Habíamos quedado en ir a la Chantrea, para hablar con la señora de Cáseda, en cuanto Concepción Toledo nos concertase una entrevista. Allí nos habló de don Eladio, que se hizo por encima de todo amigo de los pobres y de cuantos le necesitaban, cualquiera que fuese su color.
Nos comentó que le hicieron sufrir mucho personas recalcitrantes de la derecha casedana. Intentaron desterrarle, le difamaron y se ensañaron con él cuanto les vino en gana. Finalmente, con un grupo de casedanos entre los que estaba su propio hermano se lo llevaron a matar el día 14 de agosto. Diario Navarra informaba del hecho, incluyendo a "una mujer joven y no mal parecida", pero nada decía de que don Eladio iba en ese grupo.
Siguió contándonos que a don Eladio lo mataron al pasar de Cáseda hacia las Bardenas y "a mi hermano y a los otros con mi hermano le llevaron hasta el frente de Sanjurjo y allí les fusilaron el mismo día 14 de agosto". La expresión primera de esta señora fue: "A don Eladio le cortaron la cabeza igual que a San Juan". En aquellos momentos creí que era una expresión como cualquier otra, pero no era así.
El párroco con Manuel ya me había comunicado que "por el pueblo se hablaba por tapujos de que a don Eladio se lo habían cargado los nacionales y tenía que ser verdad cuando estos no decían ni palabra". Aunque hay diferentes versiones de la ejecución, todas indistintamente coincidían en que había sido asesinado, y no muerto de muerte natural.
Fue quien puso en marcha la Caja Rural Católica para que los más necesitados pudieran disponer de préstamos a bajo interés y poder comprar simiente para la siembra, abonos, aperos para trabajar la tierra. Aunque la Caja estaba abierta a cualquier persona que lo necesitase.
Llevaba con meticulosidad todas sus notas, y también las referidas a los préstamos que hiciera, el nombre y la cantidad del préstamo.
Aquello supuso en Cáseda que muchos pudieran hacer frente a la vida con más holgura. En aquel entonces muchas personas no sabían leer ni escribir, y de ahí su gran ayuda prestada cuando él les ayudaba en cuantos menesteres les era necesario conocer ciertas leyes o simplemente de cuentas, etc. Con ello evitó en muchos casos que nadie fuera engañado. Todo ello le hizo ser querido por la mayoría de las gentes del pueblo.
Otra de las obras que llevó a cabo fue la de construir un granero para recoger los cereales quienes no disponían de él, evitando los problemas de deterioro y pérdida de valor por las malas condiciones de almacenamiento.
Don Eladio apoyó desde un principio que los comunales fueran entregados a los vecinos del pueblo, con ellos dialogó y promovió entrevistarse con Rafael Aizpún.
Cuando comenzaron las matanzas pidió a la Junta de guerra que no lo hicieran, pero al continuar, el 8 de agosto marchó a Pamplona para denunciar estas cosas al Obispado, donde le respondieron: "Aquí no tienes nada que hacer, arréglatelas como puedas".
Un vecino de Cáseda se lo encontró en la calle de la Merced, próxima al obispado, y estaba descorazonado.
Al volver por la tarde a Cáseda, se encontró que le habían quitado los colchones de casa.
Esa misma noche se pasó a la Parroquia, era el día 13 de agosto. Por la mañana del 14 bautizó a un niño. (Entonces se bautizaban a primeras horas de la mañana y no se tardaban muchos días en bautizarlos ya que la mortandad en niños era inmensamente mayor que ahora y las familias cristianas lo hacían cuanto antes por costumbre por un lado, pero así mismo previniendo no muriesen sin bautizar).
La mañana del 14 comenzó a cursar el acta de nacimiento de un niño que acababa de bautizar, pero ésta quedó sin terminar.
Esa misma mañana recibió una visita del Jefe de la Junta de guerra para comunicarle que se había tenido una reunión de la Junta y se había acordado que se le fusilase, pero que él se había opuesto pues no estaba de acuerdo y para que no le pasase nada se estaría con él hasta la hora que saliese el coche de línea para que saliera del pueblo sin problemas.
Este señor seguía insistiendo entre vecinos del pueblo que no lo mataron porque "estuve con él acompañándole y le llevé hasta el coche de línea donde se marchaban varios vecinos para el frente".
Pero esos vecinos fueron asesinados en el tercio Sanjurjo ese mismo día, concretamente 8 detenidos acompañados por los matones para dejarlos en Zaragoza a buen recaudo.
Por eso, durante mucho tiempo los casedanos pensaron que lo habían desterrado y lo habían sacado ellos mismos del pueblo ya que Eugenio, Jefe de la Junta de guerra, fue quien le acompañó. Según la opinión de varios casedanos el tal Eugenio no era un angelito.
