miércoles, 4 de julio de 2012

LA "SANTÍSIMA TRINIDAD": EL TAPÓN DE LA DEMOCRACIA



Son tres, y actúan al unísono. Al igual que el misterio trinitario de los católicos ("Dios es uno y trino"), también se manifiestan por separado como símbolos independientes (sociales en este caso), aunque maniobran en comandita en pos de un mismo objetivo: la usurpación de la identidad ciudadana y su adormecimiento y entontecimiento, para detentar el poder "democrático" por medio de la ostentación de ese poder y padrinazgo económico, político y cultural.
Del mismo modo que la inextricable metáfora católica, los tres establecen una "Santa Alianza" en la que es muy difícil discernir – descubrir- cuál es el inabarcable mundo de relaciones clientelares tejidas entre sí, y a través de las cuales ejercen su dominio, a modo de tapón o superestructura social que nos asfixia.
Una Alianza conformada por el poder económico, el poder político y el poder mediático que se ha apoderado de la Democracia para hacer de esta un mero decorado de cartón piedra irreal – por falso y mentiroso-, que nos hace olvidar a todos que la soberanía reside en el pueblo. Y que éste, el pueblo, es el origen, el propietario y el destinatario final de toda acción social: pública o privada.
Como afortunadamente ya no estamos en el mundo de las verdades absolutas ni las causalidades únicas para explicar las cosas que suceden, las razones de la asfixia social que padecemos tiene –como cuando uno se muere-, al menos, tres causas: la enfermedad original, el efecto perverso de esa enfermedad y la catarsis final que deviene en la muerte. En el caso que nos ocupa, esa enfermedad de origen está en la descarada abdicación de los políticos –de la clase política que alcanza la púrpura del cargo- ante el poder económico. Una abdicación, que si bien parece algo consuetudinario a lo largo de la historia remota, moderna y contemporánea, resulta infame e inaceptable en el momento presente, porque son muchos los millones de personas que han muerto y dado su vida a lo largo de la historia reciente al grito de democracia y libertad, para que hoy –en el siglo XXI- no tengamos ni la una ni la otra, sino una farsa edulcorada. Abdicación de la política ante el beneficio y el desarrollo sin más norte ni sentido que el de la acumulación por unos pocos, de lo generado por los que son más y viven peor.
El efecto perverso de éste cáncer es la pleitesía acrítica y servil que rinde a esta alianza político-económica, ese mundo lleno de intereses creados y personajes atrabiliarios que configuran los grandes conglomerados y grupos mediáticos. Estos, haciendo abdicación de su función primigenia de control y defensa del ciudadano frente a los poderes instituidos mediante el despertar de las conciencias y del espíritu crítico e innovador, se pliegan a los intereses de los poderosos – vía publicidad y prebendas de todo tipo- para dar carta de naturaleza irreversible al "statu quo" social y de poder "ademocrático", cuando no convirtiéndose en trinchera de las distintas banderías en pugna permanente por dirigir, por orientar, el cotarro.
Es así como el conglomerado del poder mediático convencional entra a formar parte del "stablishment" de la superestructura social creada por políticos y grandes empresarios, en el que juegan el importante papel de mantener engrasada y a toda mecha la fábrica de producción del entontecimiento social por tres vías. A saber: mediante el ensalzamiento de lo banal con la creación extemporánea – y posterior crucifixión- de todo tipo de modelos y arquetipos sociales huecos de sustancia ética o moral pero llenos de coreografía fútil o de "Glamour" (quinta esencia de lo banal); mediante la reelaboración sin fin de los mitos clásicos y modernos hasta al aborrecimiento o, por último, mediante la creación y exhibición de todo tipo de violencia (de acción) con la que dar una válvula de escape a la tensión social, cuando no para generar miedo a lo nuevo o desconocido.
Claro está que, al igual que ha demostrado la Iglesia Católica a lo largo de dos milenios, tampoco esta "Santa Alianza" es una balsa de aceite, sino una permanente hoya a presión que traslada su desquicie, su permanente paranoia, su estrés, su infelicidad al resto de la sociedad - a los súbditos- que así entontecidos viven como suyas, como propias, las cuitas de los múltiples personajes que andan en la lucha por hacerse un hueco en esa superestructura de poder que todo lo tapona y que solo encuentra la unidad, a la hora de evitar el derrumbe del modelo cuando en la ciudadanía comienza a hervir –como ahora- la indignación ante sus desmanes que nunca pagan
Es por ello que cualquier proceso se regeneración y refundación democrática pasa de manera ineludible y como primer muro a derribar, por la quiebra y ruptura de esta "Santa Alianza" tan dañina y perjudicial para la Democracia, al borde de la catarsis final.
Consejo Editorial "La Antorcha de la Información"

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