La calle no era calle. Era un coto para guerreras
blancas, entorchadas de botas las costuras. Era de alguien la calle. Y eran
grises los guardianes de una propiedad. Los que podaban la protesta, los gritos,
la rebelión. Me multaron por tener aquel 25 de abril un bolígrafo rojo, un coche
rojo y un clavel rojo en la solapa. Se castigaba entonces hasta el color de los
claveles. Al aire disparaban y chorreaba la sangre de obreros, de estudiantes.
Eramos todos furtivos en busca de la libertad. Mochila llena de gritos, de
exigencias, de futuro presentido.
Hace tiempo que se ensanchó la vida. Hay avenidas
amplias con claveles rojos no prohibidos. Se llenaron las bocas, las manos y los
ojos de colores conquistados, de pulmones con aire chorreado, de venas libres
para que fluya el grito.
Se siente estafado el mundo. Crisis le llaman todos de
mutuo acuerdo entre gobiernos. Hay que guardar las formas. Al sexo se le llama
amor, a la mierda basura reciclable, a la borrachera intoxicación etílica. Le
hemos puesto hipocresía a las palabras, para que no sean lo que son, para que
disimulen la incomunicación egoísta de la vida.
Casi no nos acordamos de aquellas hipotecas basura. Se
las dieron sin miramiento a los pobres y a los pobres culpamos del impago
salvando la inocencia bancaria de los benefactores del dinero.
Se volcaron los grandes beneficios en bolsillos usureros, en yates, en
mansiones. Y en sus casas viven, con batines de seda y vajilla veneciana. Son
expresidentes de bancos y presidentes en ejercicio del mundo. Por encima del
hombro los ojos despreciando a la plebe con hambre, con miseria, sin techo para
acariciar muslos y vientres y caderas calientes de
hermosura.
Se siente estafado el mundo. Pero se llama crisis. Todo
es crisis. Europa no es Europa. Es el conjunto de 27 crisis. Marcha Merkel al
frente y detrás los marianos de turno, cargados de herencia recibida. Fueron
incapaces de enterarse cuando soñaban con jauja de que estaba la estafa
creciendo cada día, poblándose de flores negras, de enfermos empujados a la
muerte, de familias acogidas en cajeros de bancos orgullosos, de hospitales
asilos de miseria, de viejos añorando la muerte en cada esquina, de suicidas
cansado de vivir sin saber para qué, de vendedores ambulantes de riñones para
pagarse el pan, sólo el pan, de cada día, de borrachos que olvidaron la angustia
en el cartón de tintorro D. Simón.
Se siente estafado el mundo, aunque le llamen crisis.
Madres pariendo en la maternidad de INEM para evitarle al hijo el trayecto de
mañana. Investigadores con maletas Bachiller camino de Alemania, a cuatrocientos
euros el mes, sin la tortilla de madre, con la pena de padre que también se fue
un día maleta de cartón apretada con cinturón o cuerda fuerte de esparto.
Muchachas de pelo acariciado, de labios cofres de besos. Hasta el verano si se
puede, si la deuda soberana, si la prima de riesgo, si el ibex treinta y tantos.
Y
otra vez la calle. Interinos verdes sin escuela. Wert amontonando niños para que
se socialicen. Soria-ministro sacudiendo del sueño a los mineros. Guindos
tapando el IVA porque pronunciarlo resulta grosería. Y Mariano-Presidente
apuntando recortes que se llaman reformas. La palabra también sufre la estafa.
Le han arrancado la piel a la palabra y se queda en carne viva, o muerta, carne
escocida, despreciada, insultada, violada y sin honra. Hospitales en la calle,
ancianos en la calle, mineros en la calle, parados en la
calle…
Nos han desahuciado de la vida. ¿Dónde plantaremos las
penas si nos echan de la calle?
Rafael Fernando Navarro, en su blog
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