La República llegó a Mélida sin el entusiasmo generalizado de otros pueblos riberos. La fuerte influencia de los caciques y de los grandes propietarios alcanzaba a un importante sector de la población que prefería su paternalismo a la reivindicación de sus derechos, reflejándose esto claramente en los resultados electorales. Frente a ellos, una izquierda activa e ilusionada centraba sus objetivos en el reparto de la tierra del término municipal y de las Bardenas.
Al igual que en otros pueblos cercanos, unos aristócratas, el Conde del Real y el marqués de Narros, hermanos y herederos del Duque de Granada de Ega, tenían en propiedad la mayor parte de las tierras de Mélida, entre ellas dos corralizas que suponían más de 8.500 robadas de extensión.
Lógicamente, las elecciones de abril de 1931, además del cambio de régimen, tenían para los republicanos melideses un fondo de reivindicación agraria. Estas se celebran con graves incidentes, la intervención de la Guardia Civil y el apedreamiento de la Sociedad San Isidro, lugar de reunión del conservadurismo local. El resultado electoral, favorable a los derechas, es impugnado por las izquierdas que consiguen sea anulado por el Gobernador y se repitan las elecciones.
Como primera tarea, el nuevo Ayuntamiento intenta comprar a los nobles citados la corraliza Isidro pero las cantidades exigidas por los propietarios son inaceptables para un pueblo con escasos recursos municipales. Las organizaciones de jornaleros exigieron su expropiación forzosa y esperaron confiados la elaboración de la Ley de Reforma Agraria que posibilitaría acabar con el problema de los comunales.
Una Agrupación Socialista y las secciones de Oficios Varios y de Trabajadores de la Tierra, ambas de UGT, componían en 1931 el ala izquierda de la política local y la firma de sus impulsores (Dionisio Sesma, Florencio Fernández, Toribio Litago, Eusebio Garde) aparecen en la prensa socialista de la época. Sus mayores críticas fueron para el clero local y los partidarios del antiguo régimen, especialmente contra los grandes propietarios, aunque éstos fueran republicanos.
El enfrentamiento por el tema religioso tampoco alcanzó en Mélida la virulencia de otros lugares aunque no faltaron algunas anécdotas profusamente comentadas en las calles de la villa. El 15 de octubre de 1933 Dionisio Sesma y Cesárea Fernández no bautizaron a su hijo Francisco, inscribiéndolo en el registro civil con el acompañamiento de banderas y compañeros del centro socialista. El mismo Dionisio Sesma protestaba en la prensa al mes siguiente porque aprovechando mi ausencia del pueblo unas cuantas beatas fueron a casa y me raptaron al hijo, llevándolo a la sacristía. Al año siguiente y desde el mismo periódico acusan a un cura local de haber embarrado la placa que por iniciativa de la Agrupación Socialista y el Ayuntamiento, se había colocado en una calle en honor de D. Basilio Lacort.
Cuando se celebra en Mélida el 5º. aniversario del advenimiento de la República, en vísperas del alzamiento militar, grupos derechistas gritan abiertamente contra la República dando vivas al fascio, lo cual es respondido a golpes por los socialistas. A su vez, éstos protestan por la lentitud de la Reforma Agraria y los abusos del caciquismo local, y exhortan a sus afiliados a seguir el ejemplo de los compañeros de Beire y ocupar las tierras comunales exigidas por el municipio.
Sabedores ya de los preparativos derechistas para el levantamiento armado, las Juventudes Socialistas locales, constituidas en el mes de abril de 1936, deciden hacer algún tipo de instrucción y bajo las órdenes de Florencio Fernández, una veintena de jóvenes tienen los primeros ejercicios en el Soto del Arenal. Pero ya no había tiempo para nada. En marzo de 1936 se constituye en la calle Basilio Lacort la Agrupación de izquierdas que preside Dionisio Sesma y respaldan más de 130 afiliados que confluían de diferentes organizaciones republicanas y socialistas. Sólo durará cuatro meses.
