Amplios sectores de la sociedad navarra piden a gritos una moción de censura. Más exactamente, piden que se gane una moción de censura, se tumbe el gobierno de UPN, y se adelanten las elecciones de una vez. Pero está claro que PSN, acongojado ante el descalabro electoral que le auguran todas las encuestas -y por Rubalcaba, y por la imposibilidad de imaginar un escenario factible que resulte mínimamente favorable a sus intereses, y por Rubalcaba, y por...-, no va a apoyar esa iniciativa, y que por lo tanto la moción de censura se va a perder. Aun así, la moción de censura tiene una gran virtud desde el punto de vista de quienes desean el cambio político en Navarra: retratar a PSN, dejar claro quién está manteniendo en el Gobierno a Barcina, y por lo tanto debilitar a quien imposibilita el adelanto electoral. Pero también tiene un gran defecto: fortalecer al gobierno de UPN en un momento de extrema debilidad, ya que Barcina ganará la votación. Ese es un nivel de análisis. Pero hay otro. A Geroa Bai no le conviene apretar demasiado a PSN porque le interesa mantener la centralidad en la oposición, mantener la imagen de que es el único puente posible entre las distantes orillas de PSN y Bildu. Y, consecuentemente, a Bildu le interesa apretar a Geroa Bai para que pierda esa referencialidad, esa imagen de bisagra indispensable. Da la sensación de que, visto que PSN bloquea la posibilidad de cambio a corto plazo, tanto Bildu como Geroa Bai están más enfrascados en ese segundo nivel de análisis que en el primero. Que juegan más a corto que a largo. La posición de PSN -en grado sumo- y los tejemanejes entre Bildu y Geroa Bai -en un grado que dependerá de la virulencia que alcance su enfrentamiento dialéctico en torno a la moción de censura- pueden resultar frustrantes para quienes desean el cambio político. Yo no caería en el desánimo. La crisis ha dejado en evidencia que la emperadora está desnuda. O más bien que entre ella y su antecesor nos han dejado en pelotas a los demás, a base de una gestión megalómana, despilfarradora y clientelar. Además, el esCANdalo de Caja Navarra ha dejado en evidencia que los antivascos -que han llevado a Can a la desaparición cegados por sus obsesiones identitarias y su desmedido y presuntamente delictivo afán de lucro- son peores que los vascos. Y la ciudadanía está reaccionando en consecuencia. Más acá de las direcciones de partidos y sindicatos, surgen nuevas respuestas, colaboraciones, sinergias que están convirtiendo en vasos comunicantes lo que antes eran compartimentos estancos. Diría que no son movimientos superficiales y coyunturales sino profundos y estructurales, que esa mayoría social antes dispersa se cohesiona y refuerza, que es posible otra Navarra. Lo mismo me equivoco. Me suele pasar.
Juan Kruz Lakasta, en Diario de Noticias
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