La declaración de cese definitivo de la actividad armada de ETA del 20-10- 2011 ha causado un auténtico terremoto político y social que invita a lecturas de pasado y presente y a pensar el futuro político inmediato. Las elecciones generales celebradas un mes después, el 20-N, apuntan también a un nuevo escenario institucional.
1. REACCIONES
* Hay quienes no han aceptado el cese definitivo de las acciones de ETA porque ya no ofrece la oportunidad del exterminio y derrota total del supuesto complejo ETA-Izquierda Abertzale (IA) ni, de paso, la marginación del nacionalismo en su conjunto. En este caso la mirada es desde las claves de una España única y de un Estado que dice defenderse sólo del terrorismo, ninguneando la reivindicación nacional vasca y sacrificando rasgos bastante sustanciales de un estado de Derecho.
Se va el sparring cómodo que justificaba todas las tropelías imaginables del Estado... y le echan de menos. Era una pelea, ciertamente con daños dolorosos, pero en un cuadrilátero controlado que tapaba el otro cuadrilátero, el que le importa más al Poder con mayúsculas y que sí tiene patria: la unidad de Estado. No acepta que se plantee no ya una consulta sobre la independencia sino tampoco sobre los modelos federal o confederal. En esta tesitura se mueven buena parte de las huestes del PP, UPyD, foros de la venganza diversos, los Torquemada de papel y onda o la mayoría de asociaciones políticas de víctimas.
* Hay quienes, con más visión de Estado, respiran aliviados . Un problema enquistado menos; y lo celebran. Por el momento sólo dicen que se aplicará la ley en relación a las “consecuencias del conflicto”. No se comprometen a eliminar toda la legislación de excepción generada estos años a la que atribuyen lo que llaman “la derrota de ETA”.
Se están apresurando a reescribir la historia e interpretación de este periodo y son amnésicos respecto a los abusos del Estado, las legislaciones antidemocráticas, las impunidades policiales, la crueldad penitenciaria, los crímenes sin explicar… Pactaron la desmemoria de la Transición entregando a la clase dirigente del antiguo régimen el Poder y la palabra y, ahora, reclaman que la recuperación de la memoria posterior sea selectiva, sólo sobre ETA, dejando en la sombra la otra parte de la historia: crímenes de Estado, torturas sistemáticas, penas sin medida, estrategias de castigo, degeneración democrática….
* Más abundantes por Euskal Herria son quienes, con visión vasca -y hablo de buena parte de la sociedad civil y una parte significativa de la clase política- respiran, respiramos, aliviados porque se acaba una historia que tenía que haber estado acabada hace muchos años y no se sabía ultimar. Hace años que se denunciaban crímenes y tropelías de un lado y del otro , y ahora, tras el anuncio de cese de ETA, ha surgido la oportunidad de que una parte -la que ha matado más- se vaya, y la otra, el Estado embrutecido e impune, tenga que disolver, por presión, sus perfiles más duros e ilegítimos.
* Finalmente, en el mundo de la izquierda abertzale hay una gran alegría, pero también un cierto horror al vacío a la hora de pensar y asimilar lo ocurrido en los últimos 40 años. Un final que ha sido más fruto de la necesidad que de la virtud, más de los datos del presente que de las convicciones, más de la lectura política que de la moral, incluso emancipatoria.
En este contexto ¿cabe un solo relato? No. Relatos. Al menos, uno de Estado y para consumo mayoritario español, en el que se pondrán de acuerdo PP y PSOE y sus cohortes mediáticas, a pesar de los matices. En Euskal Herria un sector (PSE y PP) tendrá el mismo relato pero lo adornarán ensalzando a la sociedad vasca, no darán mérito alguno a la Izquierda Abertzale política (IA) y hasta se sostendrá que ya no hay problema político alguno (López lo ha dicho): sólo una dulce sucesión de alternancias en el timón del Estado.
El resto de sectores –personas de mente abierta y memoria, vasquismos, nacionalismos de izquierda o no, izquierdas varias…- ¿podríamos construir nuestro doloroso relato, sin apaños ni desmemoria y que, a buen seguro, sería el hegemónico aquí? Es un reto posible.
¡Cuánto se agradecería un Memorial de agravios fehacientes que, de no recogerse, sólo quedará en la mirada herida de quienes los padecieron! La sensatez con que ARGITUZ está recogiendo esa información está alejada de quienes, en los dos bandos más enfrentados, hinchan cifras de crímenes ajenos, reales o supuestos, mientras minimizan los próximos y las responsabilidades consiguientes.
2. CONSECUENCIAS POSITIVAS
El cese definitivo de la violencia de ETA fue una noticia histórica por muchos motivos.
* Se ponía fin a un trauma colectivo que impedía unas relaciones sociales normalizadas. Acababa la lucha armada y finalizaba la situación para un amplio sector de amenazados que desvivía en el miedo; unos 3.000 escoltados por una sombra y viviendo como en una burbuja separada del cuerpo social. Otros miles, vigilados policialmente como sospechosos por pensar en independentista. Unos formidables obstáculos para la integración social desde unas vivencias diametralmente opuestas. Con miedo los unos y los otros, y con sufrimiento todos.
