Estoy sumido en un amargo desengaño. No está aún lejos el momento en el que me sedujiste; te mostraste simpática, atractiva, procaz... y yo, incauto, caí en tus redes.
Me tentaste exhibiendo tus estupendas condiciones para brindarme tus servicios : préstamos casi ilimitados, incluso para el consumo en condiciones inmejorables, inversiones de altísima rentabilidad... y todo adornado con un trato tan cariñoso y evocador, una comunicación tan próxima y afectuosa que... caí en tus redes. No lejos aquel momento, pero sí a años luz ya nuestra amorosa relación; ahora sólo tu desprecio.
Aquello de las fantásticas condiciones en tus jugosas inversiones, tu amplísima disposición a ayudarme a consumir cada vez más y más y a reformular día a día y sobre la marcha el corazón de nuestro amor: la hipoteca, han caído lapidadas por tu parte.
Yo sigo necesitándote, no sé si aún enamorado pero sí enganchado a las necesidades que me hiciste desear... pero ahora... te llamo y me das largas, casi no quieres ni hablar conmigo y, con tu lenguaje más frío y profesional me sugieres que "mire por ahí", que en la calle hay muchas otras profesionales.
En el fondo atisbaba que lo nuestro quizá no fuese verdadero amor pero confiaba en que nuestra relación siempre, al menos, podría mantenerse en un ámbito correcto y educado, dialogante maduro y, cuando menos, profesional.
Ahora, ¡oh, incauto despechado! vagabundeo cabizbajo por las calles y observo con estupor tu anuncio, tu foto de cuerpo entero exhibiendo todos tus atractivos, incluso ese tan curioso de la excelencia en el que presumes no sólo de tu dulzura para con tus clientes, sino además, de tu filantropía...
Al fin lo veo amargamente claro, no eres ni una buena profesional pues ni siquiera quieres oír a tu cliente, a quien paga tus facturas; sigues invirtiendo mucho en tu maquillaje, en tener una bonita fachada, una imagen atractiva..., pero no tienes la decencia de hablar con tu cliente y saber cómo va eso de la satisfacción del cliente que es lo primero para cualquier profesional que se precie.
Tu cliente despechado -pero ya no incauto-. Javier Magán López
Diario de Noticias
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