viernes, 14 de septiembre de 2012

EL TIRO POR LA CULATA EN BENGASI

“¿Papá, qué es un tiro por la culata?”
Es una fábula para contar a nuestros hijos junto a la chimenea, en un futuro no tan distante, postapocalíptico, distópico.
Erase una vez, durante la “guerra contra el terror” de George "Dubya" Bush, con las Fuerzas del Mal capturadas –y debidamente torturadas– un malévolo terrorista, Abu Yahya al-Libi.
Abu Yahya al-Libi era, por supuesto, libio. Pasó tres años en las entrañas de la prisión de Bagram, cerca de Kabul, pero de alguna manera logró escapar de esa fortaleza supuestamente inexpugnable en julio de 2005.
En aquel entonces, las Fuerzas del Bien erann felices en la cama con el coronel Muamar Gadafi de Libia, cuyos servicios de inteligencia, para deleite del gobierno de Bush, usaban los métodos más repugnantes para exterminar o por lo menos aislar a salafistas-yihadistas al estilo de al Qaida del tipo de al-Libi.
Pero en 2011 las Fuerzas del Bien, bajo un nuevo gobierno, decidieron que era hora de enterrar la tan olvidada “guerra contra el terror” y danzar según una nueva moda más popular: la intervención humanitaria, caracterizada también como “acción militar cinética”.
De modo que al-Libi volvió de entre los muertos, combatiendo ahora lado a lado de las Fuerzas del Bien para derrocar (y finalmente eliminarlo) al “malévolo” coronel Gadafi. Al-Libi se había convertido en un “combatiente por la libertad”, a pesar de que llamaba abiertamente a que Libia se convirtiera en un Emirato Islámico.
La luna de miel no duró mucho.
En septiembre de 2012, por primera vez en tres meses, el líder de al Qaida Ayman al-Zawahiri, alias El Cirujano, publicó un video de 42 minutos para “celebrar” el 11 aniversario del 11-S, admitiendo por primera vez la liquidación de su número dos.
Su número dos no era otro que Abu Yahya al-Libi, atacado por uno de los adorados drones del presidente Barack Obama de EE.UU., en Waziristán el 4 de junio.
Un efecto inmediato del video de al-Zawahiri fue que una furiosa turba armada, dirigida por el grupo islamista Ansar al Sharia, incendió el consulado de EE.UU. en Bengasi. El embajador de EE.UU. en Libia, Christopher Stevens, fue eliminado. No importó que Stevens fuera un héroe de los “rebeldes de la OTAN” que habían “liberado” Libia –notoriamente salpicados de salafistas-yihadistas del tipo al-Libi.
Stevens fue recompensado por Washington con el puesto de embajador solo después de que el “malévolo” Gadafi fue finalmente sodomizado, linchado y asesinado por, quién iba a ser, una turba enfurecida.
De modo que finalmente la serpiente pudo morder su propia cola.
Lo que pasó en Bengasi podría haber sido solo una protesta fuera de control contra una burda película de aficionados hecha en California, producida y dirigida por un agente de bienes raíces e islamófobo a toda prueba (ahora se dice que su identidad era un disfraz), financiado con 5 millones de dólares por donantes judíos no identificados, presentando al Islam “como un cáncer” y al Profeta Muhammad como un mujeriego, un pedófilo y, sobre todo, un fraude. La cinta fue debidamente publicitada por el insano pastor de Florida y fanático de la quema de Coranes Terry Jones.
Sin embargo el asesinato del embajador de EE.UU. en Libia es solo un entremés de lo que podría pasar en Siria, donde numerosos “combatientes por la libertad” apoyados por la CIA, los turcos y la Casa de Saud están vinculados a al Qaida, sea a través del supuestamente reformista Grupo de Combate Islámico Libia (LIFG) o por bandas de subcontratistas como Al Qaida en la Península Arábiga (AQAP) o Al Qaida en el Magreb (AQIM).
¿Entonces cómo “llevará [Washington] ante la justicia” a los perpetradores del atentado de Libia? Después de todo es la misma banda a la que se vitoreó como “héroe” cuando sodomizó, linchó y eliminó al “malévolo” Gadafi.
Asia Times Online ha estado advirtiendo durante más de un año sobre un tiro por la culata en Libia -y potencialmente en Siria-, donde los medievales jeques saudíes emiten frenéticamente fatuas legitimando una matanza generalizada de “infieles” alauíes. Todo esto es una reedición de la misma película de la yihad afgana de los años ochenta; primero los llamamos “combatientes por la libertad”, pero cuando nos atacan vuelven a ser “terroristas”.
Ahora tenemos a salafistas-yihadistas armados por la OTAN en Libia, y salafistas-yihadistas financiados por la Casa de Saud y basados en Turquía que usan métodos “terroristas” como atacantes suicidas para derribar el régimen de Asad, todos preparados y listos a actuar. Ciertamente agregan un nuevo significado a la “acción cinética” de Obama.
Un tiro por la culata –como en Afganistán– podría haber tardado años. Esta vez levanta su atroz cabeza en solo unos meses. Y solo es el comienzo.
¿Qué pasará ahora? ¿A quién vais a bombardear? ¿A quién vais a matar a fuerza de drones? ¿Qué os parece bombardear Bengasi un año después de condenar a muerte a Gadafi porque podría haber amenazado con… bombardear Bengasi?
Preguntad a la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, quien pretende hablar por el bien del “pueblo libio”. Tal vez presentará una política de alineamiento retroactivo de EE.UU. con Gadafi.
Y ya que estamos en un año electoral ¿por qué no preguntar al invisible expresidente Bush en persona? Después de todo él proclamó en septiembre de 2001 que “o estáis con nosotros, o estáis con los terroristas”.
Bueno, se podría decir: cuidado con lo que obtenéis cuando os metéis en la cama con terroristas.

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