PP), evitará que la plaza Mayor se convierta en un lugar de peregrinación de nostálgicos franquistas y de neonazis. El acuerdo municipal incluye, también, la retirada de un escudo de la II República situado justo frente a la estatua.
La Asociación Héroes de la República y de la Libertad de Cantabria ha solicitado al primer edil que el destino final de esa placa republicana sea el cementerio de Santander, donde están enterrados más de 1.000 republicanos fusilados. El historiador cántabro Antonio Ontañón cree que el destino ideal del escudo sería frente a la manzana número 52 del cementerio.
"Allí llegaban los cuerpos salidos de la prisión provincial. El capellán, José Soto Vidal, enterrado en una ermita cercana en honor de santidad, registraba el número de muertos y la fosa donde eran depositados. No preguntaba por su nombre y 70 años después, hemos sido los historiadores quienes hemos descubierto a las familias dónde están los restos de sus antepasados", cuenta.
El capellán marcaba el número de cuerpos que llegaban. La media era de 15 fusilados al día. Los hombres que cabían en un camión.
Público. 19 / 12 / 08
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