Lo ha dicho el lehendakari. No ha sido la
crisis económica, sino la soledad política de su gobierno lo que ha
precipitado el adelanto de las elecciones vascas. La mayoría de los
medios del país lo daba por descontado después que el PP retirase su
apoyo al gabinete de López. Pero, ha sido necesario esperar a que éste,
refugiado en los últimos meses tras una actividad institucional casi
rutinaria, fuera consciente de esa situación de extrema debilidad
política para que se haya decidido a activar el mecanismo de
convocatoria electoral anticipada. Es significativo que ninguna
decisión de López haya conseguido galvanizar a la opinión pública, a los
medios, a los partidos vascos, como ésta de la convocatoria de
elecciones.
El gobierno de Patxi López nunca fue un
gobierno fuerte, aunque no dejara de ufanarse de su sólida base
parlamentaria. Su músculo parlamentario, que le ha dotado de mayoría
incontestable hasta la deserción del PP, ni siquiera ha completado la
alternativa al nacionalismo que buscaba. En lo que a los temas
relevantes de la agenda del país se refiere, su indolencia ha sido
notoria en materia de autogobierno (cuyos avances se deben a los pactos
del PNV con Zapatero), no ha aportado nada especial al fin de ETA (que
ha caído por su propio peso) y ha fracasado en materia económica.
Su único logro reseñable se encuentra en
el ámbito de lo simbólico. El gobierno apoyado por el PSE y el PP ha
interrumpido la secuencia histórica de gobiernos que ha encabezado el
nacionalismo vasco. No es cuestión banal. Muestra lo importante que fue y
es, para los protagonistas de la operación, la cosa de tocar poder.
Pero, es pobre bagaje. Por eso, el cierre de legislatura ha buscado
evitar la escenificación del balance final. Someter la gestión del
gobierno al examen del debate de política general de septiembre hubiera
puesto de manifiesto sus carencias y hubiera ahondado su imagen de
aislamiento.
El fracaso es manifiesto en la gestión de
la economía pública, importante parcela del tema que más preocupa a la
sociedad, la economía. El gobierno de Patxi López se ha encerrado en sí
mismo cuando las difíciles circunstancias de la crisis demandaban
coordinación institucional para con la vista en la recuperación. Ha
confundido liderazgo con jerarquía institucional. Ha buscado pelea con
las Diputaciones por todo, ha multiplicado la deuda pública por diez, no
termina de arrancar con las políticas activas de empleo, no ha apostado
con claridad por inversiones competitivas y ha sido incapaz de
coordinar políticas interinstitucionales que hagan frente a una crisis
que incide cada vez más agudamente en nuestras empresas.
Mientras tanto, el discurso económico del
lehendakari llama la atención por su poquedad, la escasez de sus
pretensiones. Su ‘raca-raca’ particular se ciñe a demandar una reforma
fiscal para la que no tiene atribuciones materiales, pero que le sirve
para una confrontación quijotesca con los imaginados molinos de la
‘derecha vasca’ que viene. Más allá de confrontar modelos con la
derecha, sin embargo, lo que se necesitaba y se necesita un Gobierno que
estimule la actividad económica vasca y que mantenga a Euskadi en los
puestos del IDH en los que nos colocó la gestión nacionalista.
La obsesión del lehendakari y el PSE es
el candidato nacionalista. Para antagonizar con eficacia con Urkullu,
quieren recurrir a la identificación entre el PP y el PNV, sugiriendo la
similitud de las políticas de ambos para que cale la imagen de un PNV
seguidista de la política de recortes del Bienestar que está realizando
Rajoy frente a un López que, por el contrario, se manifestaría
resistente. Aunque, para seducir con este gran truco a la sociedad vasca
haría falta borrar de la memoria social al menos dos cosas. Una, que es
la gestión de López como lehendakari la que tiene el marchamo del PP.
Dos, que si la edificación de la infraestructura del bienestar vasco se
puede atribuir a alguien es a la larga gestión del PNV (junto con otros
socios) desde el año 1980 hasta el 2009, mientras que su crisis se ha
precipitado durante la legislatura de López, apoyado por el PSE y el PP.
Para terminar, hará bien Iñigo Urkullu si
se aleja de esa imagen de confrontación polarizada entre PNV y PSE.
Aportaría tres razones. En primer lugar, porque López no va a ser su
contrincante principal. En segundo lugar, porque el PNV debe conservar
su capacidad de diálogo y alianza a un lado y a otro del espectro
político, uno de los valores, esa centralidad con espíritu integrador,
que más aprecian los vascos de hoy. Y, finalmente, porque el debate
prelectoral proporciona oportunidades que hay que aprovechar para
confrontar proyectos con todos los contendientes, de tal manera que los
ciudadanos puedan realizar la elección de la manera más informada
posible, sin que las pasiones de los antagonismos subidos de tono puedan
distorsionarla.
Joxan Rekondo, en Aberriberri
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