A veces ocurre que, cuando estás en plena tarea, construyendo una
ficción, te invade la sensación de que lo importante está ocurriendo
fuera, algo mucho más poderoso que la historia que tú estás creando con
mimo y obsesión. Es cierto que el ser humano contemporáneo necesita una
dosis diaria de ficción, sin la que no sabría vivir, pero también es
cierto que en muchas ocasiones los rugidos de la realidad que atraviesan
nuestras televisiones y las pantallas de nuestros ordenadores son tan
potentes que te dejan sin aliento y con la sensación de que una película
es algo insignificante comparado con ellos. Me ocurrió el martes
mientras montaba la mía y un impresionante tsunami ciudadano bramaba en la Plaza de Neptuno
por su derecho a disentir con los políticos que dicen representarles,
reunidos a la sazón en el Congreso. Los gritos de esta marea, cercada y
en ocasiones apaleada y arrastrada por los 1.300 policías en la Plaza de
Neptuno, han llenado las primeras páginas de todos los periódicos del
mundo pero no han conseguido hacer vibrar el tímpano de Mariano Rajoy, en sus días neoyorquinos.
En su conferencia en la American Society/Council of the Americas, Rajoy
ha vuelto a editar la realidad a su antojo, agradeciendo desde Nueva
York a "la mayoría silenciosa de los españoles que no se manifiesta".
Sr. Rajoy, yo soy parte de esa mayoría silenciosa que no se manifestó
el 25S y le ruego que no tergiverse y mucho menos se apropie de mi
silencio. Que no estuviera físicamente en Neptuno no significa que no me
indigne ante las cargas policiales, la desmedida reacción de la
delegada del Gobierno, la manipulación por parte de la televisión
estatal de las imágenes de lo ocurrido, la chulería de los agentes que se negaron a identificarse en la estación de Atocha e intimidaron a los viajeros
(todo ello lejos del Congreso) mientras le prohibían a algunos
fotógrafos que siguieran trabajando, el empeño en que los madrileños nos
encontráramos desde por la mañana con una ciudad sitiada y que esta
circunstancia nos predispusiera contra los manifestantes (misión
fallida, los madrileños sufrimos en silencio o a gritos, pero no nos
creemos a las personas que nos gobiernan desde el Ayuntamiento
o en nuestra Comunidad, personas electas por la fatalidad y por las
ventajas de estar incluidas en una lista electoral cerrada).
Las imágenes y todo lo que las rodea son manipulables, el color, las
palabras, los gestos, las intenciones, todo depende del narrador.
Cualquier realidad puede significar algo o lo contrario, según los
intereses de quien la narre. Los voceros del gobierno, el propio
presidente, pueden narrar lo ocurrido en Neptuno como les plazca, lo
hacen cada día, pero por suerte en los tiempos que corren resulta
imposible ser el único narrador, por muchos mamporros que la policía
esté dispuesta a repartir a todo aquel que porte una cámara.
Vivimos en un mundo dominado por las nuevas tecnologías (en esta
ocasión, benditas sean), además de múltiples cámaras profesionales
(impresionante verlos trabajar en el centro mismo del seísmo, a la
manera de los reporteros de guerra. Admirable el testimonio que han
dejado, tanto por su valor moral como artístico) la mayoría de los
manifestantes portan además de gritos y eslóganes muy certeros ("Roban,
pegan, no nos representan") una cámara de fotos o un simple teléfono,
cuyas imágenes no verán la luz en TVE pero uno puede contemplarlas en
otros medios digitales, o en YouTube. En esas imágenes podemos ver con
toda nitidez la porra, absolutamente real, de un policía enmascarado,
(todos lo están, excepto algún infiltrado, que también los hubo
y también hay testimonio de ello), y el rostro descubierto de su
víctima, pálido, con una brecha en la cabeza, una brecha tan real que
mana abundante sangre que a su vez resbala por las mejillas de la
víctima y le salpica la camisa. Sangre roja, documentada, narrada por
cualquiera de los asistentes al "acto".
He puesto como ejemplo una sola foto, pero en los medios no estatales hay muchísimas más, tantas como narradores que contradicen las versiones oficiales y que al menos por esta vez, están encontrando un amplio eco en los medios internacionales. Pueden seguir sucediendo barbaridades como las de esta semana, pero nuestra cruda realidad ("cruda" en sentido fotográfico, es decir, la primera imagen de la realidad cuando no está retocada), tan compleja y a la vez tan simple, va a tener múltiples narradores y muchos puntos de vista. A los responsables del orden público les va a resultar extremadamente difícil silenciarlos. No bastará con disparar pelotas ni arrastrar a los manifestantes por el asfalto.
He puesto como ejemplo una sola foto, pero en los medios no estatales hay muchísimas más, tantas como narradores que contradicen las versiones oficiales y que al menos por esta vez, están encontrando un amplio eco en los medios internacionales. Pueden seguir sucediendo barbaridades como las de esta semana, pero nuestra cruda realidad ("cruda" en sentido fotográfico, es decir, la primera imagen de la realidad cuando no está retocada), tan compleja y a la vez tan simple, va a tener múltiples narradores y muchos puntos de vista. A los responsables del orden público les va a resultar extremadamente difícil silenciarlos. No bastará con disparar pelotas ni arrastrar a los manifestantes por el asfalto.
Pedro Almodóvar, director, guionista y productor
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