lunes, 20 de julio de 2009

19 DE JULIO: A TREINTA AÑOS....¿GOBIERNA LA IZQUIERDA EN NICARAGUA?


La dulce y valiente Nicaragua estuvo fuera de las noticias del mundo durante más de quince años, luego de que el gobierno sandinista, que llegó al poder por la insurrección de un pueblo en armas en 1979, fuese derrotado en las urnas en 1990. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado por Carlos Fonseca en 1963, tiene sus antecedentes en la resistencia antiimperialista de Sandino, asesinado en 1934. Su desarrollo como organización revolucionaria fue el resultado de un prolongado y rico proceso de lucha en la montaña y la ciudad. La revolución victoriosa, fruto de la unidad de todas las tendencias sandinistas y de la participación masiva del pueblo, estaba presidida por una conducción colectiva, acompañada de cientos de cuadros jóvenes formados en las más duras condiciones de lucha y con valores éticos incuestionables.

Las condiciones de pobreza y exclusión que encontró el gobierno revolucionario no pudieron ser cambiadas pero se hizo importantes esfuerzos en educación, una alfabetización ejemplar, se masificó la atención en salud, se democratizó la propiedad a través de la reforma agraria y se organizó el ejército y la policía con los mandos y tropas de la guerrilla sandinista.

La llamada “guerra de baja intensidad” que durante sus dos mandatos mantuviera el presidente estadounidense Ronald Reagan contra el sandinismo produjo, a final de los años ochenta, un total colapso económico. Los más de 50 mil muertos y la caída del campo socialista, entre otros factores, minaron la capacidad de resistencia de una parte del pueblo. Reagan no había logrado destruir militarmente la revolución pero había creado las condiciones políticas para la victoria electoral de la derecha unificada en la UNO1 que obtuvo 53% de los votos contra el 42% del FSLN en 1990.

Los gobiernos conservadores y neoliberales que gobernaron Nicaragua desde entonces se concentraron en el restablecimiento pleno del modelo capitalista y su economía de mercado, en restaurar al gran capital criollo, revirtiendo todas las transformaciones, políticas y sociales, que pudo hacer la revolución.

Se emprendió un abierto proceso de cooptación del liderazgo sandinista. La paz se convirtió en la paz de los sepulcros para la mayoría y una nueva minoría tomaría las riendas del país.

La transmutación del sandinismo en danielismo.
Como hemos señalado en otras ocasiones, la derrota coincidió con la capitulación del socialismo real y el reflujo mundial de las ideas revolucionarias. Esto influyó en la desmoralización y dispersión de la conducción revolucionaria y en la incapacidad de desarrollar una estrategia de resistencia en las nuevas condiciones. La acción sandinista osciló entre la lucha popular, la negociación desde arriba y el reparto de cuotas de poder y seguridades. Resumidamente los resultados de estos años fueron:

1 -El desmontaje de las principales transformaciones, en especial las referidas a la propiedad social. Poco a poco las propiedades importantes volvieron a sus antiguos dueños y no pocas fueron repartidas entre algún grupo de sandinistas, construyéndose de esa manera el grupo económico y empresarial sandinista.

2 -De la conducción colectiva se involucionó hacia el caudillismo de Daniel Ortega, quien terminó controlando completamente el aparato del partido y las direcciones de las organizaciones populares afines. El control fue posible gracias a la sucesiva expulsión y toma de medidas represivas contra quienes disentían de su línea y forma de operar. Además de ser el único secretario general del partido desde 1979, Daniel llegó a establecer el principio de que sólo él puede ser el candidato del FSLN, prácticamente bajo la premisa de “el partido soy yo”. Pública y oficialmente ha declarado que él es el eterno candidato porque sin él “solo queda el caos para el sandinismo”.

-Daniel Ortega llevó al FSLN, en 1998) al establecimiento de un Pacto de alternabilidad y repartición de todos los órganos del Estado con uno de los grupos más importantes de la derecha. El Partido Liberal Constitucionalista (PLC) con el caudillo Arnoldo Alemán2 a la cabeza, dirigido por reconocidos somocistas desplazados del poder, quienes también lograron construir otro grupo económico emergente mediante el uso y abuso de los bienes del Estado.

-El pacto con Alemán permite que ambos caudillos controlen hoy todos los poderes del Estado: Corte Suprema, Consejo Supremo Electoral, Contraloría de la República, jueces, magistrados de apelaciones. Todas estas instituciones son utilizadas para premiar a los amigos y castigar a los adversarios.