Los primeros momentos del Alzamiento militar transcurren en el pueblo con normalidad e incluso se acude a las tareas de la siega. Cuando aparecen elementos armados por el pueblo, cunde la alarma y se transmiten los avisos. Los cuatro hermanos Fernández volvían de acarrear cuando se enteran que los buscan. Vicente, Cándido y Florencio, los tres casados, marchan hacia las Bardenas, de donde conseguirán llegar a Cataluña semidesnudos, enrolándose en el ejército republicano en el que lucharán hasta el final de la guerra. Su hermano menor, Fermín, fue detenido por la Guardia Civil que le golpeó e interrogó repetidamente sobre el paradero de sus significados hermanos. Mauricia, la madre de todos ellos, acudió al Centro limpiándolo de carnets, documentos y banderas, escondiéndolo todo bajo un fiemoral.
Aurelio Jaso y Simón Fernández también consiguieron alcanzar la zona controlada por el Gobierno, muriendo el primero de ellos en el frente y siendo detenido el segundo tras la caída de Madrid.
Un grupo armado de Caparroso asalta la casa de Zósimo Garde, donde por 100 ptas. al año tenían su café y centro de reunión los socialistas. Rompieron el retrato de Azaña y comenzaron a tirar las sillas a la calle hasta que uno de Berbinzana evitó que destrozaran todo el mobiliario al enterarse que era un local alquilado.
Son muchos los que se quedan en el pueblo confiados en su inocencia. Muy pronto son detenidos Victorio Garde, el secretario del Ayuntamiento que tanto se había esforzado en tramitar expedientes y asesorar a los vecinos de Mélida y otros pueblos en sus reivindicaciones comunaleras; Agustin Urdiciain, concejal ugetista; Gregorio Valls; Gerardo Vicario y otros cuatro más, entre ellas una mujer, Eufrasia Garde, a la que decían: ¿No querías comunismo? Pues ahí lo tienes, todos revueltos. Fueron encerrados en una habitación de la casa de los maestros, en el 2º piso.
Las derechas van configurando la nueva organización del pueblo. El día 20 toma posesión el nuevo Ayuntamiento presidido por Eulogio Esparza. El 19 de agosto se constituye la Junta de Guerra, presidida por el alcalde, con Amalio Garde, Ricardo Lorente, Elías García, Ricardo Aznar y Andrés Ferrer, el boticario con el que las izquierdas habían mantenido importantes disputas en relación a una corraliza.
José Soroa es nombrado jefe de Falange, organización apenas conocida antes de la guerra. En ella, Félix Sada el Fati, adquirirá justa fama por numerosos pueblos de la Ribera acompañando en sus correrías al tristemente famoso Chato Berbinzana. El párroco D.Ricardo Lorente bendijo los procedimientos utilizados para la limpieza del pueblo y/o en el mejor de los casos, se mantuvo en un silencio cómplice.
Alertados por lo que comenzaba a ocurrir en otros pueblos, los parientes de los detenidos rondaban continuamente la improvisada prisión y Teófila Esparza, esposa de Urdiciain y embarazada de su tercer hijo, dormía en el balcón para vigilar mejor por las noches.
El 6 de agosto a las 7 de la mañana y por la parte de atrás del edificio, montaron a los detenidos en un camión y los condujeron a Pamplona. Allí fueron puestos en libertad cuatro de ellos y a los otros cuatro los retuvieron para enviarlos a Burgos. Eran el secretario y concejal citados; Gregorio Valls y Gerardo Vicario. Este último tenía cinco hijos y tres hermanos, significados requetés. A primeras horas de la tarde, en un camión llegan a Lizasoain y los falangistas, Fati entre ellos, preguntan al alcalde dónde los podrán enterrar. El alcalde se negaba a que los mataran y les preguntó si tenían autorización. Cogedlo y al camión con él dijo alguno impaciente, y lo llevaron con todos hasta el lugar del fusilamiento, pensando su mujer, al oir los tiros, que lo habían matado también a él. En la muga con Olza, a 20 mts. De la carretera, en la pieza de Joaquín Pérez de Zabalza los mataron, con el alcalde como testigo de excepción. Agustín y Valls murieron los primeros; Vicario y Garde, atados, intentaron huir siendo Vicario alcanzado y rematado inmediatamente. Un falangista alcanzó al segundo y con un muere, cabrón acabó con la vida del activo secretario.
Aunque así se creyó en el pueblo, no eran estos los primeros caídos en Mélida. Entre el 30 de julio y el 2 de agosto había desaparecido para siempre Eusebio Choves que dejaba cuatro hijos.