Ahora se disipa el miedo en unos, y también se abre la esperanza, en otros, de que se reconduzca la vuelta a una vida normalizada de personas presas y exiladas en un tiempo razonable.
* Se difumina un tapón para la canalización del cambio político que Euskadi espera, por lo menos desde mediados de los 90, cuando el “Plan Ardanza” ya indicaba que, además de la IA, también el PNV daba el paso de exigir un cambio relacional político con el Estado más allá del Estatuto.
ETA era la excusa para no abordar el problema político estructural. Se nos decía “con ETA nada”, “sin ETA todo es posible”, y les crecía la nariz por su enorme desparpajo.
En la nueva fase va a utilizarse el maniqueo discurso de atribución de un perfil etno-identitario excluyente (Pedro Larrea dixit) al soberanismo de las naciones sin Estado, cuando se trata de un reto democrático por excelencia. En cambio se pasará por alto la homogenización etno-nacional atribuible histórica y actualmente al Estado, así como su concepto de “nación soberana”, no sujeta a discusión ni a mayorías ni a unas reglas democráticas razonables.
* Se pone fin al bloqueo político general.
Se abre la expectativa de algún proyecto mayoritario de país en un juego a cuatro, sin que uno pueda bloquear. A diferencia de la alternancia en España -del ahora tú y luego yo, y dentro del mismo concepto de Estado- nuestro espacio es más complejo y sobre dos ejes, social y nacional, que genera cuatro espacios cruzados de derecha/ izquierda y Euskal Herria/ España como referencias nacionales. Invitan a modelar perfiles, según las temáticas, con posibles alianzas distintas, pero para las que la impronta nacional es muy relevante.
De todos modos los números son importantes. Las cuatro sensibilidades principales actuales –tras la implosión temporal de Ezker Batua- no son iguales en tamaño social. No sería igual un escenario de dos grandes y dos pequeños, o de tres grandes y uno pequeño, o de cuatro medianos, de cara a la conformación de un hipotético “bloque histórico” hegemónico, en lenguaje gramsciano. Las elecciones generales del 20-N (2011) ofrecen una imagen rotunda. Las de 2012/2013 y las dinámicas político-sociales van a ser decisivas para un nuevo ciclo ya abierto.
* Más allá de la ilegalización, ETA era un impedimento para el desarrollo de la IA , una IA sin autonomía -maniatada desde fuera y paralizada por lealtades impuestas desde dentro- y que le impedía convertirse en una corriente con vocación de liderazgo social. La excepción ha sido Aralar. El liderazgo militar en el MLNV facilitaba la expulsión de la IA del sistema institucional y electoral, y dificultaba que la sociedad vasca entendiera que una corriente así tutelada pudiera ser portadora de un proyecto democrático de cambio. ¿Cómo predicar un proyecto democrático cualitativo si el vanguardismo militarista impedía su ejercicio dentro de la corriente, y se hacía caso omiso de los deseos sociales unánimes por la paz y la democracia fuera de ella?.
Sin embargo, todavía no estamos en la paz del fin de las violencias. Por una de las partes se requiere inutilización de armas y disoluciones, reflexión y nuevas reglas de conducta. Por la otra parte, siendo impensable el desmantelamiento del sistema estatal de seguridad y de las Fuerzas Armadas mientras estemos en un Estado unitario, sí cabe exigir, en cambio y ya, la desaparición de excepcionalidades que proceden de la etapa del reto de ETA: régimen de incomunicación en comisarías; revisión del status y permanencia de una Guardia Civil vinculada a la lucha antiterrorista; generación de garantías propias de un Estado de Derecho frente a los abusos de poder y los espacios de impunidad…
3. UN RELATO A DESTERRAR: EL DE VENCEDORES Y VENCIDOS
No hay propiamente “Vencedores y Vencidos” sino estrategias fracasadas. Pero no sólo una, sino dos principales. La del militarismo en el MLNV y la del empeño del Estado en enterrar la cuestión vasca.
En el caso abertzale hay un proceso de enmienda, de giro estratégico. En cambio, el fracaso de las instituciones de Estado en transmitir que no hay problema político vasco alguno sólo refleja empecinamiento y tensiones por venir.
También hemos vivido un revés colectivo con la tardanza en lograr hacer bajar las armas. La IA no ayudó hasta el 2004, momento en el que la Declaración de Anoeta asumió conceptos elementales de los movimientos por la paz.
* El discurso bélico de “Vencedores y Vencidos” está lleno de contradicciones cuya fácil venta en España es difícil que cuaje, por su zafiedad, en Euskal Herria:
- significa que hubo una “guerra del norte”, o sea, no sólo contra ETA, sino contra todos los vascos en el imaginario mayoritario español, guerra que se expresó en que una facción vasca tomó las armas, y todos éramos sospechosos.
- significa no tocar la unidad forzosa de España concebida como eterna (aunque, más bien, no llega a dos siglos y siempre contestada).
- significa que la lucha contra ETA era instrumentalizada contra cualquier consulta ad hoc y contra la vía democrática de construcción de la nación vasca, con lo que una guerra particular ETA– Estado se utilizaba como guión central de la relación Euskadi – Estado.
