Me he quedado perplejo con las reacciones a las
palabras de Laura Mintegi en el Parlamento Vasco, que han motivado la
intervención de la Fiscalía. Los medios han evitado reproducir sus palabras
exactas, lo cual ya es sospechoso: “No se puede decir que estuve tan campante en el homenaje a una víctima
–dijo Laura- porque absolutamente todas las víctimas que han muerto por causa
política (porque no es un accidente de tráfico, no es un infarto, no es un
cáncer) es una tragedia. Y además son todas evitables, absolutamente evitables
porque tienen un origen político”.
Cuando las leí me pareció que
rayaban más en la perogrullada que en el delito, pero visto cómo se han puesto
las cosas uno tendrá que tragarse, otra vez, sus opiniones, aguantando sin
rechistar los dardos de los tertulianos y columnistas “demócratas”, tan
diestros en provocar a los que estamos al borde de fulminantes querellas por
enaltecimiento, apología o ese etéreo “aumentar el dolor de las víctimas” que
nadie sabe qué médico diagnostica.
Yo
creía, (“equivocadamente” añado para que no me sacuda la Fiscalía) que todas
las muertes ocurridas a consecuencia de la sublevación militar de 1936, las que
produjo el franquismo para sostener su régimen y todas las que produjeron los
que lo combatieron con las armas (Carrero Blanco, por ejemplo) habían sido
muertes por motivaciones políticas.
Pensaba,
insensato de mí, que todas las muertes del batallón Vasco-Español, del GAL, de
la policía en calles o comisarías, tenían motivación política, lo mismo que las
producidas por ETA y otras organizaciones. Así lo había leído en cientos de
publicaciones y hasta se han editado luengas enciclopedias explicándolo. Lo
deducía, tonto yo, de los miles de comunicados de todo tipo publicados,
acuerdos políticos y negociaciones de sucesivos gobiernos. Decisiones
políticas, creía yo, lograron la desaparición de ETA-pm, posibilitaron treguas
y firmaron acuerdos, los más recientes en Lizarra-Garazi y Loiola.
Algo
que en mi ignorancia veía tan elemental, ahora prohíben decirlo y si empapelan a
parlamentarios por manifestarlo en la tribuna, qué no harán con los plumillas
de a pie. Democracia lo llaman.
Vale
pues, de acuerdo. Pero, ¿cómo calificarlos entonces? ¿Qué resquicio del
lenguaje nos dejan a los que escribimos, publicamos y editamos?. ¿Acaso el robo
y la rapiña fueron el móvil? No es el caso. Lo fueron en la guerra de Irak,
cuyas 100.000 muescas las llevan los del PP en sus cananas. No fueron tampoco
víctimas de conflicto religioso alguno, a pesar de las ostias repartidas. Ni
fueron accidentes de trabajo, por supuesto, ni tampoco víctimas de género, ni
de violencia sexual, ni producidas por ninguna sicopatología, porque los
encierran en cárceles, no en manicomios. Decía esta semana Joseba Arregui desde
El Correo, que la culpa es de “un
proyecto político totalitario” pero tampoco sirve, porque entonces se reconoce
la raíz política del conflicto.
¿Cuál
es entonces la causa motriz por la que en estos 50 años ha habido 1.400
muertes, miles de atentados, 50.000 detenidos, 10.000 presos, miles de heridos
y exiliados y más de 5.000 denuncias de torturas? Si no ha sido por causa de un
conflicto político, ¿por qué entonces?.
Pueden
decir, los que pueden hacerlo, que ha sido por culpa de una banda criminal,
terrorista, etc., etc. y cuando se les acabe la ristra de adjetivos seguirá en
pie la misma pregunta: ¿y cuál era el móvil si no era la política? ¿Y por qué
de pronto esa “banda” innombrable, de la noche a la mañana, decide apoyar una
nueva línea (¿política puedo decir señor fiscal?) que da como resultado ser el
segundo grupo (político, con perdón) en la Comunidad Autónoma y Navarra?
La
pinza sobre Laura Mintegi, que han apretado tantas manos, desde el PP al PNV y desde
los columnistas progres a la Fiscalía, es sobre todo un alarde de hipocresía:
“La víctimas asesinadas por ETA sí son víctimas políticas, sí poseen
significado político” decía, literalmente, el camaleón Joseba Arregui en el
artículo citado. ¿En qué quedamos entonces?
Pero también este cierre de
filas en torno al uso del lenguaje, copiado de la extrema derecha española,
muestra una decidida apuesta por quitarnos a un sector importante de la
sociedad el derecho a salirnos del panfleto oficial sobre las víctimas, que ha
actualizado el famoso “Caídos por Dios y por España”, con el que durante 50
años nos prohibieron una lectura veraz de lo ocurrido en 1936.
Prohibido pues hablar de
conflicto y presos políticos. Mucho menos de gudaris, de lucha armada, crímenes
de Estado, opresión nacional, lucha de clases, violencia institucional,
respuesta revolucionaria… ¿Hasta cuándo señores demócratas? Porque la mentira
siempre tiene caducidad y Quevedo nos sigue incitando a trasgredir: “No he de
callar, por más que con el dedo, silencio avises o amenaces miedo”.
Jose Mari Esparza
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