El 27 de agosto se celebra el funeral por Antonio Garde, de 19 años, primer joven caído en el frente de los 18 que lo harán en el bando nacional. El recibimiento del cadáver fue de obligada presencia para todos los izquierdas, muchos de los cuales se retiraron a sus casas cuando desde la cabeza del cortejo fúnebre, en el que se veían varias mujeres con uniformes falangistas, comenzaron a gritar: Que los maten y otras frases hostiles. Don Longinos Pérez en nombre de las fuerzas militares, Don Eulogio Esparza en nombre del pueblo y Don Amalio Garde, en nombre de los requetés pronunciaron diversos discursos en el funeral.
Unos días más tarde se recibe en el Gobierno Civil el ofrecimiento de Andrés Ferrer, el boticario, poniendo a disposición de las autoridades una casa de su propiedad en la villa con 20 camas y servicio médico-farmacéutico para las necesidades de la campaña.
Estos ofrecimientos al nuevo régimen los hace Ferrer a la vez que bombardea al Ayuntamiento con continuas instancias relativas a los terrenos comunales que ocupa y que estaban puestas en entredicho por las autoridades republicanas. Incluso los primeros ayuntamientos franquistas se muestran reacios a acceder a sus descaradas pretensiones y el litigio se alargará durante años, hasta que los favores de la Diputación Foral y nuevos ayuntamientos “más comprensibles” (p.ej. el que tomó posesión el 18-XII-1943) afianzan la privatización de los mismos.
Por estas fechas el miedo es ya una situación generalizada. A las noches golpeaban las casas de los izquierdas para mantenerlos asustados; el trabajo gratuito era obligatorio y las requisas habituales. Se entregaban gallinas, perniles y pollos al cuartel de la Guardia Civil y a algunos les obligaban a limpiar las letrinas del mismo. Las multas se pagaban en dinero o con 40 o 50 robos de trigo. Las confesiones y comuniones, para las familias de izquierda eran obligatorias. Para ir a trabajar a la Bardena se exigía sacar un pase que se devolvía al anochecer y los carros de los considerados rojos debían llevar una bandera blanca, diferenciados de los derechas que portaban la bandera rojigualda.
El revanchismo se practicó hasta extremos minuciosos. A Eustaquio Zabalza, que en alguna manifestación republicana había sacado un cartel que decía Viva Azaña le obligaron a desfilar en manifestaciones “patrióticas” con otro cartel en el que se leía Viva España sin Azaña.
A Gregoria Ibiricu y Escolástica Jiménez, esposas de los Fernández escapados, les cortaron el pelo y Gregoria, a los 8 días de dar a luz, tuvo que salir obligadamente a barrer las calles con otras compañeras. Junto con éstas, un domingo a la tarde, cortaron el pelo a Máxima Soroa, Celedonia Recalde, Epifania Litago, Lorenza Usieto, Sebastiana la colorada, y su hija Eugenia Garde, Andresa Murugarren, Benigna Martínez, Cesárea Fernández, Teodora Garde, Adela Gargallo, viuda del secretario, su hija Teodora, etc. El maestro José Pascual fue suspendido por varios meses y trasladado del pueblo. Matilde González fue, asimismo, suspendida de empleo y sueldo, con pérdida de escuela.
A principios de septiembre las derechas locales reciben las instrucciones para reclutar a los elementos jóvenes de izquierda que no han ido voluntarios a los frentes, para enviarlos al Tercio de Sanjurjo. Fermín Zapata será uno de los promotores y el que se encargará de trasladar a Zaragoza en un camión a 21 jóvenes melideses, la mayoría afines a las Juventudes Socialistas y del grupo que se reunían con Florencio Fernández. Las edades oscilaban entre 18 y 31 años y casi todos eran jornaleros. Su salida del pueblo, el 7 de septiembre, se hizo entre insultos y directas alusiones al destino que les esperaba. Del grupo separaron a cuatro que ya habían hecho el servicio militar y los llevaron a pelear al frente de Teruel. El resto estuvieron en Ayerbe, de donde los trasladaron de nuevo a la Academia de Zaragoza y fusilaron a 16 de ellos en las masacres de primeros de octubre. Eran Julián Urdiciain, Matías Morón, Francisco Jaso Erviti, Eugenio Caspe, Alejandro Sola, Emiliano Gurpegui, José Jaso Garde, Vicente Pérez, José Zuazu, los hermanos Plácido y Fermín Viesa, Segundo Casajús, Jesús Estarriaga, Anastasio Garde, Pedro Fernández y Francisco Garde. Otro de los enviados al Tercio, Pablo Teresa Frías, morirá en Teruel en abril del año siguiente.
