DIAGONAL: ¿El Gobierno esperaba este
golpe?
CAMILO SOARES: Sí y no. Sí, porque
siempre se agitó el fantasma de un golpe. Incluso desde antes de que Lugo ganara
las elecciones, ya se hablaba del juicio político. Pero en la praxis no lo
esperábamos, porque nunca preparamos un plan para este escenario ni medidas de
resistencia. Ha sido tan rápido que no tuvimos capacidad de respuesta. De hecho,
hay más movilizaciones ahora que el día del golpe.
D.: ¿Se puede hablar de golpe de
Estado?
C. S.: En lugar de la fuerza militar,
en los últimos años, la burguesía latinoamericana ha
utilizado la legalidad que ella misma ha instalado década tras década para
romper los procesos democráticos. Pero, incluso bajo los parámetros de esta
legalidad, ha sido un golpe. En un régimen presidencialista como el
paraguayo, la legitimidad del presidente tiene su origen en el voto popular. La
gente vota a un presidente, no a un Parlamento para que de éste se derive un
gobierno, como ocurre en los regímenes parlamentaristas. La constitución de
Paraguay es clara en este sentido.
Por otra parte, el juicio político se utiliza cuando se comprueba
el mal desempeño en las funciones, pero teniendo en cuenta que nuestro
ordenamiento jurídico establece como principio rector la presunción de inocencia
y la garantía del debido proceso. Aquí simplemente se votó para destituir al
presidente, violando el orden constitucional. El nuevo Gobierno no llega por
medios constitucionales, si contemplamos de forma íntegra la Constitución, sino
que toman algunos aspectos de ésta para revertir la legalidad, lo que constituye
un golpe de Estado.
D.: ¿Quiénes están detrás de la
expulsión del Gobierno legítimo?
C.S.: Los principales actores son
Horacio Cartes, el candidato más fuerte del Partido Colorado [partido de
derechas que siempre gobernó en Paraguay hasta la llegada de Fernando Lugo], la
triple alianza entre Federico Franco [el presidente golpista], Blas Llano
[presidente del Partido Liberal] y Jorge Lino Oviedo [general golpista vinculado
a la dictadura de Alfredo Stroessner].
Pero habría un tercer actor muy relevante y que
tiene importantes intereses en Paraguay: son los intereses de las corporaciones
transnacionales, entre ellas la más visible es la multinacional
canadiense Río Tinto Alcan, una empresa de aluminio y minería que quería
instalarse en Paraguay para extraer la electricidad que aquí se produce, sin
revertir nada para el país.
El presidente Lugo les puso innumerables trabas con el objetivo de
que parte de sus ganancias repercutieran en Paraguay. El principal lobbista de
Río Tinto, Diego Zavala, es ahora viceministro de Industria, Federico Franco ya
ha dado vía libre al proyecto y Canadá fue uno de los primeros países en
reconocer al Gobierno golpista.
D.: ¿Qué se ha roto con el golpe?
C.S.: La principal conquista del
triunfo de Lugo en 2008 ni siquiera estuvo en el campo social, ya que tan sólo
se tomaron medidas mínimas en este sentido. Tampoco se hizo la reforma agraria.
La gran conquista fue que, por primera vez desde la
independencia en 1811, la alternancia política se llevó a cabo por vías
democráticas y pacíficas. La sociedad paraguaya había logrado en el
siglo XXI una conquista democrática que en el resto del mundo ya era algo del
siglo XX. Ahora retrocedemos al escenario en el que no existía la posibilidad de
un cambio si no era por la ruptura institucional. Inevitablemente, esto va a
producir un trauma en la sociedad paraguaya.
D.: Honduras, Paraguay... ¿Se
extenderá este tipo de golpes a otros países?
C.S.: Esa es su estrategia ahora. Se
concentrarán en la acción parlamentaria con el apoyo corporativo de los medios
de comunicación para llevar a cabo un golpe exprés. Este tipo de golpes son
mejores que los cuartelazos. Es más fácil comprar parlamentarios que atropellar
con la fuerza. Por eso Mercosur y Unasur fueron tan firmes calificando lo
ocurrido como una ruptura institucional; los presidentes progresistas de la
región saben que si se legitima internacionalmente lo ocurrido, se dará vía
libre a los sectores reaccionarios de sus países para utilizar este
mecanismo.
D.: ¿Se puede revertir la situación a
corto plazo?
C.S.: No tenemos una correlación de
fuerzas favorables. La gente está indignada por lo ocurrido, pero no hay una
resistencia más activa porque desde el principio Lugo cometió muchos errores. No
se tomaron medidas de carácter popular para que los sectores sociales más
populares sintieran al Gobierno como algo propio. Además, los movimientos se
fueron desmovilizando, abandonaron la calle y cayeron en el viejo clientelismo
de conseguir las cosas a través del ministro, el presidente…
Para revertir esto necesitaríamos de un levantamiento popular
organizado que no se está produciendo. Pero no soy tajante. A una semana del
golpe hay más movilizaciones que el día en el que se llevó a cabo. Además, la
gente pronto empezará a pedir cuentas al Gobierno de [Federico] Franco. Al
escenario de no reconocimiento internacional se sumará que la situación
económica no va a mejorar.
D.: ¿Es más realista el escenario de
cara a las elecciones de 2013?
C.S.: Sí, y tenemos que apostar por él
de forma decisiva. Hay una acumulación muy importante de fuerzas de izquierda
populares. También hay sectores democráticos no de izquierdas ni del campo
popular, pero que no van a apoyar estas medidas facciosas que no cuadran con su
esquema de modernidad.
Tenemos que hacer un frente amplio y plural aprendiendo de los
errores cometidos. Hay que liderar un programa político claro
y definido hacia los sectores populares, en el que la reforma agraria no sea
retórica sino una política concreta. Existen todas las condiciones para
volver a ganar, pero es necesaria una definición política más clara.
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