-Las diferencias del cardenal Miguel Obando con el presidente Enrique Bolaños (2002-2007), un gobernante conservador que quiso distanciar el poder civil del eclesiástico, fueron aprovechadas por Daniel Ortega para articular un nuevo pacto, esta vez con el alto jerarca de la iglesia católica que en los ochenta combatió sin piedad al sandinismo. Esta última alianza ha conducido al FSLN a comportarse como un partido confesional en el cual prevalece un mensaje cargado de religiosidad: todos sus principales actos partidarios están presididos por un jerarca de la iglesia católica. Esta “santa” alianza condujo últimamente al FSLN a la derogación del aborto terapéutico establecido en el código penal nicaragüense desde el siglo XIX. En Ocasión de la criminal derogación del aborto terapéutico, Rosario Murillo esposa de Daniel Ortega y vocera oficial del partido y del gobierno declaró: “Somos enfáticos: No al aborto, sí a la vida. Sí a las creencias religiosas, sí a la fe, sí a la búsqueda de Dios, que es lo que nos fortalece todos los días para reemprender el camino, el FSLN respalda la posición de la iglesia católica y de las iglesias en general, contra el aborto en cualquiera de sus formas porque es un atentado contra la fe, contra la vida”.

-El principal compromiso de Daniel Ortega con Alemán fue la desmovilización de la lucha popular a cambio de cuotas de poder institucional. En efecto para 1997 la lucha de masas parecía haber llegado a su fin. Las organizaciones cuyos principales dirigentes pasaron a ser diputados o parte de las estructuras de poder, dejaron de resistir y de luchar.

-Durante los últimos dieciséis años, el FSLN de Daniel Ortega terminó por ser un aliado indispensable en la aplicación de las políticas neoliberales en Nicaragua. Los gobiernos pedían gobernabilidad y daban a cambio seguridad personal, espacios institucionales y ventajas en los negocios y propiedades recién adquiridas a los nuevos capitalistas sandinistas ligados al caudillo. Todos los planes de ajuste, las condicionalidades del FMI, las privatizaciones de las comunicaciones, la energía o la seguridad social, fueron aprobadas sin resistencia alguna. Para 2005 y a manera de culminación de este proceso, siendo presidente del parlamento el danielista René Núñez se introdujo en el Parlamento por decisión política de Daniel Ortega la aprobación del TLC con Estados Unidos y a principios de 2006 fueron los votos de la bancada del FSLN los que permitieron que entrara en vigencia mediante la aprobación de las llamadas leyes complementarias.

¿Existe una izquierda en Nicaragua?
Aunque el FSLN en los años ochenta no llegó a proclamar oficialmente que su meta era la construcción del socialismo, como fuerza de izquierda revolucionaria su orientación no admitía lugar a dudas. La lucha por la liberación nacional y el socialismo habían sido proclamadas por el FSLN de Carlos Fonseca.

Debemos reconocer que la dirigencia superior e intermedia de los años ochenta tenía una variada composición, que incluía desde militantes con formación marxista y clara definición ideológica que aspiraban a un cambio integral del sistema, hasta dirigentes y personalidades cuyo énfasis era el poder, la democracia formal y cambios únicamente en el sistema político, es decir, derrocar a la dictadura para instaurar la democracia.

Daniel Ortega nunca se inscribió dentro de los comandantes con una formación y perfil ideológico definido. Quizás en parte por ello fue incorporado a la Junta de Gobierno y luego propuesto a presidente para las elecciones de 1984. Su liderazgo fue una larga construcción que se terminó de reafirmar después de la derrota de 1990, cuando su condición de ex presidente y negociador de todas las luchas iniciales de resistencia le permitió gozar hasta hoy de muchas prerrogativas, seguridad, una pensión igual al salario del presidente de turno, tiempo y abundantes recursos para movilizarse por todo el territorio nacional.

Aunque Ortega ha tenido un comportamiento pendular y esquizofrénico, hablando en distintas direcciones de acuerdo al auditorio y con una práctica política que se distancia abismalmente de sus discursos, sigue usufructuando de los espacios conquistados en nombre de los ideales revolucionarios y del prestigio histórico del sandinismo. El FSLN, sin los referentes claves de un partido de izquierda (ideología, conducción colectiva, principios, formación política, debate político), cuenta con una base que simplemente se adhiere a la tradición de ser sandinista a partir de la figura de Ortega. Hoy se puede decir que hay sectores que son más danielistas que sandinistas y casi otorgan a Ortega categoría de deidad. Este fenómeno, unido a la cooptación por dependencia de puestos y prebendas, fortalecen la sumisión y explica la capacidad para mantener el status quo al interior del partido.
Las campañas del FSLN, siempre con Daniel como candidato, fueron convirtiéndose progresivamente en una perorata vacía y repetitiva. La campaña electoral del FSLN en 2006 se realizó con los lemas de “Paz, reconciliación, amor, la voluntad de Dios”. Se ampliaron alianzas con sectores otrora somocistas, hasta el punto que Ortega llevó como vicepresidente a uno de los principales operadores de la CIA que actuaba como parte de los líderes civiles de la contra en los años ochenta

