La detención por parte de la Guardia Civil de 48 personas en varias provincias presuntamente integrantes de una trama dedicada al lucrativo negocio ilegal de la caza de especies cinegéticas y protegidas, evidencia nuevamente la existencia de una actividad furtivas a distintas escalas y la importancia de seguir apoyando y reforzando con medios humanos y económicos la lucha contra la caza furtiva.
La caza furtiva, a sus distintas escalas, es una actividad frecuente en el medio rural que requiere de una respuesta coordinada y desde diferentes ámbitos. Aún en numerosos localidades el cazador furtivo goza de cierta comprensión o prestigio, engrandecido por esa visión histórica y bucólica proveniente de una noción irreal, ingenua y desfasada, que nada tiene que ver con las actuales motivaciones y las consecuencias de esta actividad fraudulenta.
La tipología del furtivo del siglo XXI es mucho más amplia, y responde en ocasiones a la de personas ociosas, que bien por afán lucrativo o como medio para obsequiar a determinadas personas de su entorno, nos les importa transgredir la normativa que regula la actividad cinegética y que protege a numerosas especies amenazadas, como el águila imperial, la avutarda, el lince ibérico, o el lobo, y poner en jaque, los esfuerzos realizados por parte de tantas personas (científicos, gestores públicos, ecologistas, propietarios, etc.) en la recuperación de las especies más emblemáticas de nuestro medio natural . Pero en otras ocasiones son auténticas mafias organizadas que con muchos medios técnicos y económicos son contratados para perseguir especies cinegéticas o protegidas, algo que es especialmente frecuente en la Sierra de Gredos desde hace muchos años, pero que también se encuentra en otras muchas regiones.
Ecologistas ha podido comprobar durante su ya dilatado trayectoria de trabajo de campo, la existencia de cuadrillas organizadas compuestas por dos o tres personas, en la mayoría de los pueblos que disponen de terrenos forestales. Se trata de personas que trabajan de lunes a viernes con absoluta normalidad, y durante los fines de semana se echan al monte con rifles con silenciador a limpiar las fincas cercadas atiborradas de ciervos y muflones, amenazando si es necesario, a los guardas de campo privados que se encuentran literalmente vendidos antes personas que estarían dispuesta a disparar sobre ellos, si la situación lo requiriese. Estas cuadrillas de furtivos suelen contar con una red más o menos densa de encubridores o elementos de apoyo, que les ayudan a sortear los dispositivos anti-furtivos. También suelen contar con establecimientos dispuestos a comprarles la carne o los trofeos.
Otro tipo de delincuente de la naturaleza del que no se suele hablar cuando hablamos de caza furtiva es la que ejercen la guardería privada por encargo del propietario, o directamente este, en los terrenos de su propiedad. Se suele cazar especies cinegéticas, particularmente ciervos (machos), muflones y corzos, además de especies protegidas, algunas particularmente amenazadas como el lince ibérico o el lobo. Este tipo de furtivismo, el menos controlable y perseguido, no suele existir un interés lucrativo. Generalmente los animales abatidos se entregan, ya convenientemente disecadas, como obsequio o agasajo a determinadas amistades o clientes.
Por último, Ecologistas en Acción quiere alertar, y a los hechos nos remitimos, que apostar por una gestión cinegética de carácter lucrativo de especies globalmente amenazadas como ocurre en varias CCAA con el Lobo, implica, “colocar en el mercado” a la citada especie, es decir, se está colaborando en focalizar el interés cinegético sobre una especie que despierta especial interés entre los cazadores. Esta circunstancia está generando una espiral económica alrededor de la especie, acentuando aún más el frágil grado de conservación de la que disfruta.
Ecologistas en Acción
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