sábado, 10 de marzo de 2012

DIECIOCHO AÑOS ESPERANDO A UN PARO CONJUNTO EN NAVARRA

Han hecho falta 18 años, una mayoría de edad completa, para que los cuatro sindicatos principales de Navarra coincidan en una huelga general conjunta. No será estrictamente unitaria -son convocatorias distintas y no habrá una única manifestación- pero al menos los trabajadores saben que el día 29 de marzo se para, sea cual sea su afiliación. No como en las cuatro ocasiones anteriores (tres a cargo de ELA y LAB y otra impulsada por UGT y CCOO), que se saldaron en Navarra con un autocomplaciente fracaso para las cuatro fuerzas sindicales.

Hay que remontarse al 27 de enero de 1994 para encontrar una coincidencia en fechas. Los sindicatos, como hoy, protestaban entonces contra una reforma laboral, ejecutada por un último Gobierno de Felipe González en fase preagónica. Aquella reforma, apoyada por CiU, abría la puerta a las empresas de contratación temporal y era calificada por los sindicatos como "la mayor contrarreforma de la democracia", algo parecido a lo que puede escucharse hoy. La patronal y el Gobierno, por el contrario, defendían los cambios y vaticinaban que estimularían la contratación. Y las encuestas reflejaban que el 40% de los ciudadanos rechazaba la convocatoria y se oían voces críticas con las dos centrales mayoritarias. En Navarra, ELA y LAB ya marcaban distancias con UGT y CCOO: como esta vez, las convocatorias y los actos del día discurrieron por cauces separados. Una réplica de los mismos discursos y actitudes que se han oído y se oirán en los próximos días.

Desde entonces, la brecha no ha dejado de crecer, con una parte acusando a la otra de idolatrar el diálogo social y rendirse ante los empresas, y con la otra respondiendo a la una que se desenroscase la txapela y antepusiera el interés de los trabajadores a la construcción nacional. Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca se convirtieron así en sendas rarezas, con dos bloques sindicales que han llegado a comportarse de modo surralista: en 2002 convocaron dos huelgas generales en días sucesivos para responder a una reforma laboral que finalmente Aznar decidió dejar para mejor ocasión.

Diez años más tarde, la reforma ha llegado, tras cuatro años de crisis durísima, con más de 30.000 puestos de trabajo perdidos y un programa de recortes sociales que comenzó en 2010, que se acentúa ahora y cuyo final no se divisa A la rebaja de los salarios públicos siguió la congelación y reforma de los pensiones. Y a la reforma laboral le sucederá quizá un menor número de vacaciones para los empleados, como ha pasado en Portugal.

La actual reforma es, por tanto, el denonante, pero no el único motivo que tienen los sindicatos para acumular fuerzas ante una confrontación que seguramente desemboque en nuevas huelgas, alguna quizá antes del verano. En esta ocasión la reforma posee calado (abarata el despido, lo facilita incluso con quienes caen enfermos, permite bajar los salarios...) y los sindicatos tienen ante sí a un Gobierno fuerte, con mayoría absoluta y elegido hace apenas tres meses. Y con los ojos de toda Europa puestos en su reacción.

La huelga de 1994, la última conjunta, no resultó especialmente brillante, es verdad. Ocurrió que los efectos de la reforma quedaron enmascarados por una recuperación económica veloz, que se prolongó durante más de una década y que creó el clima para que la izquierda social se fragmentase, se desmovilizara y se viera abandonada por sus referencias socialdemócratas tradicionales. Hoy, el triunfo del capitalismo más desregulado parece indiscutible y, ante ello, los sindicatos se juegan su razón de ser. O actúan como verdadera oposición, sin agarrarse a dogmas del pasado pero plantando batalla allí donde es necesario, o habrán dado otro paso hacia su irrelevancia. 18 años después, tienen una oportunidad, también en Navarra, de mostrar su mayoría de edad.

Juan Ángel Monreal, en Diario de Noticias

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