Hasta esta campaña las relaciones con los movimientos de izquierda en Latinoamérica habían sido limitadas a los contactos convencionales con dirigentes de otros partidos y sus foros tradicionales como el de San Paulo. Sus vínculos con los movimientos sociales y antineoliberales eran inexistentes. El FSLN padecía el desprestigio de “la piñata”, el enriquecimiento de sus líderes convertidos en importantes empresarios y la falta de renovación de liderazgo y candidato. Pero en un escenario latinoamericano en que se proclama la emergencia de la izquierda con las victorias de Hugo Chávez, Lula Da Silva, Michelle Bachelet, Evo Morales, Tabaré Vázquez, Ortega apareció estrechando vínculos con el gobierno de Venezuela. Su discurso interno siguió limitado al perdón, el respeto a la propiedad privada, el compromiso de seguir trabajando con el FMI, impulso a los compromisos con el CAFTA y el derecho a tener una nueva oportunidad, combinado con las grandes expectativas de una masiva ayuda Venezolana. En este escenario, la presencia de una fuerza alternativa que se ubicara a la izquierda de Ortega era sumamente importante. Sin embargo no se pudo lograr. La Alianza Movimiento de Renovación sandinista (MRS) integrada por distintas agrupaciones y movimientos políticos con distintos niveles de radicalidad, se expresó como una fuerza que ofrecía acabar con el pacto, la corrupción, con la subordinación de las instituciones a la lógica de los caudillos.

Pero no se presentó con un programa que incorporara una propuesta alternativa a los gobiernos neoliberales, dispuesta a acabar con la subordinación al consenso de Washington. Si bien denunciaba a los gobiernos anteriores, el uso del aparato del Estado para favorecer a las elites empresariales, en especial del sector financiero, y ofrecía una política tributaria y distributiva más justa, no se interesó en perfilarse como una fuerza de izquierda. Efectivamente, en la Alianza MRS, coexisten fuerzas de distinto matiz ideológico. El Rescate del Sandinismo, un movimiento sin personería jurídica, aglutina a luchadores sandinistas con reconocida militancia de izquierda, antiguos cuadros y dirigentes del FSLN de vinculaciones y raíces más populares. Por otro lado en el Partido Renovador Sandinista, prevalecen quienes se autoproclaman de centroizquierda.
Mientras algunas personalidades de la Alianza como Ernesto Cardenal y Carlos Mejía Godoy se consideran antiimperialistas, algunos dirigentes como el propio candidato a la presidencia no tienen una nítida postura de oposición al neoliberalismo. En realidad, en el conjunto de esta alianza se hace un marcado énfasis en los cambios político-institucionales mas que en la modificación del modelo, aunque hay que reconocer “que es conocida y probada la honradez moral de sus integrantes”. La izquierda, electoralmente hablando, apareció representada por Daniel Ortega y para la mayoría de los votantes este significaba confrontación, guerra, autoritarismo, inestabilidad, pacto, corrupción. No hay duda, en cambio, que para los votantes sandinistas el FSLN significa trabajo, escuelas, salud y mejoría en las condiciones de vida. En el escenario inmediato, para los votantes nicaragüenses el debate de las elecciones no era entre izquierda y derecha.

El discurso de la derecha insistió en que el FSLN era la izquierda dura comparando astutamente a Ortega con Chávez y Fidel Castro. Mientras, una parte significativa del sandinismo histórico votó por la Alianza MRS en rechazo a Daniel Ortega y sus políticas. En síntesis, en las condiciones particulares de Nicaragua concurrimos a unas elecciones donde las propuestas programáticas nunca llegaron a significar rupturas importantes con el status quo. Mientras en la vecina Costa Rica, donde el PAC perdió por unos cuantos votos, el debate giraba alrededor de las privatizaciones, del TLC, en esencia de una alternativa al camino de la dictadura del libre mercado.