Dos de los escapados en los primeros momentos, Angel Torrecilla y Dionisio Sesma, permanecieron escondidos en la Bardena por espacio de dos meses hasta que fueron denunciados por un tío de éste y conducidos primero a la cárcel de Mélida, donde los confesaron, y después al Fuerte de San Cristóbal. La mujer de Dionisio, Cesárea, fue a visitarlo con un hijo de dos años y no le permitieron verlo. El 23 de enero “fueron puestos en libertad”, según los archivos de la cárcel y asesinados, a cuchillo según es creencia general, por uno de su mismo pueblo en el término de Ansoain.
El último en morir fue Ismael Garde, el hijo del secretario, al que buscaron con saña por ser de los más preparados y clarividentes del pueblo. Lo cogieron muy avanzada la guerra. Preso en el Fuerte advirtió a su madre la proximidad de su muerte para que no venga Ud. más y lo mataron el 19 de marzo de 1937. Cuando su madre volvió a visitarle le dijeron “que ya había sido liberado”.
Juan Gómara era de Funes y consta en la relación de dicho pueblo. Lo mataron tras hacerle cavar su propia fosa. A su mujer, con tres hijos, le quitaron todo lo que tenía y tuvo que abandonar el pueblo una mañana, camino de la Bardena.
Después de la guerra, los ricos recuperaron la paz y tranquilidad que necesitaban. Nadie les alzaba ya la voz ni se reclamaban corralizas de dudosa propiedad. Sin embargo, durante muchos años, cuando el pueblo celebraba solemnes procesiones como la de Santiago, con la inexcusable participación de quienes directa o indirectamente participaron en los hechos, la madre de Eugenio Caspe, en silencioso ritual, sacaba las botas y el traje de su hijo al balcón para que todos viesen que había perdido todo; todo menos la memoria.
Al igual que en otros pueblos cercanos, unos aristócratas, el Conde del Real y el marqués de Narros, hermanos y herederos del Duque de Granada de Ega, tenían en propiedad la mayor parte de las tierras de Mélida, entre ellas dos corralizas que suponían más de 8.500 robadas de extensión.
Lógicamente, las elecciones de abril de 1931, además del cambio de régimen, tenían para los republicanos melideses un fondo de reivindicación agraria. Estas se celebran con graves incidentes, la intervención de la Guardia Civil y el apedreamiento de la Sociedad San Isidro, lugar de reunión del conservadurismo local. El resultado electoral, favorable a los derechas, es impugnado por las izquierdas que consiguen sea anulado por el Gobernador y se repitan las elecciones.
Como primera tarea, el nuevo Ayuntamiento intenta comprar a los nobles citados la corraliza Isidro pero las cantidades exigidas por los propietarios son inaceptables para un pueblo con escasos recursos municipales. Las organizaciones de jornaleros exigieron su expropiación forzosa y esperaron confiados la elaboración de la Ley de Reforma Agraria que posibilitaría acabar con el problema de los comunales.
Una Agrupación Socialista y las secciones de Oficios Varios y de Trabajadores de la Tierra, ambas de UGT, componían en 1931 el ala izquierda de la política local y la firma de sus impulsores (Dionisio Sesma, Florencio Fernández, Toribio Litago, Eusebio Garde) aparecen en la prensa socialista de la época. Sus mayores críticas fueron para el clero local y los partidarios del antiguo régimen, especialmente contra los grandes propietarios, aunque éstos fueran republicanos.
El enfrentamiento por el tema religioso tampoco alcanzó en Mélida la virulencia de otros lugares aunque no faltaron algunas anécdotas profusamente comentadas en las calles de la villa. El 15 de octubre de 1933 Dionisio Sesma y Cesárea Fernández no bautizaron a su hijo Francisco, inscribiéndolo en el registro civil con el acompañamiento de banderas y compañeros del centro socialista. El mismo Dionisio Sesma protestaba en la prensa al mes siguiente porque aprovechando mi ausencia del pueblo unas cuantas beatas fueron a casa y me raptaron al hijo, llevándolo a la sacristía. Al año siguiente y desde el mismo periódico acusan a un cura local de haber embarrado la placa que por iniciativa de la Agrupación Socialista y el Ayuntamiento, se había colocado en una calle en honor de D. Basilio Lacort.
