domingo, 29 de julio de 2012

PERDER LO QUE AMAS NO ES FÁCIL


Al respecto de la noticia sobre el aborto, que ha sido tan comentada recientemente, quería comentar que perder lo que amas no es nada fácil. Cuando una mujer o una pareja buscan un niño y ocurre el embarazo, sienten una gran alegría, que aumenta conforme la gestación avanza. Con suerte, pasarán unos meses de emoción y preparativos, hasta que tengan a su pequeñín/a en brazos: el momento cumbre.
Por desgracia, un aborto natural destruye estas ilusiones de repente, toca guardar la ropita, olvidarse del nombre que hubiera llevado, huir de los parques y cualquier sitio donde haya niños/as porque no se puede estar llorando a todas horas. Perder lo que amas no es fácil, y esos padres ya querían con locura a su pequeño embrión.
Pero la realidad puede ser todavía más terrible, el embarazo va perfecto, han pasado los meses de más peligro, la tripita se va notando y nos hacemos a la idea de que realmente hay un niño o niña ahí dentro. Y un día, el más triste de nuestra vida, nos dicen que tiene una malformación. Luis, María, Jorge, Marta, Mikel, Idoia, como se llame, está malformado, nuestro/a queridísimo/a hijo/a está malformado/a. Empieza un proceso durísimo, realmente creo que no existe la palabra que pueda describir ese dolor, en el que el aita y la ama han de decidir si van a tenerlo en brazos o no, si va a ocupar la cunita o no, etcétera.
Tal vez, pensando sobre todo en su pequeñín/a, decidan que no, que mejor se vaya ahora que no siente nada porque le espera una vida demasiado dura, y como le quieren tantísimo les destroza pensar que vaya a sufrir tanto. En un acto de generosidad, renuncian a ver esa carita, a llenar la cunita, a llenar su casa, a ser ama y aita. Aunque para ellos, siempre lo serán, Luis, Jorge, Marta, Mikel, Idoia, como se llame. Siempre será su hijo/a, esté donde esté. No será fácil, pues siempre tendrán que afrontar la duda de si en aquel preciso momento tomaron la decisión correcta.
Se consolarán pensando, como buen aita y ama, que hicieron lo que juzgaron mejor para su hijo/a, aunque tal vez no lo superen nunca.
Perder lo que amas no es fácil, y decidir perderlo te parte por la mitad. No entiendo absolutamente nada de leyes, pero solo me pregunto si, moralmente, alguien tiene el derecho de decir al aita y la ama lo que tienen que hacer en ese proceso tan duro, o si, tal vez, sería mejor confiar en ellos, que al fin y al cabo, son los que van a perder lo que más aman.
Begoña Labaien, terapeuta de parejas (en Diario de Noticias)

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