* El discurso de “Vencedores y Vencidos” es además insostenible:
- ETA se retira y, en cambio, la cuestión vasca se pone de nuevo al orden del día cuando en el discurso del Poder se supone que desaparecería con ella. El cese definitivo deja desnudo al rey, y no me refiero a Juan Carlos I, que también podría ser. ETA era un problema más para Euskal Herria que para el Estado.
- Se trataría de unos vencidos muy raros puesto que, en lugar de ser menospreciados por la sociedad vasca tras la hipotética derrota del Estado al teórico “complejo ETA-Batasuna”, la sociedad vasca le premia a la IA y a sus aliados con un voto importante en las elecciones municipales (Bildu) y en las generales (Amaiur, 7 escaños). Se trata más de un fracaso con retirada de ETA -había entrado en un proceso agónico- y de un desistimiento que de una derrota propiamente dicha. ETA se retira como agente porque no tiene sitio y era contraproducente para la IA. Es posible que ETA hubiera podido continuar años en una vida militar agónica, pero políticamente era muy contraproducente desde hace tiempo (ver supra).
En cambio, en el nuevo contexto y en un periodo de indignaciones múltiples con las podredumbres e inutilidades del sistema social y político para encauzar casi ningún problema, se dispara el peso de la IA como agente con autonomía. Ciertamente tiene una oportunidad, no una bula. El tiempo dirá si la aprovecha.
- Se va a intentar explicar ese fenómeno de ascenso de la IA y del nacionalismo en su conjunto por un Síndrome de Estocolmo masivo. Pero la explicación está más bien en el hartazgo vasco con un Estado autoritario que, entre otras cosas, ya deslegitimó al Parlamento Vasco al rechazar discutir las dos propuestas Ibarretxe, o cambió artificialmente su composición para avalar el cogobierno ineficiente, dependiente y contra natura de la minoría política de PSE y PP, con López de lehendakari.
4. FACTORES PARA EL CESE DE ETA
Parece haber varios factores encadenados y que no cabe aislar entre si.
En mi opinión los factores principales han sido: una presión policial y judicial durísima; una contundente presión social vasca (la española estaba amortizada); y la interiorización de la situación real en la IA histórica, con la consiguiente lucha interna por el poder en el global del MLNV. No es fácil determinar cual es el más importante.
Sin duda, el desencadenante en el último tramo ha sido la persecución policial sobre ETA y la persecución judicial y la expulsión de la IA del sistema.
Pero ello sólo hubiera tenido resultados acotados sin los otros dos datos claves. El primer dato nos habla de la oposición social general vasca, incluida la mayoría del mundo abertzale, a las acciones de ETA, y la conciencia colectiva de que la IA política había perdido su autonomía y pie social. El segundo dato fue la decisión de la IA oficial de abrir, con la Declaración de Anoeta de 2004, otra etapa sin ETA y que tuvo que convertirse, a partir de 2007 -tras el atentado de la T4- en un órdago directo de Otegi y su corriente a ETA. Pasaba así de ser una declaración de intenciones a ser una estrategia dirigente, un Contrato- Programa con el país.
Asimismo la labor de los intermediarios y facilitadores como instrumento colectivo ha dado cuerpo técnico a estas dos presiones sociales. También ha ayudado la actitud generosa del PNV ante la Conferencia Internacional de Aiete, por ejemplo.
Sin aquellos dos datos claves podían haber pasado otros 10 años de lucha armada. Así que la versión de la victoria policial-judicial unilateral no se sostiene aunque sí se habría producido en caso de continuar ETA unos años más.
O sea, no hay un solo factor sino varios encadenados. Pero, en mi opinión, el factor más determinante ha sido la posición social vasca enfrentada a la violencia, el desencadenante último ha sido la dureza sin medida del Estado y el agente decisor lo ha sido Otegi y su corriente en el empeño de lograr mayorías internas en la IA histórica, unas mayorías disuasorias para ETA.
5. OTRA VISION DEL CONTEXTO
Se fracasará en entender lo que ha sido ETA si, a lo bruto, se la ve como un fenómeno puramente criminal, mafioso o de fanáticos. Prácticamente en los 70 y parte de los 80 la de la IA fue la ideología dominante, incluso en el ámbito de la sociedad civil, lo que quiere decir que sus valores eran compartidos, y no eran sólo de la corriente.
Las preguntas serían:
¿Por qué ETA fue el catalizador de esa ola política ya desde finales de los 60 hasta finales de los 80? Porque simbolizó la resistencia ante la imposibilidad de ejercicio de derechos colectivos o contra la decepción de la Transición ya en democracia.
¿Por qué ese despliegue generoso de jóvenes que pasaron a la clandestinidad, a la cárcel o al exilio o a penurias sin cuento a lo largo de 34 años, toda una generación y pico? Porque viene de lejos el desencaje con España y que está en la memoria colectiva y en la práctica social. Hay otra memoria, la del fracaso de las instituciones de Estado en la integración vasca o, al menos, de la Comunidad Autónoma Vasca (la Constitución defraudó; el Estatuto pasó por poco; el Plan Ardanza, el Plan y la Consulta de Ibarretxe fueron rechazados; se bloquearon las salidas) y fracasó en la integración socio-nacional de los vascos por tantos derechos conculcados y que han supuesto una memoria de agravio.
