martes, 14 de julio de 2009

AL OTRO LADO DEL DRAMA: VIVIR CON LA CARGA DE UN TERRORÍFICO ERROR

La muerte de Rayan ha puesto en boca de todos a una misma persona: la enfermera que el domingo a las 21:00 horas le suministró la alimentación. Su "terrorífico error profesional", como lo calificó el director gerente del Hospital Gregorio Marañón, la ha apartado cautelarmente de su puesto. Sus compañeros, que reconocen que "tiene una responsabilidad importante" en el fallecimiento, creen que "no es la única que debe ser acusada" y están dispuestos "a apoyar públicamente a su compañera y tratar de mejorar la imagen de una profesión" que consideran dañada. Y es que, además de la tragedia de una familia, también existe otro drama: el de una persona que se ha convertido en víctima de su error.

Dice la máxima que 'errar es de humanos', pero "cometer un error en la Sanidad puede tener consecuencias fatales como ésta. Fatales para el paciente, para su familia y también para la enfermera", asegura la psicóloga Mónica Pereira, acostumbrada a asesorar a responsables de dramas como el que le ha costado la vida a Rayan. Reconoce la gravedad del error cometido por la joven, de poco más de 20 años, y la desgracia de Mohamed, que en sólo quince días ha perdido a su mujer y a su hijo, pero cree que no hay que olvidarse del sufrimiento de la enfermera porque "al padre todo el mundo lo comprende, pero a ella no". "Fíjate, si salen unas imágenes de él o de un familiar gritando las vamos a aceptar o nos vamos a poner en su lugar, pero ella no va a poder manifestar públicamente su dolor", comenta.


Mónica Pereira es de la opinión de que "si ese niño no hubiese sido el hijo de la primera víctima de gripe A en España, la historia no hubiese salido a la luz. Se habría abierto un expediente interno y ya. Sin embargo, este tratamiento mediático lo que va a hacer es dificultar la recuperación psicológica tanto de la familia como de la propia enfermera" que podría enfrentarse a una inhabilitación de tres a seis años en el ejercicio de su profesión y a una pena de uno a cuatro años de prisión. Pero volviendo a la cuestión psicológica, ser protagonista de las portadas de periódicos, los titulares de informativos o las tertulias radiofónicas no hace otra cosa que incidir en la desgracia de unos y otros. Además, en el caso de la enfermera, de la que todavía no ha trascendido el nombre, supone un extra: "Sentir la amenaza de que en cualquier momento puede salir. Es como la espada de Damocles, que la tienes ahí y no sabes cuándo va a a caer".


Por eso, además del asesoramiento legal que está recibiendo de la mano del Colegio de Enfermería de Madrid (Codem), con el que ha mantenido una reunión esta misma mañana y que "ha puesto a su disposición todos los servicios jurídicos y técnicos para defenderse", debe tener un importante respaldo psicológico. "Es necesario que ella sienta el apoyo familiar y social, y que no se sienta juzgada en cualquier momento por cada acción que haga", insiste Pereira.


No son sus compañeros los únicos que creen que debe esperarse a que finalice la investigación antes de juzgar al joven. Lo mismo opinan en el Consejo General de Enfermería y también el Sindicato de Enfermería (SATSE), que ha condenado "la actuación de la gerencia del hospital Gregorio Marañón, que, de forma anticipada, acusa a la enfermera sin haber estudiado detalladamente las causas que han motivado el error".


Por el momento, el Juzgado de Instrucción número 53, que el lunes estaba de guardia, se ha hecho cargo del caso después de que la Consejería de Sanidad trasladara al juez toda la documentación en su poder relativa a la muerte del bebé. También la Fiscalía de Madrid ha abierto diligencias previas por una supuesta negligencia médica mientras que el Defensor del Pueblo ha iniciado una investigación de oficio y se ha dirigido a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid para solicitar información sobre el fallecimiento.

Pero independientemente de lo que determine la investigación, este hecho pone en evidencia que "hay que acelerar el proceso de establecer especialidades" en la diplomatura, asegura Rafel Lletget, Director del Consejo General de Enfermería. El Real Decreto 450/2005, que derogó la regulación de 1989, establece que debería haber siete especialidades, pero de momento sólo dos están en funcionamiento, continúa Rafael Lletget. Son la de matrona y la de enfermera de salud mental. Las otras son una especialidad en enfermería del trabajo, geriátrica, familiar y comunitaria, de cuidados médicoquirúrgicos y también enfermería pediátrica, donde se aprendería a tratar con neonatos.


Precisamente muchos compañeros creen que "es muy complicado trabajar en este servicio", cuenta otra enfermera del hospital Gregorio Marañón, donde se ha producido el error. El secretario general de SATSE en Madrid, José María Porras, asegura que "sólo un 5% de los enfermeros se atrevería a trabajar en una planta de Neonatología sin haber recibido formación previa" como hizo esta joven para la que el domingo era su primer día en Neonatología. Y es que "los cuidados son totalmente distintos a los de un adulto o incluso de cualquier otro niño", prosigue esta enfermera, para la que no es lo mismo el impacto que supone atender a un niño recién nacido que a un prematuro. "Y durante las prácticas de la carrera, no pasan por este servicio", añade.


La división de la profesión en especialidades enmendaría este error porque así las profesionales tendrían un periodo de formación tutelado. "El sistema se llama EIR —enfermero interno residente— y es muy parecido al de los MIR", nos explica Lletget. La diferencia es que el universitario "elige antes la especialidad y después se enfrenta al examen específico". Aprobado éste, "hay dos años de formación obligatoria en un centro público y sin los que no se podría trabajar como enfermero en ninguna de estas siete disciplinas, aunque sí se podría ser enfermero general". De esta forma se evitaría también que se rotase por ciertas secciones sin tener una preparación, como denuncian los sindicatos que ocurre actualmente.

soitu.es

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