Cuando se celebra en Mélida el 5º. aniversario del advenimiento de la República, en vísperas del alzamiento militar, grupos derechistas gritan abiertamente contra la República dando vivas al fascio, lo cual es respondido a golpes por los socialistas. A su vez, éstos protestan por la lentitud de la Reforma Agraria y los abusos del caciquismo local, y exhortan a sus afiliados a seguir el ejemplo de los compañeros de Beire y ocupar las tierras comunales exigidas por el municipio.
Sabedores ya de los preparativos derechistas para el levantamiento armado, las Juventudes Socialistas locales, constituidas en el mes de abril de 1936, deciden hacer algún tipo de instrucción y bajo las órdenes de Florencio Fernández, una veintena de jóvenes tienen los primeros ejercicios en el Soto del Arenal. Pero ya no había tiempo para nada. En marzo de 1936 se constituye en la calle Basilio Lacort la Agrupación de izquierdas que preside Dionisio Sesma y respaldan más de 130 afiliados que confluían de diferentes organizaciones republicanas y socialistas. Sólo durará cuatro meses.
Los primeros momentos del Alzamiento militar transcurren en el pueblo con normalidad e incluso se acude a las tareas de la siega. Cuando aparecen elementos armados por el pueblo, cunde la alarma y se transmiten los avisos. Los cuatro hermanos Fernández volvían de acarrear cuando se enteran que los buscan. Vicente, Cándido y Florencio, los tres casados, marchan hacia las Bardenas, de donde conseguirán llegar a Cataluña semidesnudos, enrolándose en el ejército republicano en el que lucharán hasta el final de la guerra. Su hermano menor, Fermín, fue detenido por la Guardia Civil que le golpeó e interrogó repetidamente sobre el paradero de sus significados hermanos. Mauricia, la madre de todos ellos, acudió al Centro limpiándolo de carnets, documentos y banderas, escondiéndolo todo bajo un fiemoral.
Aurelio Jaso y Simón Fernández también consiguieron alcanzar la zona controlada por el Gobierno, muriendo el primero de ellos en el frente y siendo detenido el segundo tras la caída de Madrid.
Un grupo armado de Caparroso asalta la casa de Zósimo Garde, donde por 100 ptas. al año tenían su café y centro de reunión los socialistas. Rompieron el retrato de Azaña y comenzaron a tirar las sillas a la calle hasta que uno de Berbinzana evitó que destrozaran todo el mobiliario al enterarse que era un local alquilado.
Son muchos los que se quedan en el pueblo confiados en su inocencia. Muy pronto son detenidos Victorio Garde, el secretario del Ayuntamiento que tanto se había esforzado en tramitar expedientes y asesorar a los vecinos de Mélida y otros pueblos en sus reivindicaciones comunaleras; Agustin Urdiciain, concejal ugetista; Gregorio Valls; Gerardo Vicario y otros cuatro más, entre ellas una mujer, Eufrasia Garde, a la que decían: ¿No querías comunismo? Pues ahí lo tienes, todos revueltos. Fueron encerrados en una habitación de la casa de los maestros, en el 2º piso.
Las derechas van configurando la nueva organización del pueblo. El día 20 toma posesión el nuevo Ayuntamiento presidido por Eulogio Esparza. El 19 de agosto se constituye la Junta de Guerra, presidida por el alcalde, con Amalio Garde, Ricardo Lorente, Elías García, Ricardo Aznar y Andrés Ferrer, el boticario con el que las izquierdas habían mantenido importantes disputas en relación a una corraliza.
José Soroa es nombrado jefe de Falange, organización apenas conocida antes de la guerra. En ella, Félix Sada el Fati, adquirirá justa fama por numerosos pueblos de la Ribera acompañando en sus correrías al tristemente famoso Chato Berbinzana. El párroco D.Ricardo Lorente bendijo los procedimientos utilizados para la limpieza del pueblo y/o en el mejor de los casos, se mantuvo en un silencio cómplice.
