El pasado lingüístico de la Ribera anterior a la romanización es un misterio. Hoy sabemos un poco más gracias a las investigaciones de Jimeno Jurío o a las más recientes del corellano Javier Sainz Pezonaga, pero no se puede ir mucho más allá de las hipótesis. Esta es la principal conclusión del análisis que sobre el tema "la Ribera y la cultura del euskera" realizó ayer en Falces ante un auditorio de 20 personas, en su mayoría muy jóvenes, el filólogo Joxemiel Bidador.
Bidador, que a su condición de filólogo, escritor y profesor, une actualmente la de presidente del concejo de Paternain, en la Cendea de Cizur, aprendió euskera precisamente en la Ribera, en el seminario de Tudela, adonde llegó a la edad de 14 años, procedente de Altsasu. Lo aprendió de tal forma que fue profesor del idioma en Fustiñana. Su compañera dio clases en la ikastola de Cortes. No es, pues, de hoy, su interés por la realidad lingüística de la comarca. Una comarca de límites geograficos difíciles de precisar, puesto que en función de quién y desde dónde hable puede comenzar en Los Abetos, en Caparroso, en Olite, en el barrio de la Milagrosa de Pamplona como decía Urmeneta, o en el alto de Belate según la cosmovisión baztandarra.
En cualquiera de los casos, la Ribera tiene un claro pasado multilcultural, que ya intentó revivir en los años cincuenta el tudelano José Joaquín Montoro Sagasti, organizador de las jornadas judaicas. Probablemente fueron varias las lenguas que se fueron relevando según el prestigio emergente de cada época y resulta sorprendente que en toda Navarra tan sólo exista hoy una población con nombre de origen árabe: Azagra. La toponimia menor, recurso frecuente de los filólogos, no nos da demasiada luz, según Bidador, puesto que es demasiado cambiante.
En ese cruce de lenguas se evidencia la existencia desde tiempos remotos de bolsas vascoparlantes en la Ribera, resultado probable de los flujos migratorios. Hay pruebas documentales como la del veterinario zamorano que se lamenta en Tudela de sus limitaciones profesionales por no entender el vascuence, o el catecismo que en el siglo XVI edita Sancho Edelso, cura de Ziaurritz, para distribuir en la Ribera.
De igual manera hay una profusión de indicios claros del prestigio simbólico del que gozaba. Cunchillos,cura de Tudela en 1666, o el dramaturgo Cristóbal Cortés en 1785, lo mencionan. Mucho más un siglo después, en el contexto del fervor desatado por la Gamazada, cuando los ayuntamientos de Tudela y Ablitas promueven sendas mociones "en favor de la raza vasca". Los paloteados de la época así lo atestiguan. Esta pasión decae progresivamente en el siglo XX, aun cuando subsisten opiniones y casos positivos, como los de Celestino Peralta,capuchino de Caparroso, autor en 1919 de una de las gramáticas más utilizadas de la historia, o el mismo José María Iribarren, que a pesar de su alineamiento político con el franquismo, fue académico de Euskaltzaindia.
"Vasco" es un término polisémico y mucho más en la Ribera. Durante siglos se ha denominado así al que era euskaldun, independientemente de su origen. Mientras que en Castilla se conocía por vizcainos al conjunto de los que hablaban euskera, en Aragón y también en cierto tiempo en la Ribera, se les llamaba "navarros". Esto indica, según manifestó Bidador, la evolución del significado hasta nuestros días, en los que se asocia comunmente fuera de nuestros límites y también en el interior de forma interesada, la identidad vasca con la pertenencia al ámbito exclusivo de la Comunidad Autónoma Vasca.
Respecto al futuro de esta relación entre la Ribera y la cultura del euskera, recalcó Joxemiel Bidador los indicadores positivos, como la existencia, según el censo de 1996, de 186 euskaldunes, activos o pasivos, en Falces. Se mostró esperanzado en la confección este año 2009 de un nuevo censo, ya que en toda la etapa de Pejenaute no se realizó ninguno.
El estilo sencillo y ameno del ponente hizo que el público siguiese la charla con el máximo interés. Saber de dónde venimos es imprescindible para saber hasta dónde podemos ir.
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