viernes, 20 de marzo de 2009

LA IZQUIERDA ABERTZALE GUARDA UN COMODÍN

Tres semanas han pasado desde las elecciones, cada una con su afán. La primera, dilucidar quien podía reclamar la victoria, si el partido más votado o el que podía sumar los 38. La segunda, el descarte de la opción PNV-PSE. La tercera, el precio del PP. Resuelto el quién (López), casi por completo el cómo (con el PP sí o sí), se ha puesto en marcha el cuándo con la acreditación de los 25 parlamentarios que inicia el proceso de la investidura.Y en estas estábamos, dispuestos a irnos de puente a la espera de saber si habrá acuerdo PSE-PP por escrito o sólo verbal, de compromisos o sólo de intenciones, cuando la izquierda abertzale histórica, muda desde el 1-M, ha dado señales de vida.

Que iba a dejarse oír estaba cantado. Encauzada la alternancia, el debate viraba ya hacia el escenario post-investidura, con un doble dilema: el de un Gobierno-López con propósito transversal y apariencia frentista, y el de un PNV entre el interés propio como oposición y su responsabilidad hacia el país como fuerza política mayoritaria. En este contexto, Otegi comparece para reubicar la atención en la cuestión de fondo.
Viene a decirnos que no nos distraigamos con el juego político coyuntural. Las elecciones no han variado las constantes vitales: hay un marco político agotado, un conflicto político pendiente y una mayoría abertzale dispuesta a abrir un proceso democrático que haga posible que todos los proyectos políticos sean realizables sin otra limitación que la voluntad popular expresada de forma libre y pacífica. La izquierda abertzale está para eso, y anuncia contactos con las formaciones políticas, sociales y sindicales que creen en Euskal Herria y aspiran a formar un Estado, para articular una estrategia independentista eficaz que abra el camino a la expresión de esa mayoría social.
Ninguna sorpresa. Ni en las palabras de Otegi, ni en el manifiesto escepticismo de la opinión publicada: ni ha dicho nada nuevo, ni ha dicho lo que tenía que decir. La sociedad vasca está harta de intentar leer entre líneas propósitos que a la hora de la verdad embarrancan en lo mismo, lo que decida ETA.
Pero si la intervención de Otegi puede considerarse más de lo mismo, hay aspectos nada desdeñables. El primero, la puesta en escena. El interés de “Gara” en destacarlo nos devuelve a McLuhan: el medio es el mensaje. Últimamente Otegi había hablado a título personal, pero esta vez, dice “Gara”, lo ha hecho como portavoz de una representación plural y aglutinadora de distintas generaciones de la izquierda abertzale. ¿Quiere decir que frente a quienes hablan de una izquierda abertzale desorientada, fracturada por debate entre la violencia y la eficacia política, se ha querido transmitir precisamente que el debate está cerrado y que en aras de una estrategia política eficaz se va a aparcar, por sus pasos, pero con todas las consecuencias, cuanto lo impida? A la luz de tantas esperanzas fallidas, ingenuo apresurarse a esa conclusión, pero ¿estamos obligados a excluirla?
La dirección política de la izquierda abertzale sabe que tiene agotado el cupo de “iniciativas democráticas” que no empiecen por un desmarque indubitable de la violencia política. Tiene que ser consciente de su precaria situación y que ésta no va a mejorar en el escenario político que se está configurando. Su fuerza electoral está en declive, el colapso de EA fractura el prefigurado proyecto de polo soberanista, y el afianzamiento de Aralar visibiliza una izquierda abertzale sin ETA que puede disputarle la hegemonía si se atrinchera en la fase de resistencia sin presencia institucional. La tendencia de la sociedad vasca a encauzar su futuro a partir del actual marco no tiene marcha atrás por mucho que ETA se empeñe. Adiós al sueño de poner el contador a cero y volver a empezar. La izquierda abertzale tiene que coger un tren en marcha. A todo lo que puede aspirar es a reconducirlo.
Vista su actual situación, no parece fácil que pueda liderar esa “mayoría social” que quiere otra cosa. Pero dispone de un comodín: tiene en su mano más que nadie dar cauce al impulso político que lo haga posible. Ya lo ha empleado otras veces, pero sin la convicción necesaria. Los resultados conocidos permiten la sospecha de que lo hizo a la manera de los concursos televisivos, para salir de apuros: tras el encarcelamiento de la Mesa Nacional, Lizarra; tras la ilegalización, Loyola.. Esta vez sabe que, si quiere jugar, es a todo o nada.
Mariano Ferrer

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