Los ya seis años largos de existencia de Nafarroa Bai han sido una sucesión de claroscuros donde las citas electorales han supuesto lo más dulce de la experiencia, y la actividad política diaria, tanto en el Parlamento de Navarra como en los Ayuntamientos, salvo honrosas excepciones, y sobre todo en la prensa lo más desalentador. Pero visto con perspectiva, la mera existencia de Nafarroa Bai, y sobre todo la excelente labor parlamentaria de su Diputada Uxue Barkos ha tenido unos efectos colaterales, posiblemente no previstos, que han cambiado radicalmente el panorama político de Navarra y que a la larga pueden suponer el ansiado “cambio político” en la comunidad foral. Y me estoy refiriendo a tres aspectos concretos:
La polarización del voto en tres sectores políticos, por fin, claramente definidos; el vasquismo progresista, el socialismo españolista y ese “popurri” conservador que se llama UPN y que hasta ahora parecía un bloque estable y homogéneo, con la consiguiente “minorización”, y habrá que ver si no desaparición, de las opciones intermedias que representaban CDN e IUN, y en menor medida la autodenominada Izquierda Abertzale.
La visualización del “techo electoral” del PSN, que perdida la mística de la transición, en gran parte debido a la galopante corrupción que asoló las filas socialistas con los sucesivos gobiernos de Gabriel Urralburu y Javier Otano, y por la supeditación de su política social y navarra a los intereses monclovitas, cristalizada de forma nítida con el famoso “agostazo”, les ha llevado a un punto donde el crecimiento electoral es casi imposible por su incapacidad de presentarse como alternativa de nada, lo que paradójicamente y en función del grado de descomposición que alcance UPN, incluso podría retornarlos al poder foral.
Y, finalmente, el comienzo del fin de UPN desde la lucha interna, propiciada por dos factores claves; la visualización de la “otra” Navarra, hasta ahora silenciada, y el riesgo cierto de perder el poder.
En este artículo me voy a centrar en este último aspecto, dejo para más adelante los otros dos, dada la importancia que tiene para el futuro de Navarra y, posiblemente, para el conjunto del país.
Pero, para entender la crisis en que está inmersa UPN es necesario primero entender la composición sociológica de su voto. UPN está compuesta por tres sectores con un peso electoral similar:
La derecha españolista afín a las tesis del PP para la que Navarra no es más que una autonomía más sin más interés estratégico político que impedir el avance del nacionalismo vasco, representada como nadie por el ex por antonomasia, Jaime Ignacio Del Burgo, y responsable de la disolución del PP navarro en la formación regionalista. Es el sector que hasta la fecha era la imagen y la voz de UPN en Madrid donde proyectaba una idea de sumisión absoluta y de subordinación al PP que al no corresponderse con la realidad navarra de UPN produjo la absoluta sorpresa e incredulidad de Rajoy cuando Sanz inicio el proceso de ruptura, proceso que ni aun hoy acaban de digerir en Génova, ni mucho menos comprender. Es en este sector donde “curiosamente” podría encajar la flamante nueva Presidenta del partido y Alcaldesa de Iruña, Yolanda Barcina. Pero de su caso ya nos ocuparemos más adelante.
Está, a continuación, un segundo sector heredero del carlismo del 36 y en menor medida del foralismo pactista, un sector que tradicionalmente no ha sido antivasquista pero que por mor de las circunstancias, y quizás de cierta mala conciencia, ha recogido esta bandera amparándose en la sinrazón etarra y derivando hacia un navarrismo “de pega” que no hace sino esconder su propia incoherencia. Es, posiblemente, el sector con un menor peso en la dirección regionalista, siendo paradójicamente el que más aporta al discurso ideológico de UPN. En el se refugian los viejos dinosaurios del partido pero en la actualidad, y quizás por haber sido ninguneados dentro del aparato, no se ve líder alguno con capacidad decisoria dentro del conjunto. Probablemente, y al margen del fundador, su figura más carismática fue Juan Cruz Alli.
Existe, por último, un tercer sector, el que en estos momentos hace y deshace en la formación regionalista, formado por aquellos que se acercaron a UPN por clientelismo, la sobresaturación de cargos directivos en la Administración foral y en el estrambótico despliegue de empresas públicas de Navarra es prueba fehaciente de ello, y por intereses económicos. La mayor parte del gobierno, incluidos Miguel Sanz, Corpas, Miranda o Caballero, y en menor medida las cúpulas sindicales de UGT y CCOO son ejemplos perfectos de lo primero, y la CEN (Confederación de Empresarios de Navarra) o ACPN (Asociación de Constructores y Promotores de Navarra) y gentes como Antonio Catalán o José Manuel Ayesa, de lo segundo. Significativa respecto a esto resulta la lectura de la tesis doctoral del profesor de la UPNA, Ricardo Feliu; “La distribución social del poder. La élite navarra en el cambio de siglo 1999-2004”, que podéis leer en Nabaizaleok.
Y como argamasa de todo ello, un furibundo antinacionalismo, vasco por supuesto, y una obsesión psicótica por impedir no ya solo el avance sino la consolidación del vasquismo en Navarra.
Esta peculiar composición, ayudada por las corruptelas socialistas, la división del mundo nacionalista y la alucinación asesina etarra, le han llevado a casi dos décadas de poder en la más absoluta placidez e impunidad. Han gobernado contra su cultura, contra su lengua, contra parte de la sociedad navarra, sin que nada ni nadie haya sido capaz de poner en entredicho su legitimidad para hacerlo.