Ya empezó todo mal con la amnesia de la T ransición . No se apartó a los franquistas, no se ejemplarizó en derechos y no se dio una educación cívica. Las ideas democráticas se convertían en un barniz sacrificable. Se absolutizó la idea de Estado y la mentalidad autoritaria podía campar a sus anchas. Por eso se instaló la crueldad, el abuso, la sensación de ocupación con cargo a la Guardia Civil, las torturas y algunas ejecuciones… y, con posterioridad, cierre de periódicos, prohibiciones de partidos y la suspensión de derechos electorales para un sector que quedó fuera del sistema, juicios a mandatarios por dialogar… Todo se tragaba en aras del Estado de Derecho. Hasta una parte de la intelectualidad de izquierda se cambió de bando y se rindió a la razón de Estado convirtiéndose en su más feroz mamporrero.
Esa es parte de la Memoria oculta cuyo contenido es también imprescindible que aflore para que los exquisitos “demócratas” –tan dados a patrimonializar la democracia, confundiéndola con la razón de Estado- se sonrojen por haber mirado, y mucho, para el otro lado…
Pero a partir del contexto no cabe, en el lado contrario, en el de la IA, justificar o minimizar una estrategia de ETA que siempre fue voluntaria : de dolor y muerte en una democracia todo lo empequeñecida que se quiera; de sociedad tomada como rehén y en estado de shock permanente; de visión autoritaria de la política desde una minoría arrolladora y de ninguneo de mayorías sociales; de chantaje político en claves de contra-Estado –paz por autodeterminación y territorio-; de instrumentalización de la democracia al servicio del grupo armado; de funcionalidad de la violencia; de destrucción de bienes públicos…
Esta es también otra parte de la Memoria que deberá recorrer sola la IA en sus dos vertientes, la política y la moral. No sea que al final del camino ETA deje las armas pero, en cambio, un sector sectario de IA tenga un pensamiento militarizado que lea la historia en función de la fidelidad a ETA.
6. SIGNIFICADOS DEL CESE DE ETA
Se ha producido así otra cosa distinta a la que nos cuentan.
* Más bien se trata del fracaso de la estrategia armada en todas las variantes y ensayos: desde los atentados contra las Fuerzas de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas a los atentados masivos a cuarteles, con el resultado de niños y civiles muertos y heridos, pasando por los atentados a políticos, empresarios y cargos públicos, las acciones de secuestro y de sicológica “socialización del dolor”, o el puntual terror de masas como los atentados de Hipercor o de la T-4.
* La acción armada complementaria a la electoral y a la lucha de masas ha resultado un fiasco práctico, si se exceptúan Lemoiz y Leizaran. La pretensión de obtener efectos objetivos más allá del peso social saltándose la valla de la legitimidad no ha funcionado.
* En las fallidas estrategias armadas se incluye la disfuncionalidad de los dos modelos largamente ensayados, el político- militar y el militar , de relación entre sector político y armado para la confrontación en regímenes democráticos.
ETA P-M, de dirección conjunta, implicaba en las decisiones a los políticos de EIA o EE. No tuvo recorrido y fue breve. Se supone que ese modelo impedía el militarismo, pero las bombas de estilo terrorista de Correo, Chamartín y Atocha lo desmienten, y los atentados con muerte o tiro en la rodilla de políticos o empresarios también. Asimismo fue absurdo que se defendiera con las armas un Estatuto ya aprobado. Tanto despropósito explica su final rápido con un acuerdo con Rosón que, de todos modos, no parece que fuera tan malo visto desde la distancia.
Esa experiencia de implicación directa de políticos en decisiones terribles no autorizaba luego a éstos a que dieran lecciones de ética a los demás. Euskadiko Ezkerra acabó como el rosario de la aurora liquidando un proyecto interesante como eran EIA o EE, y vendiendo una primogenitura a los socialistas a cambio de nada, sin que estos se transformaran en una especie de PSC. La leyenda de la altura de miras de Onaindia se cae por su peso.
En cambio, en ETA M, que apostó por la separación política y militar y la hegemonía o condicionamiento militar sobre los desarrollos estratégicos de la corriente, duró mucho más, pero también generó una enorme disfuncionalidad desde principios de los 90 que afectó al peso social de la IA. La escisión de Aralar fue un aviso.
También la de ETA M ha sido una estrategia fallida y éticamente insoportable, que educó en el todo vale y en mirar para otro lado a toda una generación de abertzales. El reciclaje será largo.
*Contrariamente a lo que se suele decir, la propia permanencia de la IA se debe menos a una ETA catalizadora que al espíritu combativo de la propia IA y la evidencia de los errores e imposiciones del sistema, que ha sido el gran alimentador del cabreo social.
Cabe sostener que ETA fue catalizadora social en los años 70 y 80, sí, pero que empezó a dejar de serlo a principios de los 90, si se exceptúa para el núcleo duro y de los jóvenes radicales. Se produjo una recuperación provisional de lugar social en ocasión del Acuerdo Lizarra pero, precisamente, porque parecía que ETA podía dejar definitivamente la lucha armada.