Alertados por lo que comenzaba a ocurrir en otros pueblos, los parientes de los detenidos rondaban continuamente la improvisada prisión y Teófila Esparza, esposa de Urdiciain y embarazada de su tercer hijo, dormía en el balcón para vigilar mejor por las noches.
El 6 de agosto a las 7 de la mañana y por la parte de atrás del edificio, montaron a los detenidos en un camión y los condujeron a Pamplona. Allí fueron puestos en libertad cuatro de ellos y a los otros cuatro los retuvieron para enviarlos a Burgos. Eran el secretario y concejal citados; Gregorio Valls y Gerardo Vicario. Este último tenía cinco hijos y tres hermanos, significados requetés. A primeras horas de la tarde, en un camión llegan a Lizasoain y los falangistas, Fati entre ellos, preguntan al alcalde dónde los podrán enterrar. El alcalde se negaba a que los mataran y les preguntó si tenían autorización. Cogedlo y al camión con él dijo alguno impaciente, y lo llevaron con todos hasta el lugar del fusilamiento, pensando su mujer, al oir los tiros, que lo habían matado también a él. En la muga con Olza, a 20 mts. De la carretera, en la pieza de Joaquín Pérez de Zabalza los mataron, con el alcalde como testigo de excepción. Agustín y Valls murieron los primeros; Vicario y Garde, atados, intentaron huir siendo Vicario alcanzado y rematado inmediatamente. Un falangista alcanzó al segundo y con un muere, cabrón acabó con la vida del activo secretario.
Aunque así se creyó en el pueblo, no eran estos los primeros caídos en Mélida. Entre el 30 de julio y el 2 de agosto había desaparecido para siempre Eusebio Choves que dejaba cuatro hijos.
El 27 de agosto se celebra el funeral por Antonio Garde, de 19 años, primer joven caído en el frente de los 18 que lo harán en el bando nacional. El recibimiento del cadáver fue de obligada presencia para todos los izquierdas, muchos de los cuales se retiraron a sus casas cuando desde la cabeza del cortejo fúnebre, en el que se veían varias mujeres con uniformes falangistas, comenzaron a gritar: Que los maten y otras frases hostiles. Don Longinos Pérez en nombre de las fuerzas militares, Don Eulogio Esparza en nombre del pueblo y Don Amalio Garde, en nombre de los requetés pronunciaron diversos discursos en el funeral.
Unos días más tarde se recibe en el Gobierno Civil el ofrecimiento de Andrés Ferrer, el boticario, poniendo a disposición de las autoridades una casa de su propiedad en la villa con 20 camas y servicio médico-farmacéutico para las necesidades de la campaña.
Estos ofrecimientos al nuevo régimen los hace Ferrer a la vez que bombardea al Ayuntamiento con continuas instancias relativas a los terrenos comunales que ocupa y que estaban puestas en entredicho por las autoridades republicanas. Incluso los primeros ayuntamientos franquistas se muestran reacios a acceder a sus descaradas pretensiones y el litigio se alargará durante años, hasta que los favores de la Diputación Foral y nuevos ayuntamientos “más comprensibles” (p.ej. el que tomó posesión el 18-XII-1943) afianzan la privatización de los mismos.
Por estas fechas el miedo es ya una situación generalizada. A las noches golpeaban las casas de los izquierdas para mantenerlos asustados; el trabajo gratuito era obligatorio y las requisas habituales. Se entregaban gallinas, perniles y pollos al cuartel de la Guardia Civil y a algunos les obligaban a limpiar las letrinas del mismo. Las multas se pagaban en dinero o con 40 o 50 robos de trigo. Las confesiones y comuniones, para las familias de izquierda eran obligatorias. Para ir a trabajar a la Bardena se exigía sacar un pase que se devolvía al anochecer y los carros de los considerados rojos debían llevar una bandera blanca, diferenciados de los derechas que portaban la bandera rojigualda.
El revanchismo se practicó hasta extremos minuciosos. A Eustaquio Zabalza, que en alguna manifestación republicana había sacado un cartel que decía Viva Azaña le obligaron a desfilar en manifestaciones “patrióticas” con otro cartel en el que se leía Viva España sin Azaña.
