A pesar del vigor y del reconocimiento académico obtenidos en los últimos
lustros por la denominada historia actual o historia del tiempo presente, una de
las mayores contradicciones de la historiografía y de los historiadores en
general es la de prestar una mucha, o quizás mejor, muchísima menor atención al
análisis de las épocas más recientes que son, precisamente, las que más han
influído en la conformación del ahora. Aún cuando cabe pensar en la incidencia
sobre el hoy en día de las estructuras de larga duración y de la concatenación
de los fenómenos sucedidos desde siglos atrás, resulta a nivel científico poco
satisfactorio obviar el poso de las ultimísimas décadas, sobre todo cuando éste
ha condicionado altamente el presente.
El funcionamiento del régimen franquista y la artículación de
las élites y de la redes clientelares dimanadas de ellas sigue siendo en nuestra
tierra, y en muchas otras, una asignatura pendiente que casa mal con la
preocupación por la memoria histórica, como si ésta debiera de circunscribirse a
las represión de la dictadura, sin prestar atención a quienes se beneficiaron de
la misma y salieron del final de la misma con una ventaja sustancial, habida
cuenta de la naturaleza para nada rupturista del proceso de transición
democrática. En otras palabras, hablar de éste último, sin referirnos para nada
a la herencia de las décadas anteriores y de la positiva correlación de fuerzas
disfrutada por los ganadores de la guerra civil y por sus descendientes,
constituye un error epistemológico que se traslada a otros ámbitos, entre ellos
el político.
En el caso de Navarra un puñado de obras, entre ellas como la
más sobresaliente el Diccionario Biográfico de los Diputados Forales de
Navarra (1931-1984) y de los Secretarios de la Diputación (1834-1984),
publicada en 1998 por Ángel García-Sanz Marcotegui, César Layana Ilundáin,
Eduardo Martínez Lacabe y Mikel Pérez Olascoaga, nos permiten extraer una serie
de conclusiones acerca de las interioridades del funcionamiento del poder
provincial durante el franquismo que ahora se mencionarán brevemente y que en
entradas ulteriores se desarrollarán con mayor profundidad.
La primera de ellas es la importancia política y social de la
Diputación de Navarra y de los diputados forales a la hora de la conformación de
redes clientelares, lo que explicaría los apoyos electorales recibidos, más allá
de 1979, por las formaciones de la derecha navarrista, vinculada por múltiples
lazos (familiares, económicos, sociales, políticos) con quienes ocuparon
posiciones relevantes en el régimen franquista. No sólo es que las competencias
de la Diputación fueran superiores a las de las demás diputaciones del Estado,
incrementándose los recursos económicos de que podía disponer la misma por el
apoyo de Navarra al bando nacional en la guerra civil y por el trato preferente
por parte de la Jefatura del Estado ante las pretensiones de nivelización y de
intromisión procedentes del Movimiento. Además, el número de los miembros de la
Corporación Provincial era mucho más bajo que en ningún otro sitio, no
existiendo hasta muy entrados los años sesenta instancia de control alguna de su
gestión.
Por otra parte, del análisis prosopográfico de los diputados
forales del periodo 1939-1979, se infieren diversas conclusiones
primordiales.
Con el franquismo, y como consecuencia de la guerra, irrumpió
en la Diputación una clase política nueva con pocas conexiones con el pasado y
sin vínculos con las sagas familiares que habían dominado la política provincial
tradicionalmente hasta 1931. Considerando la falta de adversarios políticos
fuera de la derecha, eso se debió a dos factores: la renovación que se produjo
en el seno del carlismo y el peso que adquirió una fuerza nueva, la Falange.
Dentro de esa élite provincial, no cabe dudar de la importancia
de determinadas personalidades por el elevado número de años que estuvieron el
cargo de diputado: así por ejemplo, si Amadeo Marco fue diputado sin
interrupción desde 1940, Julio Asiain Gurucharri lo fue desde 1958 y Jesús
Fortún lo fue en 1949-1955, 1967-1974 y 1974-1979. Su trascendencia aumenta si
consideramos que esos tres diputados configuraron un bloque inmovilista que votó
de forma sindicada en los años sesenta y setenta, en un momento contra las
iniciativas impulsadas por Huarte y en otro contra los afanes reformistas de un
bloque minoritario de miembros de la corporación.
Por otra parte, los diputados forales constituyeron una élite
mayoritariamente centrada en la política provincial: muchos de ellos fueron
alcaldes de sus localidades y llegaron algunos de ellos a ser procuradores en
las Cortes franquistas, en la mayor parte de los casos como representantes de la
Diputación o como alcaldes de Pamplona, pero no se observan, salvo casos
esporádicos, carreras políticas que traspasasen las fronteras navarras,
accediendo a la alta política estatal o a la alta administración del Estado.
Por último, observándose contradicciones entre el sector más
reaccionario y bunkerizado de la Diputación y los sectores más aperturistas,
sobre todo por la querencia del primero por esquemas tradicionalistas ya
superados, la aportación más significativa de la corporación provincial en su
conjunto a lo largo del franquismo sería su apoyo a la estructuración definitiva
del navarrismo cuarentayunista con unas bases jurídicas firmes y a su difusión
entre la opinión pública.
Fernando Mikelarena, en su blog
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