Asimismo, aunque nunca lo sabremos, es pensable que sin ETA, Euskadi y la IA hubieran llegado mucho más lejos.
* ETA fue perdiendo el sentido de las relaciones de fuerza reales entre Estado, Sociedad y ETA. En las estrategias negociadoras siempre subía el listón más allá de lo razonable (en Lizarra o Loiola, al menos). El resultado ha sido quedarse sin listón, y optar por el desistimiento y sin negociación, cediendo los bártulos a su dueño legítimo: la IA representativa de la corriente.
* El mayor error de ETA, tras Hipercor fue la estrategia de “ socialización del dolor ” de años después. No iba contra el Estado, sino que absurdamente victimizó a la sociedad vasca entera en la expectativa de que el hartazgo aceleraría la negociación. Pero la sociedad no pudo sino darle la espalda, perdiéndose cualquier asomo de apoyo o de comprensión. El doble discurso de reclamar derechos conculcando otros no era socialmente asumible.
* Al final, y tras la Declaración de Anoeta de 2004, todo se ha desencadenado. Fue ETA, con sus órdagos prácticos en Loiola y en la T4, quien puso en cuestión a la propia IA. Una dirección con criterio y riesgo y, sobre todo, desde el sorpasso interno ante las bases mediante el Zutik Euskal Herria que es de ayer mismo, han canalizado el problema. El grupo representado por Otegi y Diez era la última oportunidad generacional.
Forzando el cambio en la relación de fuerzas interna entre la IA militar y la IA política, ésta tuvo que retarle a la primera y asumir la dirección, produciéndose no ya sólo un cese definitivo sino una jubilación anticipada de ETA, cuyo cometido será gestionar los temas de presos y exiliados y la cuestión de los arsenales, lo que mientras no ocurra tampoco se disolverá.
* La no disolución de ETA significa un riesgo de vuelta a las andadas de algún sector, pero su dosificación es comprensible porque no ha sido una rendición. Aunque parece impensable una negociación directa y técnica sobre las “consecuencias del conflicto” entre el nuevo Gobierno del PP y ETA, la mensajería y conversación virtual mediante grupo internacional de contacto, parlamentarios y colectivo de presos, son necesarias, evitando el riesgo de que se abandone a los presos a su suerte y a la dudosa magnanimidad unilateral del Estado. Las conclusiones de la Conferencia Internacional de Aiete iban en la buena dirección. En la fase final alguien habrá de constatar que no queda espacio para una “ETA auténtica” dentro de la habitación, apagar la luz y -con alguna explicación plausible e instructiva de la historia, para que no ocurra nunca más- cerrar la puerta de una época.
7. PERIODIZACION DE LA RELACION EUSKADI Y ESTADO
Interpretar el tiempo pasado y presente requiere cierta mirada a vista de pájaro y con más mimbres que los utilizados en el discurso del Poder -que interpreta el tiempo en términos del propio Poder y sus siglas gestoras- o en el de la IA que sobrevalora su influencia en la determinación del proceso. Ambos han de integrarse en un diagnóstico general en el que están otros agentes y la sociedad misma.
Petxo Idoiaga propuso una razonable y bastante detallada historia en su artículo de “Anotaciones históricas” (Viento Sur nº 106. Noviembre de 2009) por lo que no se trata aquí de periodizar puntualmente acontecimientos desde el posfranquismo hasta hoy, sino de detectar las grandes tendencias ordenadoras o derivadas de los acontecimientos.
En mi opinión hay tres grandes etapas en el caso vasco.
* Una primera etapa puede situarse entre 1975 y 1988. Se caracterizó por la pugna entre los esfuerzos de institucionalización del nuevo Estado, por la confrontación de un sector social amplio contra la Reforma primero, y contra el sistema político surgido de la Transición después, y por la presión durísima de ETA para una negociación directa con el Estado, acumulando en la década su más larga estela de muertes, focalizadas sobre los aparatos de Estado, pero entre las que hay que incluir, por lo impactante que fue en el mundo abertzale, el asesinato de Yoyes en 1986.
Esas fechas de referencia serían la muerte del Dictador en 1975 y la bomba en Hipercor de 1987 y el ulterior pacto de Ajuria Enea de 1988.
Ahí cabría distinguir dos subetapas: una, la época propiamente de Transición desde 1975 hasta 1979, año en que el Estatuto de Autonomía resulta mayoritario y significa el inicio de ensayo de encaje institucional de los vascos en España, ya que no habían refrendado la Constitución; otra, el esfuerzo de institucionalización del Estado -recortada tras el golpe de Tejero- entre 1980-1988, año de firma del Pacto de Ajuria Enea, en la estela del Pacto de Madrid.
La idea era “todos frente a ETA” (incluía la dispersión de presos y una vaporosa salida política, siempre bloqueada por el PP) y, también, frente a la IA que, en la década, había conocido un importante crecimiento electoral con un punto álgido en las Elecciones Europeas de 1987 en todo el Estado (circunscripción única) con 350.000 votos; y que ETA arruinó con el impacto del atentado de Hipercor en Catalunya, unos meses después.
