Resultan, como poco, sorprendentes las reservas que ha
generado la nueva denuncia de fraude en las elecciones realizada por el
candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El principio de
presunción de inocencia es invocado, en el caso de México, de forma no ya
escrupulosa sino insultante para la inteligencia.
Y eso que llueve sobre mojado. El propio AMLO denunció en las anteriores
elecciones de 2006 un recuento-farsa que le dejó a un escaso medio punto de su
rival y todavía presidente interino, el derechista Felipe Calderón (PAN).
Quien insiste en imputar la crisis a una negativa enfermiza de AMLO a
reconocer nunca la derrota olvida el escándalo del pucherazo electoral que en
1988 arrebató la victoria al prófugo del PRI y fundador de la moderna izquierda
mexicana, Cuauthemoc Cárdenas.
Cárdenas, quien había fundado poco antes el Frente Democrático Nacional,
venció con rotundidad al entonces candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari.
De nada sirvió. El IFE (¿les suena?) declaró a este vencedor, el Ejército
impidió que se verificara el fraude y el Parlamento quemó las papeletas que lo
demostraban.
Con semejante historial, lo realmente democrático sería que la carga de la
prueba corriera incluso a cargo del sistema. Más aún cuando asistimos al regreso
al poder -que realmente nunca abandonó- del Partido Revolucionario Institucional
(PRI), esa máquina política que hurtó a los mexicanos su revolución -la primera
de la historia contemporánea, anterior incluso a la soviética-,
institucionalizando, como las siglas del partido indican, un régimen caciquil y
clientelista.
Lo que ha vuelto a quedar en evidencia es que la izquierda nunca llegará -no
le dejarán- al poder en México. Y todo vale para lograr ese objetivo. Desde
taparse la nariz tratando de edulcorar la imagen de un Peña Nieto
(presidenciable del PRI) cuya biografía da escalofríos, hasta ignorar las
denuncias de votos a cambio de vales de compra o pasar por alto la entente de
los grandes medios, las encuestadoras y el actual partido en el poder (el PAN)
para intentar blindar, durante la campaña, la victoria del sistema y para, por
si acaso, anunciarla antes incluso de que comenzara el recuento.
¿Fraude? En el ADN. Ahí mismito.Dabid Lazkanoiturburu, en GARA
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