Pero… hete aquí que la irrupción de Nafarroa Bai en el panorama político navarro ha cambiado esto de arriba a abajo. Por un lado la política de silencio y sumisión en Madrid fruto del pacto popular que ofrecía como resultado la visión de “la Navarra conforme” ha saltado por los aires con la sola presencia de Uxue Barkos en la Carrera de San Jerónimo y por otro el “susto” electoral del 1M del 2007, con el consiguiente proceso de “negociación” gubernamental, hábilmente explotado desde Moncloa, que permitió al PSOE colocar a los regionalistas en posición mendicante (por decir algo suave), han conseguido lo que hace apenas diez años parecía imposible, dinamitar la balsa de aceite que aparentaba ser UPN y sacar a la luz todas sus contradicciones e intereses contrapuestos. La primera consecuencia de la existencia de Nafarroa Bai hizo aflorar ronchas en el sector foralista y la segunda sembrar el pánico en el clientelar.
Así las cosas, estos dos últimos sectores decidieron prescindir del primero, que si bien había sido un socio útil y perfectamente fiel en Navarra a cambio de la fidelidad recíproca en Madrid, en este momento solo representa un obstáculo para la perpetuación en el poder que solo está en condiciones de garantizar un PSN teledirigido desde Madrid y en aras de la tan controvertida “cuestión de estado”.
Esto, que puede parecer una elucubración mía, no son más que las propias reflexiones de Sanz cuando elaboró su archiconocida “Estrategia del quesito”, cuyo video podéis apreciar en Nabaizaleok.
Es en este punto cuando Miguel Sanz decide abandonar la primera línea política y ante la sorpresa de propios y extraños deja el partido en manos de Yolanda Barcina, y lo que es más curioso sin contestación interna alguna bien es cierto que rodeada de la “Guardia de Corps” del corellano representada en este caso por el vicepresidente, Alberto Catalán, y el Secretario General, Carlos Garcia Adanero. Y la pregunta surge de inmediato, ¿Por qué Yolanda Barcina si es la parte “prescindible” del partido? Y la respuesta es no menos inmediata:
Yolanda Barcina es a día de hoy el único activo electoral de UPN, puede resultar un relativo fracaso en la ribera, lo que redundaría en beneficio del PSN nunca del PP, pero garantiza la fortaleza del partido en Iruña, donde si que podría resultar beneficiado el PP y donde reside el noventa por ciento del potencial nabaizale… en seis palabras, donde hay que aguantar el tirón.
Pero siendo importante no es esta la cuestión fundamental, la cuestión fundamental es mantener el puente de entendimiento con el PP, la vía Sanz, ya sea el mismo o cualquiera de los suyos, impide directamente ese entendimiento que solo puede garantizar Yolanda Barcina.
En este contexto una hipotética mayoría de la suma PP-UPN garantizaría el poder y la exclusión nabaizale y una UPN-PSN también, dado que la “separación de bienes” con el PP facilita el apoyo socialista a los regionalistas. El planteamiento tiene tres agujeros posibles:
Que la porción del quesito popular resulte mayor de lo previsto y sea superior a la regionalista, con lo que UPN se vería en la tesitura de actuar de “felpudo popular” y donde correría el riesgo de convertirse en una nueva versión de Unión Alavesa. De aquí las prisas del Presidente Sanz en modificar el Amejoramiento para desvincular las elecciones forales de las municipales, capando la capacidad de la maquinaria electoral popular.
Que el reparto del quesito popular-regionalista sea equitativo, lo que podría dejar a cualquiera de los cuatro PP, UPN, PSN o a Na Bai en posición de fuerza más votada. En el primero, segundo y cuarto caso no habría más problema puesto que la entente UPN-PSN sería inmediata con el apoyo a regañadientes del PP, con Barcina la cosa sería mucho más “factible”, pero en el tercero se podría dar la circunstancia tanto de que el PSN prefiriese gobernar con apoyo nabaizale, la evolución de la situación en la CAPV o incluso una nueva negociación podrían cambiar las prioridades de Moncloa, que UPN se viese en la tesitura de tener que apoyar un gobierno socialista lo que probablemente nos llevase nuevamente a lo de Unión Alavesa o, finalmente, el PSOE decidiese, al estilo vasco, que la “cuestión de estado” es prioritaria, no estaría de más recordar aquí que Navarra es en la actualidad la única Comunidad en que no gobierna uno de los dos partidos estatales, cuando no los dos a la vez.
Y, que Yolanda Barcina, una vez desaparecido el poder sanzista, basado no lo olvidemos en su condición de inquilino de la poltrona foral, asuma el poder real y emprenda el camino de vuelta al redil popular, lo que inevitablemente llevaría a la escisión, pero esta vez con todas las cartas en el mazo popular que controlaría tanto la sigla como los cargos públicos.
Así las cosas, la pregunta es ¿Qué va a pasar en Navarra en 2010? Y digo 2010 porque de aprobarse la reforma del Amejoramiento resultaría imprescindible para UPN adelantar el ciclo electoral para no tener nunca que volver a enfrentarse a la máquina electoral popular en marcha y bien engrasada.
Un apunte: en las pasadas elecciones europeas, y con una participación veinte puntos por debajo de las forales, el PP acaparó más del cincuenta por ciento del voto regionalista…
Ander Muruzabal ( en Aberriberri)
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