* Una segunda etapa entre 1989-1997, es decir entre la frustración por el fracaso de las negociaciones de Argel hasta el asesinato de Miguel A. Blanco. Ese periodo está marcado por un Estado ya consolidado y con una legitimación suficiente en España y Euskadi, que se traducirá en el aislamiento de la IA y su asomo al abismo de la exclusión social al final de esa etapa.
Si en la primera subetapa (1988-92) una IA anonadada insiste en ser sólo una comunidad anti-represiva, en la segunda etapa (1992-95) casará mal la nueva “Alternativa Democrática”, que sustituye al programa KAS, con la Estrategia de ETA de “socialización del dolor” (hecha suya en las contramanifestaciones de la IA contra el lazo azul y contra un sentimiento de rechazo colectivo).
Ello se traducirá en una mayor soledad de la IA con puntos culminantes de aislamiento: secuestros de Iglesias (1993) -con aparición del lazo azul- y de Aldaya (1995), la tortura de Ortega Lara (1996) y el asesinato de Blanco de 1997. La repulsa unánime vasca significó un Rubicón. Se produjo la ilegalización de Batasuna y el encarcelamiento de la Mesa Nacional al final de ese año sin respuestas sociales fuertes.
* Una tercera etapa puede situarse entre 1998-hasta hoy. Se inicia un ciclo soberanista de carácter frágil, a lo largo de la década anterior. Con la ofensiva antinacionalista de los partidos de Estado (acuerdo Redondo-Mayor Oreja) sonó la voz de alarma del conjunto del nacionalismo, quien suscribirá (incluida IU-EB) el Acuerdo de Lizarra en 1998. Se ponía al orden del día la Segunda transición pero los mimbres subjetivos no lo estaban todavía.
Cabria distinguir ahí también dos sub-etapas. Una desde el Acuerdo de Lizarra de 1998 al preacuerdo de Loiola de 2006. En el primer caso fue una alianza abierta pero de parte –con una gran hostilidad del PSE y PP- que acaba de mala manera y con una decepción y desconfianza enormes de un amplio sector respecto a la Izquierda Abertzale en su conjunto. En el segundo caso, tras la tregua de 2006, el preacuerdo de Loiola de 2006 fue transversal y a tres bandas (PNV, IA y PSE-EE) y también dinamitado por ETA.
En el ínterin se habían producido ilegalizaciones, el rechazo del Estado a las propuestas de Ardanza –cuando el PNV advierte la intención de sorpasso del PP y PSE al alimón- y más contundentemente a las de Ibarretxe. Ibarretxe es el primero que concreta una apuesta soberanista, incomprendida en parte de su propio partido, en la IA y en los sindicatos nacionalistas, estos últimos molestos por el escaso margen participativo en su elaboración e implementación. También se produce la Declaración de Anoeta en 2004 en la que se separa la negociación política y la “técnica” pero sin que la IA política tuviera en ese momento la hegemonía de la corriente.
La otra sub-etapa es de 2006- hasta hoy. Incluye la persecución y crisis del proyecto de IA. El MLNV es obligado a una reconversión general con cese definitivo de la violencia y al logro de la autonomía de la dirección política de la IA al final del subperíodo, en el 2011.
¿Se ha inaugurado en 2011 una cuarta etapa o continúa la tercera con el cierre de la lucha armada, unas nuevas mayorías sociales ya mostradas en las elecciones generales del 20-N, y con la reapertura del ciclo soberanista, pero con más amplias y sólidas mayorías capaces de un reto colectivo?.
8. NUEVOS TIEMPOS: TEMÁTICAS A LA VISTA
Nuevos tiempos, al menos a unos años vista. El ritmo y la profundidad dependen de las contabilidades electorales y de las decisiones de los agentes después, incluida la movilización. Los resultados de las Elecciones generales del 20-N en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) han dado una inédita y holgada mayoría a los nacionalismos y también mejoran en Navarra. Igualmente dependerán de las dinámicas políticas, de los dilemas sociales entre unas políticas públicas sociales compensatorias o más neoliberalismo de la austeridad y que ya está trayendo una gigantesca redistribución negativa de la riqueza.
Las mayorías en España y en la CAV son diametralmente opuestas, lo que anuncia un choque de trenes en lo político y un largo periodo muy inestable. Pero los temas (presos, legalizaciones, cuestión vasca, economía) deberían ir por carriles distintos, que no se interfieran y bloqueen mutuamente.
Lógicas políticas instaladas
Hay cuatro ejes que nos esperan en lo inmediato
* Uno, sobre las consecuencias de las violencias, tiene a su vez dos vertientes: el derivado del proceso implícito de “Paz por presos y legalizaciones y sin precios de contenido político” al que asistimos. La contrapartida en ese proceso debería ser lo dicho y la regularización de las excepcionalidades del propio Estado de derecho en los planos legislativo, judicial, penitenciario…. Todo ello es necesario, además, para forjar la paz y afianzarla.
* El segundo, hay una fantástica oportunidad para la fluidez social, para el intercambio, más allá de los bloques y fidelidades, para construirse como sociedad abierta y en el respeto mutuo. También para superar nuestra natural querencia por las banderías y nos miremos a la cara todos, reconociéndose incluso quienes rompieron relaciones políticas y humanas en su día a raíz del monotema y ahora pueden compartir alternativas de futuro.
