sábado, 16 de marzo de 2013

EN UPN YA NO CABEN TODOS


Existen demasiadas variables en la ecuación (filias, fobias, pragmatismos, ideologías, corruptelas, lealtades...) como para augurar el resultado del congreso de UPN más caliente de los últimos tiempos. Aun así, se puede prever una enorme frustración en el bando perdedor. Las listas abiertas no favorecen un reparto «cortés» de los puestos de dirección, por lo que lo más probable es que, aunque uno de los dos bandos gane por la mínima, se lo lleve todo. ¿Qué alternativa elegirán los desposeídos? Un misterio.
Lejos quedan los años en que UPN no tenía competencia por el voto de derechas. Ya ha habido otras aventuras. Primero apareció CDN, pero se agostó en torno a Juan Cruz Alli hasta desaparecer (le quedan unos ediles en Eneritz, pero ya no son si no extraños fósiles). Después resurgió el PP, que se mantiene renqueante sobre cuatro escaños inútiles para las mayorías y amuermado desde que el sector de Santiago Cervera perdió el control. Pero sobrevive. Con todo, el PP e, incluso UPyD y delirios ultras como Derecha Navarra y Española son la prueba de que UPN ya no es capaz de aglutinar a toda la derecha navarra. La Unión del Pueblo Navarro no es el bloque monolítico que fue.
Hay muchos que no descartan romper el carné del partido si gana Yolanda Barcina, según confesaba una fuente de UPN a GARA la semana pasada. El choque es ideológico, pero la forma que tiene Barcina de tratar a quienes le resultan incómodos ha hecho que haya quien ya no aguante más. Acólitos suyos, muy especialmente Juan Luis Sánchez de Muniáin y Sergio Sayas, resultan sumamente irritantes para los que no son de su cuerda. Si se renueva a la actual presidenta y todos los puestos acaban en sus manos, habrá quien se aleje del partido (aunque luego vuelvan, porque entre los «catalanistas» hay muchos que han vivido para UPN). Se irán por no ver el regocijo de sus rivales.
Estas malas relaciones -que no son consecuencia de la campaña electoral interna más baja y dura que se recuerda, sino parte de la causa- también animarán a los «barcinistas» a marcharse si quien gana es Catalán. No obstante, este sector está fuertemente arraigado en el Gobierno, pues han conseguido trepar por la maraña administrativa hasta copar consejerías y departamentos. Ahí pueden aguantar un tiempo, siempre que Barcina no convoque elecciones o Catalán no le fuerce a remodelar el Ejecutivo.
El sector de Barcina tiene unas afinidades ideológicas y carece del fervor reverencial al partido de los apoyos de Catalán. Esto puede invitarles a buscar nuevas siglas, particularmente las del PP. Si Sayas, Barcina o Sánchez de Muniáin son los menos queridos por el bando de Catalán, a quienes no querrán ver ni en pintura los «barcinistas» son al propio Catalán y, sobre todo, a Miguel Sanz. Las últimas fracturas dentro del partido (CDN, PP y la actual) llevan el sello de Sanz.
La palabra «escisión» es un término muy fuerte en política, pero no es la primera vez que sale a relucir a raíz de este enfrentamiento. Sorprendentemente, ha salido a la palestra en los análisis de «Diario de Navarra» (por supuesto, antes de que Catalán fuera el candidato oficial). Sin embargo, una huida en masa de Barcina y los suyos al «joven» PP navarro resultaría compleja porque las heridas entre los militantes del PP y el sector de Barcina son aún demasiado recientes. Y también porque la imagen de supuesta honestidad del PP ha perdido enteros con Luis Bárcenas en Madrid y con Santiago Cervera en las murallas de Iruñea. Barcina lo niega, pero la sociedad entiende que, tras esta pelea, se halla el escándalo de Caja Navarra. Y, desde ese punto de vista, pasar de UPN al PP es saltar de la sartén al cazo.
Aritz Intxusta, en GARA

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