El 27 de junio se presentaban las conclusiones del grupo de
expertos “de alto nivel" que el Ministerio de Industria ha creado para
reformular la agenda de políticas públicas para internet. El informe apela a la
competitividad y la internacionalización de las empresas españolas para proponer
mayor liberalización del sector, que pasaría por la autorregulación entre
proveedores de servicio, operadores y otras partes implicadas, sin control
público. Entre las recomendaciones destaca la de desactivar
la protección de la neutralidad de la red, medida que fue solicitada al
Gobierno desde el Senado en 2010 pero que aún está a la espera de ser concretada
legalmente.
Que internet sea neutral es uno de sus principios básicos y
garantía de la igualdad de acceso, la libertad de información y la privacidad.
Una red es neutral cuando no interpreta lo que pasa por ella, sino que se ocupa
sólo de transmitir bits de información. En internet, cada
paquete de bits es tratado de la misma forma, sin discriminación según el
contenido o la tecnología que se utilice, ni penalizaciones en
determinados servicios para favorecer a otros. Hasta hace pocos años era un
principio incuestionable, considerado vital para la innovación, pero
precisamente algunas de estas innovaciones traen ahora la controversia: la
tecnología VoIP (voz sobre IP, es decir, a través de internet) y las redes P2P,
que permiten que el sonido y el vídeo viajen con más velocidad a través de la
red. De esta manera, aplicaciones tan populares como Skype o
Whatsapp permiten efectuar llamadas y mensajes de texto desde dispositivos
móviles sin que las empresas de telefonía obtengan ingresos.
Los intereses que representa la comisión de expertos que Industria
considera “de alto nivel” son fácilmente deducibles. Entre los
13 elegidos se encuentran altos cargos de empresas de telefonía (Vodafone y
Telefónica), de proveedoras de infraestructura (Ericsson, IBM, Indra) y de
servicios (Acens, Google).
El informe también propone dejar de contribuir a la financiación
de RTVE y no pagar las tasas por utilización de espectros de honda. El profesor
de Informática de la Universidad Autónoma de Madrid, Simone Santini, explica
cómo está claramente de lado de las empresas de telecomunicaciones: “Se habla
muy poco de las empresas que crean contenidos y mucho de las que gestionan la
infraestructuras, de sus inversiones”. El informe lamenta que “los incrementos de valor generados por los despliegues de nuevas
redes no serán capturados por los agentes que realizan la inversión” y
los cambios que proponen se dirigen a recuperar sus inversiones.
Entre los expertos sólo una persona tiene relación con la
industria de los contenidos (el presidente de la Asociación de Empresas de Electrónica,
Tecnologías de la Información, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales), a
pesar de que la neutralidad en la red ha sido siempre objeto de disputa entre
operadores y proveedores. Además, “la ausencia de los
consumidores y de la parte de la sociedad civil y los servicios públicos hace
que tome un enfoque empresarial y de beneficio”, lamenta la activista
Simona Levi, de la plataforma X.net.
La apuesta de Industria por este tipo de asesoría no es novedad:
hace unos meses DIAGONAL informaba de las coincidencias entre un informe
que Telefónica encargó a una consultora y el plan del Gobierno para
aglutinar en una Comisión Nacional de Mercados y Competencia todas las agencias
reguladoras españolas, lo cual también ponía en riesgo la neutralidad.
Las medidas propuestas podrían dar lugar a que se estableciesen
modelos con diferentes prestaciones: “pagaríamos más por las
cosas que nos interesan más o para acceder a páginas sin mucho poder
financiero”, según Santini. Por otro lado, la posibilidad de fusión o
acuerdos entre las empresas de telecomunicaciones con los proveedores de
servicios y aplicaciones crearía “las condiciones para la creación de carteles y
de monopolios casi absolutos”. También habría consecuencias políticas, pues “las
empresas podrán decidir qué opiniones se difundirán” si marcan con sus políticas
de precios y prestaciones qué tipo de informaciones serán más rápidas o baratas
de difundir. No proteger la neutralidad abre la puerta a abusos contra las
libertades en internet. Así, el Gobierno podría acceder al contenido de lo que
circule a través de la red, “ya sea a través de un servicio de observación o
consiguiendo los datos de las empresas”. La activista Simona Levi, va más allá:
si la red deja de ser neutral, “no podremos autoorganizarnos, autoinformarnos,
ni crear sociedades democráticas sin intermediarios”.
La neutralidad está en entredicho en toda Europa. Los usuarios
denuncian a diario ataques por parte de las empresas de telecomunicaciones en el
portal respectmynet.eu
y, según un
informe de organismo de reguladores europeos de las comunicaciones
electrónicas (BEREC), uno de cada tres operadores restringe el tráfico P2P y
uno de cada cuatro compañías de móvil prohíbe la VoIP, ya sea técnicamente o por
contrato.
De momento, “la UE no tiene una política clara
pero, hasta hoy, se ha orientado a mantener la neutralidad”, según
Santini. Recientemente, la vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable
de la Agenda Digital Neelie Kroes ha negado que sea necesario legislar la
neutralidad a nivel europeo, pero admite que en algunos países la protección es
insuficiente. En este sentido, el profesor Santini considera que “la red debe ser declarada un bien público, fuera del alcance de la
especulación”. Simona Levi recuerda que “los servicios de
telecomunicaciones fueron privatizados a cambio de que llegaran a toda la
población” y por ello deben “respetar la esencia de internet. Es como si los que
gestionan el agua no debiesen garantizar que fuera potable porque les sale
demasiado caro”.
Chile es el primer país del mundo en aprobar una ley para
garantizar la neutralidad (en agosto de 2010) y recientemente Holanda ha
emprendido acciones en la misma línea, pero en los últimos años empresas y
gobiernos han tratado de imponer mecanismos que la pasan por alto. Levi defiende
que “los ataques a la neutralidad y aquellos que tienen como
excusa la propiedad intelectual y el ciberterrorismo buscan impedir la libertad
y la democracia que internet ha traído”. De ello son muestra iniciativas
legislativas como SOPA y CISPA en EE UU o el acuerdo ACTA, impulsado por EE
UU, la Comisión Europea, Suiza y Japón a nivel mundial.
Precisamente el pasado 4 de julio el Parlamento Europeo rechazaba
el ACTA, tras un
largo proceso que comenzó en 2007 y ha estado marcado por el secretismo y
las protestas ciudadanas. El colectivo activista La
Quadrature du Net habla de “blanqueo político”, es decir, denuncian que con
ACTA se utiliza las organizaciones internacionales para situarse por encima de
las instituciones y eludir el debate democrático acerca de la neutralidad de la
red. Las movilizaciones
ciudadanas pueden haber incidido en el recorrido del ACTA por Bruselas. Sin
embargo, en varios países de la Unión, entre ellos España, ya fue ratificado
hace meses. Además, el 12 de julio, el gobierno de México, donde también hay una
fuerte oposición ciudadana y el Senado había votado en contra, firmó su
adhesión.
De cualquier manera, queda por ver en qué medidas legislativas
concretas podría traducirse este acuerdo y las presiones empresariales en cada
país de la Unión Europea. Por lo pronto, en el Estado español, los primeros meses de aplicación de la Ley Sinde-Wert han demostrado
su escaso impacto para eliminar el intercambio de archivos. Según
admitió a finales de junio el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, “ninguna
ley puede garantizar la propiedad intelectual más de tres meses por la
velocidad con la que de desarrolla la tecnología”.
Diagonal
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