La construcción de la convivencia, más allá de la coexistencia y de la tolerancia, significa esfuerzo (compartir la idea de víctima aunque el orden de importancia no sea el mismo para unos y otros, por ejemplo), gestos, reciprocidades y nuevas reglas reconocidas por todos los agentes.
* El tercero es la puerta abierta, de nuevo, al debate sobre la Segunda Transición.
* El cuarto, y no el menos importante, porque es el que le aprieta más a la ciudadanía, es afrontar la crisis económica de largo plazo desde criterios de solidaridad real y contra la que nadie plantea aún alternativas claras.
El mapa institucional previsible
Si fuera cierto el relato de que la firmeza del Estado nos ha traído el fin de la violencia, la sociedad vasca se lo habría agradecido votando masivamente a Rubalcaba y a Rajoy. Y no ha sido el caso del 20-N, en unas elecciones generales que son favorables al bipartidismo.
En las Elecciones Autonómicas de 2012 o 2013 no sería imposible acercarse al 2/3 de orientación soberanista o de posición favorable al cambio de marco político, tal y como ya ocurriera en las municipales.
Incluso cabe la hipótesis de que las izquierdas abertzales pudieran convertirse, en las elecciones autonómicas y al menos coyunturalmente, en la primera fuerza de la Comunidad Autónoma de Euskadi. Si bien facilitaría las apuestas colectivas por las vías sólo democráticas también elevaría el miedo del Estado gestionado por el PP a reinventar España. Tras el cese de ETA y la reinstitucionalización de la IA histórica hay una gran oportunidad para ésta: pasar de ser una comunidad anti-represiva y defensiva a una comunidad constructiva y con vocación referencial y marcando una agenda propia.
Pero la condición para un hipotético liderazgo estable es el cambio de filosofía, de valores y de metodología desde una estrategia doble de inmersión institucional de nuevo tipo –o sea, de gestión de problemas ciudadanos con participación social- y de organización social con movilización, sin la sombra alargada de la vanguardia militar.
Deberá despejar desconfianzas bien arraigadas en sectores amplios, tanto organizados como sociales, y aprender a superar sin saltarlo el marco legal por aquello de la legitimación. Desde ahí podrán tener amplios respaldos las estrategias de acumulación social, de desobediencia civil –del “acato pero no cumplo”- o de confrontación ante las negativas por venir de un Estado previsiblemente bunkerizado.
- La pregunta del PNV será cómo volver a ser cauce central. Mirará a dos lados antes de decidirse. Puede tener la tentación de no querer abrir el melón si no tiene garantías de ser el fiel de la balanza. De todos modos, los resultados del 20-N le han tranquilizado. Recupera confianza para llegar a acuerdos (la presión de las bases es para acuerdos entre abertzales; la presión de una parte del aparato es volver al viejo modelo de acuerdo entre PNV y PSE tras dejarle a éste que se cueza en sus propios errores). Tendrá difícil maniobrar en lo económico-social ante el clamor social por medidas ante la crisis.
- ¿El PSE habrá aprendido y reiniciará un giro estratégico? Ya sin el apoyo de Moncloa, necesita resituarse frente al PP. Mirará hacia el PNV. ¿Puede tener la llave aun siendo la tercera fuerza?. Al contrario, ¿querrá suicidarse y seguirá pugnando por el mismo espacio que el PP vasco que sólo piensa en claves de confrontación España- Euskadi y en políticas neoliberales?
8. RUTAS
Esos ejes deben traducirse en rutas con ritmos propios, siendo impensable -tras el cese de ETA y por lo tanto de la influencia de su presión política- que pueda producirse una negociación conjunta y simultánea de “causas, consecuencias y procedimientos”, tal y como metodológicamente distinguía Elkarri, y más recientemente Mario Zubiaga.
Causas y procedimientos pasan a gestión política colectiva en función de relaciones de fuerza, mientras una parte de las consecuencias (presos y exilados) lo gestionará el colectivo de presos y testaferros. La otra parte de las consecuencias, la excepcionalidad de Estado, pasa también a dominio político.
Las consecuencias
La ruta de las “consecuencias” de las violencias pasa por entender que el tema de presos es ya un tema central de la agenda política pero que, si se deja pudrir, tiene el riesgo de enquistarse, puede enredar y centrar ahí la vida política y generar la tentación de una vuelta a las andadas de quienes se sientan traicionados. El PP perdería la oportunidad de apropiarse del fin del conflicto violento.
Cabría apuntar ya que Zaballa puede ser la cárcel de acercamiento, canalizar de inmediato el tema de enfermos, los delitos sin sangre, la anulación de la doctrina Parot…Los presos deben ser un agente e interlocutor colectivo -y no individuo a individuo- en el plano de las consecuencias. La cuestión de los perdones individuales, en lugar del relato colectivo de ETA, está pésimamente mal planteada.
El entendimiento social
La ruta de la integración de la sociedad vasca también pasa por tener un relato plausible mayoritario en el país.
