Al respecto de la noticia sobre el aborto, que ha sido tan comentada recientemente, quería comentar que perder lo que amas no es nada fácil. Cuando una mujer o una pareja buscan un niño y ocurre el embarazo, sienten una gran alegría, que aumenta conforme la gestación avanza. Con suerte, pasarán unos meses de emoción y preparativos, hasta que tengan a su pequeñín/a en brazos: el momento cumbre.
Por desgracia, un aborto natural destruye estas ilusiones de repente, toca guardar la ropita, olvidarse del nombre que hubiera llevado, huir de los parques y cualquier sitio donde haya niños/as porque no se puede estar llorando a todas horas. Perder lo que amas no es fácil, y esos padres ya querían con locura a su pequeño embrión.
Pero la realidad puede ser todavía más terrible, el embarazo va perfecto, han pasado los meses de más peligro, la tripita se va notando y nos hacemos a la idea de que realmente hay un niño o niña ahí dentro. Y un día, el más triste de nuestra vida, nos dicen que tiene una malformación. Luis, María, Jorge, Marta, Mikel, Idoia, como se llame, está malformado, nuestro/a queridísimo/a hijo/a está malformado/a. Empieza un proceso durísimo, realmente creo que no existe la palabra que pueda describir ese dolor, en el que el aita y la ama han de decidir si van a tenerlo en brazos o no, si va a ocupar la cunita o no, etcétera.
Tal vez, pensando sobre todo en su pequeñín/a, decidan que no, que mejor se vaya ahora que no siente nada porque le espera una vida demasiado dura, y como le quieren tantísimo les destroza pensar que vaya a sufrir tanto. En un acto de generosidad, renuncian a ver esa carita, a llenar la cunita, a llenar su casa, a ser ama y aita. Aunque para ellos, siempre lo serán, Luis, Jorge, Marta, Mikel, Idoia, como se llame. Siempre será su hijo/a, esté donde esté. No será fácil, pues siempre tendrán que afrontar la duda de si en aquel preciso momento tomaron la decisión correcta.
Se consolarán pensando, como buen aita y ama, que hicieron lo que juzgaron mejor para su hijo/a, aunque tal vez no lo superen nunca.
Perder lo que amas no es fácil, y decidir perderlo te parte por la mitad. No entiendo absolutamente nada de leyes, pero solo me pregunto si, moralmente, alguien tiene el derecho de decir al aita y la ama lo que tienen que hacer en ese proceso tan duro, o si, tal vez, sería mejor confiar en ellos, que al fin y al cabo, son los que van a perder lo que más aman.
Begoña Labaien, terapeuta de parejas (en Diario de Noticias)
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