El pasado otoño presentamos a la comunidad
educativa navarra una Unidad Didáctica sobre los Sanfermines de 1978, en el
contexto de la Transición. Es legítimo preguntarse si era necesario realizarla.
¿Podemos pedir al profesorado que invierta tiempo y esfuerzo para poner en
práctica tal propuesta? ¿Les merecería la pena a estas profesoras y profesores
dedicar parte del tiempo de sus clases y programaciones a trabajar unos
“desgraciados sucesos” que ocurrieron un día de Sanfermines?
Resulta indudable que para quien los Sanfermines
de 1978 no fueron más que eso, unos sucesos aislados, un desgraciado accidente
sin otra trascendencia que la que tuvo para muchas personas de manera emocional
e individual, la respuesta sería no. Pero para quienes lo ocurrido aquel 8 de
julio no constituye un simple suceso, sino un hecho histórico que ha contribuido
a conformar el imaginario colectivo de nuestra ciudad, de nuestro pueblo
incluso, la respuesta debería ser sí. Porque los Sanfermines del 78 no fueron
“sucesos”, sino “hechos históricos” y solo por empezar a diferenciar unos de
otros, creo que una unidad didáctica sobre aquellos Sanfermines puede
perfectamente tener cabida en el aula.
Yo no viví los Sanfermines de 1978. No estuve
allí, porque ni siquiera había nacido. Sin embargo, siempre he sabido qué
ocurrió aquel día. Para mí, aquellos sanfermines siempre han formado parte de la
historia; una historia que abuelas y abuelos, madres y padres, vecinas y
vecinos… la ciudad y los propios Sanfermines han mantenido viva. También como
historiadora, siempre he interpretado que los Sanfermines del 78 constituyen un
hito dentro del convulso proceso de transición desde el franquismo hacia la
democracia española.
Mantener el recuerdo vivo y transmitirlo han
sido, en mi caso y creo que en el de muchas personas jóvenes de Iruñea, la forma
en la que hemos conocido y reivindicado esa parte de nuestra historia. La
memoria de toda una generación y sus esfuerzos por mantener vivo el recuerdo de
aquel día, las movilizaciones de cada 8 de julio, la estela de Germán, las mil y
una historias que hemos escuchado por boca de quienes estuvieron allí… han hecho
que hayamos asumido, con naturalidad, que los Sanfermines de 1978 son parte de
la historia de Iruñea. La transmisión oral y la lucha por la recuperación de la
memoria histórica han sido y seguirán siendo fundamentales, pero creo que es
posible y necesario dar un paso más e incorporar al recuerdo la perspectiva
histórica; es decir, reivindicar el papel clave que los Sanfermines del 78
desempeñan en la comprensión de la transición en Pamplona, en Euskal Herria y en
el Estado frente a la interpretación ahistórica que sostiene que fueron un hecho
aislado, un “desgraciado accidente”.
Los años inmediatamente posteriores a la muerte
de Franco estuvieron marcados por la conflictividad. Se abrió una nueva etapa en
la que todo parecía posible, hasta la democracia; pero se enfrentaron
concepciones más o menos antagónicas respecto al proceso de tránsito de una
dictadura a una democracia. Mientras una parte de la sociedad civil aspiraba a
construir la democracia desde la base, desde las asambleas de trabajadores y
trabajadoras, las Asociaciones vecinales, el ecologismo, la autogestión o el
feminismo… el Estado, todavía franquista, trató, en todo momento, de mantener
bajo control el proceso para que se desarrollara en la esfera de la política
“oficial”, de despachos y consensos, “con poca luz y sin apenas
taquígrafos”.
La represión contra todo proyecto, movimiento o
reivindicación que viniera de abajo y, por tanto, no sujeto ni tutelado por el
Estado, fue fundamental para sacar el proceso de de la calle y llevarlo al
ámbito de la negociación política. Así, lo ocurrido en Gasteiz y Montejurra en
1976, la matanza de Atocha en 1977, los Sanfermines y la ocupación policial de
Orereta en el verano de 1978, el asesinato de Gladys del Estal en 1979…
formarían parte de ese enfrentamiento entre ruptura y reforma, movilización y
represión, alternativas sociopolíticas y Estado.
En este sentido, los Sanfermines del 78 adquieren
una dimensión histórica porque fueron resultado de este choque y, como tal, son
un reflejo de la situación sociopolítica de Nafarroa y Euskal Herria durante la
Transición; de las reivindicaciones, aspiraciones e ilusiones, de las tensiones,
contradicciones y conflictos de la sociedad de entonces. Los Sanfermines del 78
nos hablan de las luchas por la amnistía, que no llegó con aquella ley parcial,
limitada y “tramposa” de 1977; de las luchas contra la represión sobre
trabajadoras y trabajadores y militantes de organizaciones sociales y políticas;
del condicionamiento del contencioso Navarra-Euskadi queriendo deslegitimar ante
la sociedad navarra unas reivindicaciones sociales y nacionales que latían en
toda Euskal Herria; de la solidaridad popular y la movilización social; de las
huelgas generales o de las jornadas de lucha. Nos hablan de aspectos de la
Transición, los más conflictivos y violentos, que el relato defensor de que ésta
fue modélica y consensuada pocas veces aborda.
Por eso siempre he pensado, y como historiadora
sostengo, que los Sanfermines del 78 son parte de la historia, de la historia de
Iruñea, de Nafarroa y de Euskal Herria. La unidad didáctica, promovida por
Sanfermines 78 gogoan!, pretende contribuir a dar a aquellos hechos el lugar que
les corresponde. Esperemos que el trabajo realizado dé sus frutos y algún día se
reconozca oficialmente la verdad sobre aquellos acontecimientos, se haga
justicia y se repare, siquiera simbólicamente, a sus víctimas. Mientras tanto,
seguiremos manteniendo vivo el recuerdo, como cada año, también este 8 de julio,
a la una del mediodía, ante la estela de Germán.
Nerea Pérez Ibarrola, historiadoraFuente: sanfermines78gogoan.org
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