Victoria electoral de 2006
¿Es esto un gobierno de izquierda?En estas elecciones el FSLN decreció en términos absolutos y relativos. Subsanó el decrecimiento (10%) entre los sandinistas gracias a una política de alianzas pragmática pero el resultado de 37.9 % de los votos válidos confirma que la verdadera fortaleza de Ortega fue la capacidad de alimentar y sostener la división de sus adversarios políticos: los liberales, que obtuvieron más del 50% de total de votantes, al presentarse divididos perdieron.
En los primeros días el gobierno, Ortega hizo importantes anuncios sociales: se suprimirían de inmediato los cobros en las escuelas que se habían disfrazado de “contribuciones voluntarias”, se eliminarían los cobros en los hospitales públicos y se entregarían medicinas gratuitas a la población. Igualmente se anunció el programa Hambre cero que otorgaría una contribución directa cercana a los dos mil dólares a 75 mil familias campesinas en los cinco años de gobierno, o sea unas quince mil familias en promedio anual.

La presencia del presidente Chávez en la toma de posesión también se acompañó de importantes anuncios, como la garantía de un flujo de diez mil barriles de combustible diario, 40% del cual sería pagado a un interés concesional y a 25 años de plazo9, la apertura de una representación del Bandes (Banco Nacional de Desarrollo de Venezuela) y el ofrecimiento de diez millones de dólares para financiar a bajos intereses el sector agrícola campesino. Adicionalmente, se firmó el compromiso de instalación de una refinería para procesar 150 mil barriles diarios que permitirá abastecer el mercado regional centroamericano. También se incluyó importantes programas de salud para los sectores populares similares a los de Venezuela con Cuba.

La tónica de la relación con Venezuela ha marcado en mucho la retórica oficial, que suscribió con entusiasmo el ALBA y se ha sumado discretamente a la propuesta de construcción del “socialismo del siglo XXI”, pero sin dejar nada claro sobre los cambios reales que se operarán en la economía nacional y en el sistema político.

Políticas económicas: más de lo mismo
A principios de 2007, Ortega confirmó que no tenía ninguna intención de modificar la esencia de las políticas económicas de los anteriores gobiernos neoliberales. Se mantendrían las relaciones con el capital internacional y nacional y la subordinación del estado nicaragüense a las condicionalidades del FMI pidiéndole sí, “una mayor flexibilidad para los programas sociales”. En esa dirección pagó de inmediato a los banqueros nicaragüenses mas de 100 millones de dólares de la o­nerosa deuda interna y reafirmó en todas sus letras el Presupuesto General de la República tal cual lo dejó el gobierno conservador que le precedió. Al pasar de los meses, la cuestionada política fiscal no ha sido revertida. Importantes sectores, incluyendo los bancos, siguen obteniendo exorbitantes ganancias que no son gravadas. El diálogo directo del gobierno con los grandes empresarios se ha realizado exitosamente hasta hoy y no hay expresiones de descontento de los principales grupos capitalistas, tanto nicaragüenses como centroamericanos. La oligarquía criolla, en particular financiera, va de la mano con el gobierno de Ortega por lo menos hasta ahora. Recientemente logró firmar, siempre en secreto, el memorando de entendimiento con el FMI.

Su comportamiento dual puede ser ejemplificado con un caso. Mientras en una concentración de obreros de las centrales sindicales afines al FSLN Ortega atacó fuertemente a la transnacional Unión Fenosa, se comunicaba por debajo con el rey de España para propiciar un entendimiento con esta empresa garantizando su estabilidad y permanencia en el país como monopolio distribuidor de energía. Lo que efectivamente se hizo y de manera pública. En fin, desde el primer día, el gobierno mostró los rasgos que lo han caracterizado hasta ahora: Una política pendular, muy determinada por las influencias inmediatas, un discurso radical, altisonante, izquierdista, unido a una práctica concreta en materia económica que no se diferencia sustancialmente de los gobiernos de la derecha. Las mismas políticas neoliberales con un poco más de “sensibilidad social”. Adicionalmente ha mostrado una tendencia a la concentración de poder, al secretismo, el control y un menosprecio a la institucionalidad democrática del país que para un importante sector, en especial profesionales, estudiantes y clase media resulta preocupante.

“El plomo flota y el corcho se hunde”: privatización de la ayuda venezolana, relaciones con Estados Unidos y democracia.
Uno de los desafíos del gobierno de Ortega es hacer una administración transparente y honrada luego de su cuestionada relación con Arnoldo Alemán. No obstante, las primeras señales van en dirección contraria.

