Este año, coincidiendo con el
quinientos aniversario de la conquista de Navarra, el Gobierno foral
puso en marcha hace unos meses la denominada Ruta de los castillos y fortalezas en Navarra,
con la que se quiere poner en valor, y convertir en destino turístico, a
una cuidada selección de 19 castillos, fortalezas o recintos
amurallados de nuestro viejo reino. Se trata de una ruta, cuya puesta en
marcha, ha puesto de manifiesto que teníamos en nuestra tierra un
recurso de primera categoría, al que nos faltaba darle el empujón que
ahora se le ha dado.
Dentro de esta ruta hay cuatro itinerarios bien definidos: la
zona de los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la zona Media, y la Ribera.
Y hoy, desde esta sección, vamos a dirigir nuestra atención a una de
estas fortalezas a la que las excavaciones arqueológicas han convertido
en un museo al aire libre. Estamos hablando del despoblado de Rada y de
su recinto amurallado, que es uno de los destinos turísticos que
promociona la mencionada ruta.
Rada está
ubicado en ese cuarto itinerario, el de la Ribera de Navarra; entre
Caparroso y Mélida, sobre un meandro del río Aragón. Y quien se acerque
allí debe de hacerlo dotado de la sensibilidad suficiente para percibir
todo lo que esas piedras nos están enseñando y transmitiendo. Porque
esos restos que allí se muestran son un verdadero libro de Historia.
Lo primero que hay que saber es que dentro de ese recinto
amurallado lo que hay es una localidad, de origen medieval, que quedó
despoblada en el año 1455. Desde entonces nadie ha vivido allí, con todo
lo que ello implica. Y lo que ahora se ve son, en buena medida, los
restos que han quedado al descubierto tras las excavaciones
arqueológicas de los últimos años. Para ser exactos, lo que vamos a
encontrar en la cima de ese cabezo de 431 metros de altura, es un
hermoso lienzo de muralla de cien metros de longitud por ocho de altura,
un torreón de planta circular, la cuadrícula medieval del trazado de
sus cuatro calles, la planta de unas 25 viviendas, la necrópolis, el
aljibe, y la iglesia románica de San Nicolás; todo ello sobre una
superficie de 12.500 metros cuadrados. Es precisamente este último
edificio, y uno de los lienzos de muralla, lo único que desde que Rada
quedó despoblado se ha mantenido en pie.
Todo parece indicar que la calle sobre la que se articula este
antiguo núcleo de población es la calle de la Ermita, que atraviesa
longitudinalmente, y por su parte central, el poblado. Es por esta vía
por la que se entra a Rada; en ella está, entre otros puntos de interés,
la casa del Tenente, la iglesia de San Nicolás, y la necrópolis. Dicho
de otra manera, la calle de la Ermita es la que une la puerta de entrada
al recinto con la torre, o donjón. Hasta esta calle llegan otras tres,
mucho más pequeñas. Entendemos que la denominación de ermita alude
directamente a la iglesia de San Nicolás.
Las excavaciones han permitido sacar a la luz las plantas de
unas veinticinco viviendas, con muros de mampostería, en las que se
calcula que vivían unas 125 personas. Cuando nos pongamos delante de
cualquiera de ellas es importante dejar volar la imaginación para poder
entender cómo era en 1455 el interior de aquellas casas.
Esa pequeña columna que se ve en el suelo tenía entonces una
altura cercana a los dos metros; sobre la columna iba una amplia zapata
de madera, y sobre esta apoyaba todo el entramado del suelo de madera de
la planta superior, que habitualmente servía de dormitorio. De la
planta baja al piso superior se accedía a través de una escalera,
también de mampostería, tal y como se puede llegar a apreciar en algunas
de las viviendas, teniendo siempre en cuenta que lo que ha sobrevivido
es el primer metro de altura.
Obsérvese que el suelo de la planta baja era el natural,
rocoso en buena medida, sobre el que entonces echaban una capa de tierra
y hierba para hacerlo más cómodo y mucho más limpio. Y, por otro lado,
las excavaciones permitieron aventurar que la cubierta de estas casas
estaba formada a base de un entramado de vigas de madera y de tejas.
A modo de
curiosidad diremos que a la antigua ermita le ha pasado exactamente lo
contrario que a decenas de iglesias de despoblados navarros, que tras
perder su entorno de viviendas, han bajado de categoría, pasando de
iglesia a ermita. Sin embargo, la de Rada ha vivido un proceso inverso;
ha pasado de ermita a iglesia. No pasa de ser una cosa curiosa.