A Gregoria Ibiricu y Escolástica Jiménez, esposas de los Fernández escapados, les cortaron el pelo y Gregoria, a los 8 días de dar a luz, tuvo que salir obligadamente a barrer las calles con otras compañeras. Junto con éstas, un domingo a la tarde, cortaron el pelo a Máxima Soroa, Celedonia Recalde, Epifania Litago, Lorenza Usieto, Sebastiana la colorada, y su hija Eugenia Garde, Andresa Murugarren, Benigna Martínez, Cesárea Fernández, Teodora Garde, Adela Gargallo, viuda del secretario, su hija Teodora, etc. El maestro José Pascual fue suspendido por varios meses y trasladado del pueblo. Matilde González fue, asimismo, suspendida de empleo y sueldo, con pérdida de escuela.
A principios de septiembre las derechas locales reciben las instrucciones para reclutar a los elementos jóvenes de izquierda que no han ido voluntarios a los frentes, para enviarlos al Tercio de Sanjurjo. Fermín Zapata será uno de los promotores y el que se encargará de trasladar a Zaragoza en un camión a 21 jóvenes melideses, la mayoría afines a las Juventudes Socialistas y del grupo que se reunían con Florencio Fernández. Las edades oscilaban entre 18 y 31 años y casi todos eran jornaleros. Su salida del pueblo, el 7 de septiembre, se hizo entre insultos y directas alusiones al destino que les esperaba. Del grupo separaron a cuatro que ya habían hecho el servicio militar y los llevaron a pelear al frente de Teruel. El resto estuvieron en Ayerbe, de donde los trasladaron de nuevo a la Academia de Zaragoza y fusilaron a 16 de ellos en las masacres de primeros de octubre. Eran Julián Urdiciain, Matías Morón, Francisco Jaso Erviti, Eugenio Caspe, Alejandro Sola, Emiliano Gurpegui, José Jaso Garde, Vicente Pérez, José Zuazu, los hermanos Plácido y Fermín Viesa, Segundo Casajús, Jesús Estarriaga, Anastasio Garde, Pedro Fernández y Francisco Garde. Otro de los enviados al Tercio, Pablo Teresa Frías, morirá en Teruel en abril del año siguiente.
Dos de los escapados en los primeros momentos, Angel Torrecilla y Dionisio Sesma, permanecieron escondidos en la Bardena por espacio de dos meses hasta que fueron denunciados por un tío de éste y conducidos primero a la cárcel de Mélida, donde los confesaron, y después al Fuerte de San Cristóbal. La mujer de Dionisio, Cesárea, fue a visitarlo con un hijo de dos años y no le permitieron verlo. El 23 de enero “fueron puestos en libertad”, según los archivos de la cárcel y asesinados, a cuchillo según es creencia general, por uno de su mismo pueblo en el término de Ansoain.
El último en morir fue Ismael Garde, el hijo del secretario, al que buscaron con saña por ser de los más preparados y clarividentes del pueblo. Lo cogieron muy avanzada la guerra. Preso en el Fuerte advirtió a su madre la proximidad de su muerte para que no venga Ud. más y lo mataron el 19 de marzo de 1937. Cuando su madre volvió a visitarle le dijeron “que ya había sido liberado”.
Juan Gómara era de Funes y consta en la relación de dicho pueblo. Lo mataron tras hacerle cavar su propia fosa. A su mujer, con tres hijos, le quitaron todo lo que tenía y tuvo que abandonar el pueblo una mañana, camino de la Bardena.
Después de la guerra, los ricos recuperaron la paz y tranquilidad que necesitaban. Nadie les alzaba ya la voz ni se reclamaban corralizas de dudosa propiedad. Sin embargo, durante muchos años, cuando el pueblo celebraba solemnes procesiones como la de Santiago, con la inexcusable participación de quienes directa o indirectamente participaron en los hechos, la madre de Eugenio Caspe, en silencioso ritual, sacaba las botas y el traje de su hijo al balcón para que todos viesen que había perdido todo; todo menos la memoria.
Navarra 1936 De la esperanza al terror
2 comentarios:
Victorino garde era mi bisabuelo e ismael garde mi tio abuelo .
Victorino era mi tatara abuelo. Su hija justa, hermana de ismael mi bisabuela
Publicar un comentario