En estos días se hizo público un conocido rumor que desde una oficina de la secretaría del FSLN – convertida hoy en Casa Presidencial– se deciden y se consiguen fallos favorables de tribunales de justicia, civiles y penales, siempre que “aporten” a sus jefes buenas ganancia económicas o políticas. La denuncia ubicaba al ex diputado sandinista Gerardo Miranda como el operador de un chantaje millonario a una empresa turística en un conflicto de tierras en una de las playas del Pacífico. El diputado conservador Alejandro Bolaños Davis, confiado en su status de inmunidad, respaldó y dio amplia difusión a la denuncia. La reacción del gobierno fue la de usar todo el poder del pacto con Alemán y contra toda ley y legalidad defenestraron del parlamento a Bolaños. “La oposición y denuncia de la corrupción te puede costar tu cargo” fue el mensaje.

El manejo de la generosa ayuda Venezolana, al margen del presupuesto de la República es también fuente de corrupción y clientelismo. Centenares de millones de dólares quedan fuera de los controles estatales. Serán empresas mixtas, con un manejo privado, y presididas por conocidos incondicionales danielistas quienes administraran estos importantes recursos. Desde la propia campaña electoral las fuerzas de Ortega recibieron urea para ser entregada masivamente a los campesinos. Después de las elecciones el gobierno anunció que seguiría recibiendo más urea, pero su manejo ha sido discrecional, clientelar y al margen de los controles institucionales. Como afirmó el principal dirigente de la Federación de Cooperativas “El gobierno usa la urea, un recurso económico, para hacer clientelismo político. De hecho, eso es lo que está pasando. Porque a la urea venezolana hasta hoy le han puesto tres precios: el que le dan al distribuidor con afinidad partidaria, el que le dan a los dirigentes de gremios privilegiados y el que le dan a los comunes y corrientes. Y eso no es justo, no es educativo, no es correcto e introduce una serie de deformaciones. Eso es un semillero de corrupción.

En este divorcio entre discurso y realidad se ubica también las relaciones con el gobierno estadounidense. Por años Ortega había sostenido frente a Estados Unidos que la preservación de los misiles defensivos SAM-7 en manos del Ejército no era negociable. Que se trataba de un asunto de soberanía y seguridad nacional. Sin embargo mandó a su canciller a Washington para ofrecer la destrucción de una buena parte de los mismos a cambio de equipos médicos y medicinas norteamericanas. El ofrecimiento luego se hizo público y según informan oficialmente está en proceso de negociación. Al tiempo que sube su retórica antiimperialista, privilegia y formaliza sus relaciones con Taiwán en detrimento de las relaciones con China. A la inversa de lo que hace su vecino el derechista presidente de Costa Rica Oscar Arias.

Se ha dicho que en Nicaragua “el plomo flota y el corcho se hunde”. Las calles de Managua están llenas de grandes vallas con la foto de Ortega con la primera frase de la Internacional: “arriba los pobres del mundo”, mientras, en la realidad, sólo siguen para arriba las ganancias de banqueros, de las corporaciones de zonas francas, de los inversionistas extranjeros, de la clase política criolla y se fortalecen las políticas económicas neoliberales. El presidente del Banco Central anunció que no se alcanzará el nivel de crecimiento proyectado para este año que era superior al 4%. Señaló que el crecimiento “será igual al crecimiento del año anterior alcanzado por el presidente Bolaños”. Alguien comentó: esto no debería sorprendernos si en esencia se trata de las mismas políticas.

En el terreno de la democracia política, esta dinámica del ejercicio privado del poder público se fortalece día a día. Rosario, la esposa de Ortega, anunció en nombre del Frente Sandinista y del gobierno la creación y organización de unos nuevos organismos de base conocidos como Consejos de Poder Ciudadano. En la cúspide de ellos se coloca la primera dama. Los consejos organizados por el partido deberán erigirse en máxima autoridad en el territorio, sustituyendo las instancias legales establecidas en la Constitución, la Ley de Participación Ciudadana y en la Ley de Municipios. Las decisiones de dichos consejos deberán ser atendidas por alcaldes y ministros, según se pretende.
Pero no sería justo afirmar que todo lo que hace el gobierno está mal. Este recibió un país que ya estaría quebrado de no ser la ayuda venezolana. Los sectores populares –aunque sin mucho entusiasmo según las últimas encuestas– esperan que su situación cambie. Hay esperanzas de cambio y, mientras existan, hay posibilidades de lucha.

La cooperación ofrecida de Venezuela, Cuba, Irán, constituyen una oportunidad que el gobierno tiene que saber aprovechar. El desarrollo de las relaciones con Cuba y Venezuela, los viajes de intercambio, particularmente de jóvenes propiciará nuevos niveles de conciencia sobre la necesidad de un cambio real y profundo en Nicaragua. La caricatura de una nueva revolución que ofrece hoy la cúpula danielista tendrá que ser superada por el rescate del sandinismo de Carlos Fonseca.
Mónica Baltodano
Fuente: kaosenlared

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