Cuando estaba terminando de escribir el libro una persona de Cáseda me informó de lo que ocurrió en aquella aciaga mañana del 14 de agosto de 1936, por boca de un testigo:
"Le acompañó hasta el autobús Eugenio, Jefe de la Junta de guerra, y cuando el autobús había pasado ya Cáseda, en terreno cercano o ya en las Bardenas, paró el autobús, le bajaron y le mataron pero no como a los demás, le cortaron la cabeza, separándosela del cuerpo".
Versión concidente con la de la señora de la Chantrea.
El día 19 de septiembre de buenas a primeras llegó un coche con un féretro herméticamente cerrado. Los hombres que lo llevaron no eran del pueblo, y nadie les conoció.
Cuando le pidieron a Teresa Celaya ver a don Eladio respondía que no se podía ver: "los hombres que le han traído me han prohibido terminantemente que se abra el féretro pues está en alto grado de descomposición".
En la misma mañana se trajo a Peralta, a la casa paterna, en la calle Tienda 19, donde vivía su sobrino Jesús Celaya. Allí acudieron Juana Araiz, la Toleda, sobrina carnal de don Eladio y con ella su hija Concepción Toledo.
Pero el día 12 de septiembre, o sea 7 días antes de aparecer muerto, se recibe en la parroquia de la Asunción de Cáseda un comunicado del párroco de Peralta, Tomás Biurrun, que les informa del fallecimiento de don Eladio, que se encontraba accidentalmente, y al que le dieron los sacramentos.
El año pasado las sobrinas pidieron que se les permitiera ver cuanto había relacionado con su tío pero no se pudo hallar. ¡Qué casualidad! ¿Ha desaparecido? Resulta que la nota fue vista y copiada por José María Jimeno Jurío entre 1975-1978 y ahora ¿ha desaparecido? José Mª Jimeno recopilaba en esos años todos los datos de los fusilados de Navarra en archivos parroquiales, ayuntamientos, sindicatos, etc.
En el 2º capítulo "Pasos burocráticos", se encuentra el acta de defunción de don Eladio y puede comprobarse que efectivamente se inscribe el día 19 de septiembre, 7 días más tarde de que el párroco de Peralta comunicase a la parroquia de Cáseda que había fallecido.
La inscripción la solicita "Ignacio Campo", vecino o amigo probablemente de la familia. Ignacio fue una buena persona.
Aparece que "muere a las cuatro de la mañana, en su domicilio de Peralta, calle Tienda 19, el día 19 de septiembre" (era la casa paterna donde vivía su sobrino Jesús Celaya), pero sin embargo, fue traído desde Cáseda por la mañana, no de madrugada, puesto que en Cáseda fue en la mañana temprano de dicho día cuando le llevaron a la casa parroquial.
En el acta se determina que "murió de bronquitis crónica".
Según se nos informó en 1978 en Cáseda había una doble acta de defunción en la que constaba que "había muerto en Cáseda en su domicilio el día 19 de septiembre de 1936 a consecuencia de una colitis crónica". Hoy día tal acta de defunción tampoco se encuentra ni en la Parroquia ni en el Ayuntamiento de Cáseda. Sí la hay en Peralta, y en ella, sin embargo, se determina que murió por "bronquitis crónica".
En el Ayuntamiento de Cáseda no queda ni rastro de don Eladio. Curioso.
Por último, en dicha acta aparece al final: "Leída esta acta, se sellaron el del Juzgado y la firman el Sr. Juez los testigos no manifestantes por no saber de que certifico".
Tal cual suena, no sabe el juez, ni los testigos que certifican la muerte de don Eladio. Así de clara estaba su muerte, algo había que poner, como se hizo con el sobrino. Dos meses antes había escrito "muerto por hemorragias internas".
Naturalmente, las producidas por los asesinos.
Según me indicara la sobrina Concepción Toledo, se hizo el funeral y lo enterraron el día que lo trajeron. En la lápida del cementerio y en el recordatorio que de él hizo la familia pone que murió el día 19 de septiembre de 1936.
Nadie consultado en Cáseda, ha informado que hubiera muerto por enfermedad o en su cama, muchos no sabían qué había pasado exactamente pero de lo que sí estaban seguros era de que le habían matado.
Fue sobre todo en el 78 cuando muchas personas perdieron el miedo y expusieron claramente lo que había ocurrido.
Don Eladio fue enterrado en el terreno familiar del cementerio junto a un hermano fallecido en 1931 y una hermana en 1932.
Del libro "Los fusilados de Peralta, la vuelta a casa (1936-1978) Operación Retorno", de Josefina Campos Orduña
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