En cualquier caso, sea ermita o sea iglesia, estamos ante un
templo románico, que exteriormente se caracteriza por su espadaña y por
la ausencia de contrafuertes. En su interior, nave única de tres tramos
rectangulares, rematada con un ábside semicircular; a esta se añade otra
nave adosada al lado norte, de altura inferior a la primera, y rematada
en esta ocasión por un ábside plano. La rehabilitación de este templo
pasó por desmontarlo piedra a piedra, para reedificarlo de nuevo.
Dentro del templo podemos encontrar algunos pendones de tela
que recrean a otros de la época, con sus armas correspondientes; podemos
encontrar también algunos maniquís humanos que, con gran realismo, nos
aproximan a lo que entonces pudieron ser guerreros y maceros; y además
de varios paneles explicativos, nos espera una vitrina cuyo interior
aloja una selección de las muchas piezas que han ido apareciendo en las
excavaciones.
Esta vitrina nos conecta, instintivamente, con la necrópolis
anexa a la iglesia, en la que se han recreado cuatro sepulturas; en ese
emplazamiento se recuperaron varias estelas funerarias, así como restos
óseos de un total de 79 personas -entre ellas 35 niños-. Igualmente, tal
y como se puede ver en la mencionada vitrina, durante las excavaciones
arqueológicas se han encontrado abundantes restos cerámicos (cántaros,
ollas, jarras, escudillas, etc.), armas, hebillas, pendientes, calzado
de cuero, y otros muchos elementos.
recinto amurallado Lo
que exteriormente se ve de Rada desde los alrededores es un recinto
amurallado, que lo hacía casi inexpugnable. Conforme se accede con el
coche se puede apreciar que la ladera está repleta de piedras,
procedentes todas ellas de lo que un día fue muralla.
Tan solo en el lado norte es donde ha sobrevivido un
importante lienzo de muralla, que es el que nos permite intuir cómo era
el resto de ese recinto fortificado, y en el que está el arco de acceso.
Muy cerca de la puerta de entrada, en el interior, se conservan dos
defensas cuadradas, abiertas por detrás y que, tal y como puede verse en
los dibujos allí expuestos, a lo largo de sus ocho metros de altura
albergaban tres pisos de altura, con suelos de madera, desde los que se
atendía la defensa a través de las estrechas saeteras.
Y en el extremo opuesto sobrevive la base del donjón, una
torre circular con un diámetro externo de 8'5 metros, y que pudo tener
unos 15 metros de altura, duplicando casi la altura de la muralla.
Evidentemente estamos ante el elemento más vistoso de este espacio. Hay
quien apunta que este torreón puede ser de origen árabe. Más claro
parece que se trate de un punto de vigilancia, dotado lógicamente de
funciones defensivas.
Sabemos de
este viejo poblado que existía ya en el siglo XI; los documentos así lo
atestiguan. Es esa ubicación, tan próxima al reino de Aragón, la que
hace que Rada esté predestinado a ejercer una función defensiva. Del
linaje de los Rada pasó al de los Mauleón.
El rey Juan II, casado con doña Blanca (hija de Carlos III),
se enfrentó a su propio hijo (Carlos, Príncipe de Viana), ambicionando
para sí la sucesión de la corona que ostentaba doña Blanca. Se inició
así una cruenta guerra civil con dos bandos bien diferenciados. Por un
lado estaban los partidarios de Juan II (agramonteses), y por el otro
los de su hijo Carlos (beaumonteses). Fueron estos últimos los que se
adueñaron de la fortaleza de Rada, acaudillados por Charles de Mauleón; y
esto, a su vez, se tradujo en que, en 1455, mosén Martín de Peralta, al
frente de las tropas agramontesas, sitió el lugar de Rada consiguiendo
finalmente penetrar en su interior y destruir posteriormente este
recinto fortificado.
Es así como en 1455 queda Rada definitivamente despoblada. Y
algo más de cinco siglos después, en 1981, Luis de Silva, duque Miranda y
último propietario de este enclave, hace donación al Gobierno de
Navarra de este solar. Por último, es a partir de 1984, cuando un grupo
de arqueólogos, con Inés Tabar al frente, inicia una minuciosa tarea de
excavación arqueológica del interior del recinto amurallado, que es la
que permitió en noviembre de 1999 inaugurar uno de los mejores museos,
al aire libre, en los que, entre piedras, puede leerse una parte
importante de la historia de Navarra; tan importante como triste.
Rada nos invita en nuestros días a acercarnos, a pasear entre
sus restos, a interpretar lo que las piedras nos ayudan ya a intuir. Es
un enclave emblemático, una atalaya privilegiada de la que se puede
disfrutar aún cuando no hubiese ni una sola piedra. Pero allí, en la
cima de ese cabezo, hay paisaje, hay historia, hay arquitectura. Es un
lugar para sentir.
Fernando Hualde, en Diario de Noticias
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