La convivencia restablecida y el reconocimiento del daño bastarían pero… de todos. Por el momento nadie ha pedido perdón por la Transición o el GAL, y ya han pasado décadas. Si el Estado no lo hace, y tampoco reconoce siquiera a todas las víctimas, no lo podrá exigir a otros. Quizás se tenga la tentación de responder con la misma moneda pero, desde la otra parte, es más que conveniente que se haga, y ello por pacificar a la sociedad misma y embeberse de nuevos valores.
La Resolución 60/147 de Naciones Unidas de 16-12-2005 dice: todas las víctimas de estas conculcaciones tienen derecho a la verdad, justicia y reparación y no cabe distinción alguna por motivos de la orientación política o de otra índole que pudiera tener o no tener la víctima o el perpetrador, por el tipo de régimen político en el que se producen estas conculcaciones o por ningún otro concepto.
Respeto, reparación, reconocer errores, c ambiar valores y actitudes sociales son los ítem en la buena dirección del futuro. La reconciliación de la gran mayoría de la sociedad vasca posiblemente vendrá a largo plazo y, posiblemente, tras las batallas políticas .
Todavía es pronto para un balance compartido suficiente de todos estos años desde algo parecido a una Comisión de la Verdad. Sólo tras procesos abiertos de integración compartida, de reconciliación lenta, no forzosa y sin estridencias, quizás sea posible plantearla pero sólo a medio y largo plazo. Por el momento ya será difícil que haya tan sólo dos memorias.
Y esto último porque, como decía Ignatieff (2002): “La idea de que la reconciliación depende de la posibilidad de compartir la verdad de los hechos no tiene en cuenta que la verdad se relaciona con la identidad. Aquello que nos parece verdadero depende de lo que creemos ser”. Y ciertamente somos lo que creemos ser.
Notas de hoja de ruta política
* La hoja de ruta política de Aiete no es obligatoria para quienes no estuvieron allí pero, aunque esquemática, es referencia para todos y para la sociedad.
La de Loiola aún es menos obligatoria pero es muy interesante -la más avanzada y transversal de nuestra época- aunque difícil, porque la presión armada ya no está (felizmente) entre nosotros.
Los difíciles mimbres de Loiola no se podrán implementar sin el concurso del PSE-EE -y hay que recordar que ahí no estuvo el PP ni el PS de Navarra y que una parte del PSE (Ares y otros) ya no se reconoce en el documento-. Pero en caso de ausencia del aparato socialista en un hipotético reencuentro, sería interesante que el contenido de aquel preacuerdo se actualizara desde algún organismo neutral o desde una plataforma de gente solvente que fuera muy representativa del país, de tal manera que el resultado de su trabajo se convierta en hoja de ruta social mayoritaria. Desde el respaldo de todos los nacionalismos y sindicatos abertzales y el empuje de una movilización social, permitiría, si tiene virtualidad transversal, plantear una propuesta clara para la sociedad vasca y navarra, incluidas las bases electorales de socialistas y de una parte de los conservadores, y no sólo de los nacionalismos.
El horizonte independentista puede ser inspirador y deseable para amplios sectores, pero no parece que tenga, hoy, mimbres sociales para plantearlo como una reivindicación inmediata de periodo. En cambio, la reivindicación del derecho a decidir podría concitar grandes mayorías sociales y alianzas más variadas y suficientes y ser la reivindicación de período. Dentro de la definición del marco, cuando estén todos los agentes reales en los Parlamentos (el vasco y el de Navarra), cabría retomarse, en el caso del Parlamento Vasco, el contenido del Estatuto Político propuesto en su día por Ibarretxe como documento de trabajo de partida y sobre el que se perfilen el máximo de espacios de soberanía y cosoberania que no sean contradictorios con una apuesta independentista.
* Los resultados electorales de 20-N invitan a plantear, por aquello de la gobernabilidad y la representatividad, un adelanto electoral autonómico para lograr mayorías claras, con margen tanto para una política anticrisis como para la legitimación de las reivindicaciones vascas en todos los planos, incluidos los de la pacificación.
* El ciclo navarro va a ser muy distinto en ritmos y hegemonías, por lo que vincular simultáneamente el ciclo de la CAV y el de Navarra puede ser como chocarse contra la pared. La amenaza de reforma constitucional para anular la Disposición Transitoria para impedir que los navarros puedan decidir su futuro abre un nuevo frente.
La crisis económica al fondo
Van a ser de gran importancia las dinámicas sindicales para afrontar la crisis y evitar laminar y desmoralizar a las grandes mayorías ante la gigantesca redistribución negativa de la renta que se acerca desde la dudosa premisa de que el ahorro de las capas más acomodadas irá a la inversión (y sin plantearse si habrá mercado para absorber nuevas producciones). De ahí la importancia de las alianzas más allá de los partidos, también con instituciones sociales, en círculos concéntricos de influencias distintas y cuidadas.
Igualmente es necesario definir proyectos estratégicos (Educación, Sociedad de la Información, Sanidad, I+D+i, Industria, Cultura) para lo que los grupos de estudio y discusión (think tanks) pueden ser una ayuda para el trabajo en común. Recordemos que hay indefiniciones múltiples porque las violencias nos han tenido entretenidos durante décadas.
En suma, con esperanza, porque está casi todo por hacer o rehacer.
Ramón Zallo (en La República)
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