“El fútbol español ha contado con el beneplácito de las instituciones para salvar la desastrosa gestión económica de sus dirigentes”. Con esta frase, José María Mollinedo, secretario general del Sindicato de Técnicos de Hacienda, resume cómo los clubes de fútbol profesional, primera y segunda división A y B, con la complacencia de las autoridades, han llegado a acumular una deuda de 627 millones de euros con Hacienda, convirtiéndose así en los mayores deudores del erario público.
No obstante, no se trata de la primera vez que el fútbol profesional deja de cumplir con sus obligaciones fiscales. “En la primera ocasión, la deuda fue absorbida por el Estado; y en la siguiente, dio lugar al nacimiento de las Sociedades Anónimas Deportivas, con objeto de profesionalizar la gestión y que el único objetivo no fuera conseguir los máximos éxitos deportivos, sino que se responsabilizaran de los resultados económicos, y que éstos fueran viables”, afirma José María Mollinedo. Casi 20 años después de aquella ley, con excepción de Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna, todos los clubes del fútbol profesional son sociedades anónimas, aunque su supuesta responsabilidad social haya servido de coartada para que, de forma permanente, hayan recurrido a ayudas institucionales que solventaran los efectos de una mala gestión. El intento de ayudar a los clubes por parte de las administraciones ha dado lugar a intervenciones surrealistas, como el caso de clubes que juegan en estadios de propiedad pública y reciben dinero por desplazarse a otros terrenos que, a su vez, son cedidos por las propias autoridades. “Eso hace que los particulares que compran el piso en esos terrenos deban pagar un precio más elevado o que el resto de contribuyentes de ese lugar, según la administración que pague, serán los que acaben enjugando esa deuda”, concluye Mollinedo.
Llamativo fue el caso del Racing de Santander, con el que “la Comunidad Autónoma llegó a comprar los derechos de la cantera, para poco después volver a cedérselos al club”, una práctica más con la que, según Mollinedo, una administración subvenciona con subterfugios al club de fútbol bandera de la región.
Sin embargo, la deuda del fútbol profesional no se reduce a lo contraído con el erario público. Un informe de José María Gay, profesor titular de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Barcelona, asegura que la deuda de los clubes de primera alcanzaba en la temporada 2006-2007 (última en que se contaban datos en el Registro Mercantil) la cifra de 2.779,5 millones de euros, frente a un patrimonio neto de 252 millones. Tan sólo en ese año los clubes gastaron 107 millones más de lo que ingresaron, fundamentalmente en fichajes. “Algunos clubes se encuentran en quiebra técnica, es decir, con la totalidad de sus activos o inversiones no están en posición de liquidar todas las deudas contraídas”, afirma Gay. En ese sentido, sólo cinco clubes lograron acabar el año con superávit y el resto sobrevivió parcialmente gracias a fuentes de ingresos extraordinarios como la venta de inmuebles.
En palabras de los analistas, el modelo tradicional del fútbol español toca a su fin, especialmente en el actual contexto de crisis. “La burbuja de los precios de los traspasos de jugadores se desinfla y el mercado inmobiliario está en caída libre. La época gloriosa de los pelotazos y los derroches económicos en el fútbol español ha llegado a su fin”, explica Gay al referirse a las grandes intervenciones urbanísticos con las que en los últimos años se salvaron clubes como Real Madrid o Espanyol.
Ante esta situación, el futuro del fútbol español se presenta realmente incierto y difícil de predecir. “Creo que varios clubes españoles se verán abocados a la insolvencia y el concurso de acreedores, afirma Gay. No obstante, ni siquiera se puede garantizar que los clubes vayan a poder asumir las deudas ya adquiridas, toda vez que ésta es muy superior a lo que pueden generar por la venta de material, televisiones, taquillas y quinielas, prácticamente sus únicas fuentes de ingresos en la actualidad. “Que los clubes paguen a Hacienda va a ser difícil, la única solución viable sería que el Consejo Superior de Deportes supervisara esas cuentas y se pidieran, de una vez por todas, responsabilidades a los administradores que han llevado a la ruina al club”, concluye José María Mollinedo.
Diagonal
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